Reseñas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe hasta el 2002

ENRIQUE MONTESINOS *

1926: I Juegos, México D.F.

Catorce naciones tenían derecho a participar en los I Juegos, según especificaba el Reglamento General hecho público con antelación al certamen. También podían intervenir las mujeres en voleibol, natación y tenis, siempre y cuando tuviesen más de quince años. Pero finalmente solo estuvieron en la liza tres países y ninguno llevó atletas femeninas.

  Esto no le resta méritos a la primera fiesta deportiva regional, sin duda un acontecimiento histórico, cuya inauguración en la mañana del 12 de octubre (cierre el 2 de noviembre) fue intencionalmente planificada para coincidir con el aniversario 434 de otro momento cumbre: el arribo de Cristóbal Colón a tierras de América.

  Un total de 269 atletas varones de México, Cuba y Guatemala, el trío de respetados fundadores, se encargaron de dar vida a estas competencias, aunque los principales rivales fueron mexicanos y cubanos, puesto que los guatemaltecos apenas compitieron en algunas pruebas de atletismo, el relevo libre de natación, la esgrima y el tiro.

  Los anfitriones hicieron valer en el terreno deportivo su mayor calidad y preparación en las condiciones de altura de la sede, imponiéndose en las lides de atletismo, natación, tiro, tenis y baloncesto, en tanto que los cubanos dominaron en béisbol, invictos, y en esgrima.

  Campeones sobresalientes fueron el esgrimista cubano Ramón Fonst, primer campeón olímpico latinoamericano (San Luis-1904) y el clavadista mexicano Federico Mariscal.

  El primero mayoreó a su antojo en las tres armas: florete, espada y sable, con un total de 24 victorias frente a un revés y solo siete toques recibidos en toda la contienda. Mariscal, por su parte, se mostró impecable durante las ejecuciones que le dieron una tripleta de medallas de oro en las pruebas de trampolín y plataforma.

 

1930: II Juegos, La Habana

Nueve países y un total de 632 competidores animaron los II Juegos Centroamericanos, celebrados en La Habana entre los días comprendidos del 15 de marzo al 5 de abril de 1930.

  A solo cuatro años de su fundación, los Juegos iban tomando fuerza en cuanto a su importancia internacional, aunque conseguirlo no resultó fácil.

  Los organizadores visitaron previamente a los países para precisar su disposición de participar y poco antes de la cita dos embarcaciones de la Marina de Guerra, los cruceros Cuba y Patria, zarparon con la misión de recoger en los puntos acordados a la mayoría de las delegaciones.

  México, con una delegación de 139 atletas, segunda del evento después de la cubana (237), se trasladó a bordo del vapor Coahuila, en tanto los representantes de Puerto Rico fueron los únicos que utilizaron la aviación como medio de transporte.

  Los II Juegos, como era de esperarse, significaron una avalancha de triunfos para los deportistas cubanos, quienes se titularon en atletismo, béisbol, fútbol, esgrima, tenis, natación y tiro, en tanto México revalidó su dominio en baloncesto y clavados, además de obtenerlo en voleibol, deporte de nueva inclusión junto al fútbol.

  En el tenis se produjo por primera vez la participación de la mujer latinoamericana en competencias deportivas de carácter regional. Fueron seis cubanas, quienes compitieron entre ellas al no presentarse tenistas de otros países.

  Ramón Fonst, famoso esgrimista triple titular en los I Juegos, fue de nuevo gran baluarte para Cuba en ese deporte. Repitió sus victorias en florete y espada sin recibir un solo toque en 21 combates ganados y en sable llevaba cinco éxitos consecutivos, todos por 5-0, cuando una lesión en un tobillo le obligó a retirarse de la competencia.

  Como datos curiosos tenemos que el baloncesto para varones tuvo que decidirse en un juego extra que México ganó a Cuba por 22-15 y que en béisbol el cetro cubano frente a seis rivales no fue en calidad de invicto, pues el serpentinero mexicano Barradas lanzó para cuatro jits y su equipo dominó por 2-1 el juego particular.

  En el atletismo, Cuba casi duplicó la cantidad de puntos lograda por México (203 por 120), pero fue el panameño Regi nald Bedford la figura cumbre de este deporte, con medallas de oro en 200 y 400 metros planos, así como de bronce en 100 y 4 x 100.

 

1935: III Juegos, San Salvador

El 3 de abril de 1930 en el edificio habanero del Vedado Tennis Club, la Junta General de Delegados aprobó a la capital salvadoreña para organizar la próxima cita en 1934, aunque la fecha no podría cumplirse por la calamidad que significó el azote de un terremoto al pequeño país centroamericano en junio del último año mencionado.

