El escritor cubano Alexis Díaz Pimienta y su
coterráneo, el pintor Roberto Fabelo, se fueron a cabalgar juntos tras
Don Quijote, uno verso en mano y el otro con sus dibujos a plumilla,
pincel y tinta china.
El resultado es el volumen En un lugar de la mancha,
un recorrido por las aventuras del hidalgo manchego en la vastedad del
camino, presentado la víspera en la Feria Internacional del Libro, que
atrae desde el sábado a un público multitudinario en el Parque
Morro-Cabaña, del otro lado de la bahía habanera.
La iniciativa del proyecto, erizado de retos y
desafíos creativos, partió del ministro cubano de Cultura, Abel
Prieto, y Pimienta lo asumió consciente de la hondura del mar en que
se sumergiría.
Un mar que tendría que volcar en décimas, vestirlo con
el ropaje del verso, sin traicionar ni la esencia ni el estilo
cervantino.
Publicado por el sello Gente Nueva, En un lugar... se
propone acercar a los niños y jóvenes a una de las fuentes de la
literatura de todos los tiempos e incorporarla espiritualmente como
materia nutricia, pero está dirigido en especial a los padres,
encargados de incentivar la lectura.
También a los amantes del manco de Lepanto y a su
héroe perseguidor de utopías, al que supuestamente dio a luz en la
oscuridad de su celda de Argel, iluminándola.
Desde su nacimiento hace ya 400 años, el Alonso
Quijano transmutado en Quijote echó a andar por sí solo para vivir su
propia vida.
Pimienta, poeta venido del repentismo, pulsó y
auscultó hasta la saciedad la obra cervantina y decidió apoyarse en
las técnicas de "mera poeticidad oral", en recursos de esa índole en
su inmensa mayoría, que le permitieran versificar sin perder la
autenticidad del tono narrativo.
Fue al reencuentro de sus antiguas lecturas de
Góngora, Espinela y Quevedo, surcó las aguas fecundas del siglo de oro
hispano, para él familiares.
Además de la décima, utilizó tercetos, redondillas,
coplas, cuartetas, quintillas, silvas, octavillas, romances, sonetos,
serventesios. En suma, más de 20 formas estróficas, tanto de la lírica
tradicional castellana como de otras de corte vanguardista. Y al
humor, por descontado.
El ritmo -confiesa- se lo dictó Cervantes, casi
soplándoselo al oído, llevándolo de la mano por la prosodia de sus
frases. Me produjo un enorme placer este Quijote cubano, es como si lo
estuviera escribiendo a dos manos con el propio Cervantes.
Me divertí -sostuvo- pero también sufrí cuando, a
veces a la mitad, de un capítulo me flaqueban las fuerzas (la bomba,
apuntó, una metáfora con la que aludió al corazón como fuente de
inspiración y energía).
Fabelo se unió a él en la persecución de esta
desmesura, con dibujos que intentan, según relató, más que la mera
ilustración, apresar el espíritu quijotesco que habita en todos
nosotros. Son imágenes de líneas escuetas, sugerentes, de una
expresividad rebosante.
Fabelo destellando en cada una de esas imágenes con el
toque maestro de una filigrana precisa, sin desbordes y aguda como una
flecha lanzada a la sensibilidad de los lectores.
Apostando a fondo, trabajó el blanco y negro y reservó
el color únicamente para la portada. Confiesa que se propuso acentuar
el lado tierno del personaje. Quien conoce un poco a Fabelo, puede
afirmar que trabajó casi como un demente.
En un lugar de la mancha es uno de esas joyas que la
feria suele ofrecer cada año a la masa siempre creciente de lectores
que la esperan. El Quijote cubano cuenta con una tirada de 40 mil
ejemplares.
A Pimienta, que había elaborado una versión íntegra
del Quijote, casi palabra por palabra hasta el capítulo XXX del primer
tomo, le queda latiendo el propósito de preparar una versión para
adultos de los dos volúmenes completos y, yendo más allá, para
cervantistas.
Por lo pronto escaló con talento y donaire este primer
peldaño, un empeño encomiable, cuya calidad cuidó al máximo, pese a la
espada de Damocles de los plazos editoriales. Cuba ya tiene un Quijote
cabalgando a verso suelto.