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Obabakoak, de Bernardo Atzxaga
Un libro que solo puede leerse con el alma
Antonio
Paneque Brizuela
Durante
la presentación en esta Feria Internacional del Libro, de la novela Obabakoak,
obra escrita en euskera aclamada con genuina ovación, tanto el
escritor vasco Bernardo Atxaga, como quienes introducen el tema,
coinciden de una manera u otra con la ya recurrente crítica
internacional que sitúa a esa novela en medio del añorado cenit de
universalidad a que aspira cualquier autor. Se habla de "mundos" y de "hilos",
como tejiendo la magia entre unos y otros.
El narrador cubano Miguel
Mejides opina que es uno de esos libros "que solo pueden leerse con el
alma", aunque también afirma que la obra "se nutre de la tradición
clásica de Las mil y una noches; la de Bocaccio, la de los
pueblos míticos de Faulkner", mientras Atxaga declaraba a este
redactor que Obaba es "un punto en el gran mapa del mundo, solo que,
como pasa con otros puntos, por ahí pasan todos los caminos del
universo".
Sobre esta novela de
Bernardo Atxaga (pseudónimo literario de José Irazu Garmendía),
traducida a veinte idiomas, conquistadora no solo del mundo hispánico
o de Premios como el Nacional de Literatura, el Euskadi, el de la
Crítica, y el Prix Millepages, y finalista de certámenes como el
European Literary Award, Mejides también piensa que está escrita "en
el filo resbaladizo donde realidad y ficción entretejen analogías.
Una novela de la vida, de las nostalgias, una novela que en ningún
instante pacta con lo fácil".
El escritor y estudioso
cubano cree sobre Obabakoak (Los de Obaba, en vasco: 26 relatos
que configuran un todo sobre esa imaginaria ciudad), cuya primera
publicación data de 1988 y que constituye una defensa de la gente y
de la tierra de su creador —de la identidad vasca— que "en este
mundo de simplificaciones, en este mundo de sustituciones, globalizado
a medias, engañado en su totalidad, un libro sin traiciones nos llena
de esperanzas".
Bernardo Atxaga, (Asteasu,
Guipuzkoa, 1951), licenciado en Ciencias Económicas por la
Universidad de Bilbao, autor de obras de teatro, cuentos, guiones para
radio, libros para niños y de novelas de la talla de Cuando la
serpiente mira al pájaro (premio Xavier Lizardi, 1983); Dos
hermanos (premio de la Crítica 1985) y El hijo del
acordeonista (Premio de la Crítica y Premio Euskadi, 2003), y uno
de cuyos numerosos oficios fue precisamente el de maestro de euskera,
es hoy día el máximo representante de la actual literatura vasca.
Tal vez por eso pareciera
que, en una suerte de premonición entre épocas, ya en sus tiempos,
el también cubano José Lezama Lima —citado en el prólogo por
Francisco Maiztegui— hubiera aludido indirectamente a Atxaga y a su
obra, cuando atribuía origen vasco a los propios textos lezamianos o
a los de Unamuno, Pío Baroja, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, y
aseguraba:
"En
el vasco parece siempre que hay como otro idioma en su interior, un
idioma que no es el que se toma sus canales y logra acercarse. El
vasco parece que tiene un idioma ancestral, en la lejanía, un idioma
madre."
"El
mundo está en todas partes", suele decir, como en complementaria
respuesta —en la misma distancia entre lugares y épocas—, el
propio Atxaga, quien en 1972 publicaba sus primeros poemas en euskera,
y en 1976, su primera novela, a la que bautizaba, por cierto, con un
nombre no menos abierto al universo: De la ciudad. |