  Los salvadoreños no renunciaron a celebrar el certamen regional y pidieron una prórroga para el período comprendido entre el 16 de marzo y el 5 de abril de 1935, la que en definitiva fue aprobada y de esa forma se produjo la primera alteración en cuanto a la secuencia cuatrienal de la cita.

  El programa de competencias de estos Juegos creció hasta 14 con la introducción de deportes de combate como el boxeo y la lucha, además de la equitación y el golf.

  El número de atletas también continuó aumentando, con 741 y por primera vez hubo resultados oficiales para el sector femenino al presentarse las damas en natación y baloncesto, pues el voleibol tuvo carácter de exhibición.

  En el aspecto formal se produjeron hechos importantes. La denominación oficial cambió, conociéndose la competencia desde entonces como Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, para oficializar la participación de las islas caribeñas. También se creó una Comisión Técnica Permanente, a fin de eliminar la disparidad de criterios en muchas cuestiones referidas a la organización de estos certámenes.

  No obstante la entrada de Nicaragua como nueva nación competidora, el número de países contendientes de mantuvo en diez, por cuanto Jamaica, asistente a los II Juegos, no pudo repetir su participación.

  Otra vez mexicanos y cubanos, las dos potencias deportivas del área, volvieron a repartirse los máximos honores en todas las disciplinas convocadas, excepto la del golf, donde resultó triunfador el salvadoreño Escobar.

  En el atletismo, donde Cuba volvió a imponerse de forma general, la sorpresa corrió a cargo de los especialistas puertorriqueños en las pruebas de campo, pues obtuvieron cuatro coronas en jabalina, bala, pértiga y salto de altura.

  La natación fue otro triunfo total para Cuba, mientras México seguía dueño de los cetros en clavados. Y en béisbol se produjo el tercer campeonato consecutivo de Cuba, pero de nuevo con un revés en nueve encuentros, éste a manos del panameño Evans.

  Y en la esgrima se produjo el lamentable hecho de la retirada en masa del equipo cubano, encabezado por su doble campeón olímpico y multimedallista centroamericano Ramón Fonst. Se alegó para ello la parcialidad e incompetencia del jurado que actuó en la especialidad de florete.

 

1938: IV Juegos, Ciudad Panamá

Ciudad Panamá ofreció los Juegos del 5 al 24 de febrero de 1938, con lo cual quedó restablecida la frecuencia cuatrienal en años pares que no fuesen olímpicos, como se había acordado originalmente.

  Nuevos deportes continuaron engrosando el programa de los Juegos: polo acuático, levantamiento de pesas, frontenis y ciclismo, para elevar a 18 el total. Además otros crecieron con nuevas pruebas y el sector femenino siguió desarrollándose con su presencia en atletismo y esgrima.

  De forma singular, se instauró un Concurso de Bellas Artes, que abarcó arquitectura, escultura, pintura, grabados, caricaturas, artes gráficas, literatura y música. Todas las obras debían tener relación con el deporte o la idea olímpica. Adicionalmente también hubo un torneo de ajedrez, otro de pentatlón juvenil, la elección de un reinado deportivo entre bellas jóvenes y la celebración de un congreso de redactores deportivos.

  El número de participantes por primera vez superó el millar, con 1 151, de ellos 174 mujeres que compitieron oficialmente. Colombia y Venezuela comenzaron a prestigiar con su presencia estas lides, en tanto que Jamaica retornó a ellas y Guatemala tuvo su primera ausencia. En resumen, diez naciones estuvieron presentes.

  Por poco los panameños construyen una Villa Centroamericana, pero el proyecto fue desechado y los visitantes albergados en colegios. En el estadio donde se desarrolló la inauguración se vieron volar palomas por primera vez en los Juegos. Las aves, símbolo de paz, tenían los colores de todos los países del circuito.

  Puerto Rico ofreció la mayor sorpresa en atletismo, al duplicar la cantidad de títulos de la justa anterior, con ocho, en tanto Panamá y Jamaica obtenían otros tantos a partes iguales, dejando a cubanos y mexicanos con apenas tres y dos, respectivamente.

  Caso singular para el baloncesto. El torneo masculino disputado por el método de doble eliminación se decidía con el partido entre México y Panamá, pero los jefes de esas delegaciones decidieron no efectuarlo "por encontrarse sumamente agotados sus jugadores" y en consecuencia los organizadores optaron por dejar desiertos los dos primeros lugares, según reza en la Memoria Oficial de los Juegos. Y en el femenino sucedió exactamente lo mismo entre esos países.

