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Papeles de una nueva edad dorada
Las ediciones territoriales, gracias a las facilidades de
impresión fomentadas a lo largo del país como parte de uno de los
más hermosos programas de la Revolución en el campo cultural,
diversifican y multiplican el rostro de la literatura cubana
La holguinera Kenia Hidalgo sentiría una enorme frustración si
sus versos laureados con el Premio Adelaida Mármol todavía durmieran
el sueño de la ineditez.
 Lourdes
González, al frente de Ediciones Holguín
José Alberto Lezcano era desde hacía mucho tiempo una autoridad
en la crítica cinematográfica. Pero fuera de Pinar del Río muy
pocos podían tomarle el peso al calibre de esa pasión de no haber
sido por la publicación de La magia en el laberinto, un
impresionante recorrido por las mejores películas de todos los
tiempos.
Cuánto habrían perdido los pineros de uno de los rasgos más
singulares de su propia identidad, si la larga faena de Nancy Oropesa
Barceló para registrar los testimonios de la colonia japonesa de lo
que es hoy la Isla de la Juventud hubiera quedado sepultada en el
olvido.
 Los
jóvenes lectores se identifican con las propuestas de las ediciones
territoriales.
Este es solamente el caso de tres de los 2 131 autores que hasta
diciembre pasado, a lo largo de poco más de cinco años, se han
beneficiado de las ediciones territoriales diseminadas a lo largo del
país.
Todos se han involucrado en una de las más formidables y hermosas
aventuras emprendidas al calor de la justa Batalla de Ideas: el
Programa de Ediciones Territoriales.
Pueden identificarse dos momentos germinales. En septiembre de
1999, antes de que el país se levantara como una ola para reclamar la
devolución del niño secuestrado por la mafia anticubana del sur de
la Florida, Fidel participó en una reunión nacional de directores
municipales de Cultura que sesionaba en el teatro de EXPOCUBA.
Allí, en animado diálogo, se interesó por una experiencia del
municipio holguinero de Báguanos, donde, en muy precarias condiciones
pero con enorme voluntad de hacer, se habían cosechado logros en la
difusión del talento literario local a partir de pequeñas ediciones
artesanales.
 Producción
editorial de la provincia Granma.
El Comandante en Jefe reflexionó entonces en torno a lo que
podría aportar a la cultura y a la promoción de las tradiciones e
historia de las comunidades el desarrollo de sistemas editoriales en
los territorios.
Los asistentes al encuentro deben recordar cómo se lamentó de
cuántos talentos se estarían perdiendo por no contar con
posibilidades de dar a conocer su obra, así fuera en modestas
tiradas.
Ese día aseguró: "Estamos en condiciones de librar una
guerra de todo el pueblo por la cultura".
Un segundo momento sobrevino después, cuando un torbellino de
ideas revolucionarias comenzó a desatarse en medio de la sostenida
lucha por poner fin a la infamia del niño plagiado en Estados
Unidos.
Había terminado la Feria Internacional del Libro de La Habana
2000 y Fidel se reunió con los organizadores, editores y un nutrido
grupo de escritores en el Palacio de Convenciones.
Entonces, precisó la inversión que haría posible, en breve
plazo, la multiplicación de la capacidad editorial en los
municipios, a partir de computadoras e imprentas propias. "Lo
importante —dijo— es que el escrito quede, el pueblo lo vea y el
autor se estimule".
Pronto llegaron a las catorce provincias y al municipio especial
Isla de la Juventud computadoras, guillotinas, presilladoras e
insumos para el trabajo editorial. Y las máquinas de impresión
Risograph. El nombre abreviado de estos últimos equipos definió lo
que ya todos conocen como la revolución de la Riso.
CALIDAD, PRINCIPIO IRRENUNCIABLE
Desde las perspectivas de las realizaciones ya conseguidas,
quizá el mayor desafío se sitúe en el dominio de las artes del
libro. Al respecto, Fernando León Jacomino, vicepresidente del
Instituto Cubano del Libró comentó para Granma:
"Aspectos como la calidad editorial son objeto de discusión.
Unas provincias han avanzado más que otras en cuanto al diseño y
presentación de los materiales. Pero si uno ve las primeras
ediciones y las compara con las de tiempos recientes, estará de
acuerdo en que desde cualquier lugar de Cuba se puede realizar una
publicación digna y hermosa.
"También debatimos —añadió Jacomino— el volumen de
las tiradas, la promoción, circulación, y los consiguientes
niveles de satisfacción de los autores, la presencia de estos
títulos en las bibliotecas. La supuesta búsqueda a ultranza de una
sospechosa representatividad territorial, entre otros, deviene, en
ocasiones, tema de conversación en los eventos o reuniones de
autores celebrados en todo el país. Sin embargo, muchas veces se
atribuyen a la instancia superior decisiones que solo toman los
consejos editoriales y comités de lectores, compuestos en gran
medida por los más importantes escritores e intelectuales de su
ámbito. La cantidad de títulos que cada editorial se propone
publicar al año no responde a cifras directivas, cuotas
centralizadas ni a condicionamientos que no sean la calidad de cada
propuesta y su previa concertación con el movimiento autoral del
territorio, lo cual no excluye, por supuesto, la incesante búsqueda
de nuevos autores independientemente del lugar donde residan,
motivación inicial y principal objetivo del proyecto.
"Tampoco existen reglas que impidan la reedición de un
título de calidad y amplia demanda, ni leyes que establezcan que
todos los títulos tengan que producirse en tiradas de 500
ejemplares. De hecho, el promedio de ejemplares por título en el
2005 rondó los 700, lo que significa que al menos un 30% de lo
producido tuvo tiradas de entre 500 y 1 000 ejemplares. Plantearnos
el problema de manera sistémica, teniendo en cuenta la peculiaridad
de que estos proyectos, a diferencia de las editoriales nacionales,
concentran los procesos editorial y poligráfico en un mismo y
reducido equipo de trabajo."
Para la escritora Lourdes González, al frente de Ediciones
Holguín, estos años han representado "jornadas retadoras pero
que bien valen la pena". En su caso le satisface haber
contribuido a dinamizar la vida literaria holguinera, una de las
más florecientes del país.
EN EL ESPEJO DE LA FERIA
Las páginas de esta nueva edad dorada estarán presentes, como
se ha hecho habitual desde su primer año de existencia, en la Feria
Internacional del Libro.
En las estanterías de La Cabaña se podrá admirar y adquirir
títulos de las editoras territoriales y dialogar con una
representación de sus autores.
Pero de manera especial ese contacto se hará mucho más cercano
cuando la Feria se multiplique por otras ciudades. Los lectores de
cada provincia van sintiendo cada vez más suyos los hitos de sus
escritores, y lo manifiestan en esos encuentros.
A la revolución de la Riso hay que atribuirle el indudable
crecimiento de los perfiles de la literatura nacional. La poetisa
santiaguera Teresa Melo lo ha dicho con precisión: "Siendo
cierto que el cuerpo de una literatura lo forma lo que vemos impreso
en blanco y negro, cuánto más se ha hecho visible ese cuerpo,
ahora que también radiografiamos sus venas y arterias
escondidas".
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