Ascendencia china, sangre cubana

Memoria y presente de tres combatientes en una edición de Pathfinder

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Cómo, por qué y para qué la vida se torna en combate pudiera ser un buen subtítulo para el libro que la editorial australiana Pathfinder, en versión española, hará circular desde hoy, a las 4:00 p.m. en la sala José A. Portuondo, en esta Feria: Nuestra historia aún se está escribiendo, que recoge testimonios de tres cubanos de ascendencia china, incorporados desde muy jóvenes a las luchas revolucionarias y miembros destacados de las FAR: Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sio Wong.

A lo largo de este volumen, hilvanado por la tenacidad de la editora Mary-Alice Waters con la colaboración de Iraida Aguirrechu, el lector no solo reconstruye vivencialmente las historias individuales de sus protagonistas, sino se sumerge en las coordenadas de la historia mayor de una sociedad que ha transitado de una sima de iniquidades a la cima de la entrega generosa, expresada en el internacionalismo.

No es casual la denominación de origen de estos hombres: aunque nacidos en diversos lugares de la geografía insular, representan el aporte que la inmigración china ha dado a la definición de lo que Nicolás Guillén llamó "color cubano", a contrapelo de la alarma racista que José Antonio Saco, haciéndose eco del pensamiento criollo más reaccionario de la época, deslizó en 1864 al escribir que "Cuba empieza ya a sentir el veneno que en las costumbres públicas están derramando esos corrompidos asiáticos, y a seguir las cosas como van, no tardarán muchos años sin que se nuble nuestro horizonte y descargue alguna tempestad".

Chui, Choy y Sio Wong, quizás sin saberlo en su momento, retomaron los estandartes de los chinos que se enrolaron en el mambisado durante las guerras de independencia en el siglo XIX, de cuyo valor y fidelidad existen pruebas contundentes.

Estos tres combatientes ascendieron en la lucha y luego en las tareas de defensa de la Patria socialista hasta el grado de general. Cumplieron misiones internacionalistas en África y América Latina y desarrollan todavía una intensa actividad en diversos frentes.

Deviene reveladora la explicación que Sio Wong expone, hacia el final del libro, acerca de lo que significaba ser chino en la etapa prerrevolucionaria y lo que significará ser cubano para las generaciones emergentes. De lo primero nos dice: "Antes de la Revolución aquí en Cuba el 95%, quizás más, nos considerábamos anticomunistas, aunque no sabíamos qué era el socialismo. Nos enseñaban con los libritos de Superman y de Tarzán y de El Halcón Negro. Uno de los muñequitos que nos gustaban mucho era El Halcón Negro. Recuerdo que era una escuadrilla de pilotos de combate (...) y a los comunistas los pintaban como sangrientos. El personaje chino, un cocinero llamado Chop-Chop era una caricatura racista. Eso nos lo enseñaban hasta en la escuela".

Del futuro anticipa: "Esta batalla (la de las ideas) es indudablemente compleja pero es vital. Hay que ver cómo se expresan nuestros niños, nuestros jóvenes. Hay que ver el nivel político que tienen. Eso también lo queremos masificar lo más ampliamente posible. Queremos masificar la cultura, la educación para defender nuestra identidad nacional, identidad socialista. Pero sobre todo, queremos enseñarles a nuestros jóvenes a pensar".

Nuestra historia aún se está escribiendo debe tomarse en cuenta como una importante contribución a la literatura memorialística cubana contemporánea.

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