  El béisbol de Cuba ganó por cuarta vez consecutiva, ésta vez con la condición de invicto y destaque para el lanzador Agapito Mayor, quien obtuvo cuatro de las cinco victorias.

  En el boxeo llamó la atención la retirada del equipo cubano, como consecuencia de la negativa a que uno de sus púgiles repitiese una pelea en la que antes había sido declarado vencedor.

  Entre los nuevos acuerdos de la Junta General de Delegados estuvo el de adoptar como emblema oficial de los Juegos el mismo que se venía utilizando desde 1926, consistente en tres discos unidos por una jabalina. También se definió celebrar los V Juegos del 5 al 25 de marzo de 1942, en... San José, Costa Rica

 

1946: V Juegos, Barranquilla

Por primera vez una ciudad sin el rango de capital de nación servía de sede a los Juegos. Por ocasión inicial el certamen tenía como asiento territorio sudamericano, según los términos geográficos. Y era la primera oportunidad (por cierto única hasta la etapa actual) en que se competiría luego de ocho años, al verse interrumpida la frecuencia cuatrienal de celebración.

  San José, Costa Rica, en fecha tan próxima como tres meses después de los IV Juegos, descartó la posibilidad de organizar la siguiente edición, por lo que la colombiana Barranquilla, derrotada en la votación por siete a cuatro, aprovechó su condición de suplente para rápidamente asumir el papel principal, y sobre todo mantenerlo el tiempo suficiente, pues la II Guerra Mundial ensombreció el globo terráqueo y la cita regional de 1942 corrió igual suerte que las competencias olímpicas de 1940 y 1944.

  Desde el 8 al 28 de diciembre de 1946 tuvieron lugar esos V Juegos de Centroamérica y el Caribe, caracterizados por cifras topes en cuanto a participación, con 1 540 deportistas de 13 países, entre los cuales hicieron su debut República Dominicana, Curazao (Antillas Holandesas) y Trinidad-Tobago.

  El programa de deportes creció ligeramente, pues si bien se  acordó eliminar la equitación por considerarse una disciplina muy cara, se introdujeron lides en gimnasia artística (gimnástica) y softbol, esta última exclusivamente para damas.

  El atletismo constituyó una de las grandes atracciones en los Juegos, con la presencia de calificados corredores que más adelante serían estrellas olímpicas, como los jamaicanos Arthur Wint, doble campeón en 400 y 800 metros planos, y Herbert McKenley. También apareció el cubano Rafael Fortún, ganador de los 100 metros, para el primero de sus tres éxitos consecutivos, único en lograrlo en esa prueba hasta nuestros días.

  Lo del béisbol fue bien sorprendente, pues el cuatro veces campeón equipo cubano fue relegado al tercer lugar, destacándose las dos blanqueadas de cinco jits que recibió por parte del lanzador colombiano Carlos Rodríguez.

  Sin embargo, los cubanos ganaron por primera vez el voleibol, tras el choque decisivo frente a Puerto Rico, y en el baloncesto continuó el dominio mexicano en ambas ramas, elevándose a cinco las coronas consecutivas en masculino.

 

1950: VI Juegos, Ciudad Guatemala

El 8 de febrero de 1950 se cumplió al fin el anhelo de Guatemala de celebrar los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Ese día se desarrolló la ceremonia de apertura de la sexta edición, cuyas actividades competitivas se  extendieron hasta la clausura el 12 de marzo.

  Haití se integró al firmamento de las naciones competidoras, que esta vez fueron 14, en tanto concurrieron un total de 1 390 atletas, de ellos 296 en el sexo femenino.

  El número de deportes se mantuvo en 19, pues quedaron ausentes el frontenis y el softbol pero retornó la equitación, y la modalidad de bolos hizo su primera aparición en el programa, cuyo número total de pruebas premiables quedó ampliado a 115, ocho más que en la cita precedente.

  Rafael Fortún cosechó su segundo éxito seguido en los 100 metros, además de ser subtitular en 200 y campeón en el 4 x100, mientras que Puerto Rico volvió a evidenciar su dominio en las especialidades de campo con siete victorias, seis de ellas con récords para los Juegos.

  También en atletismo, pero clasificación femenina, Jamaica descolló con cinco triunfos en siete pruebas disputadas y brillo especial para su corredora Hyacinth Walters, monarca en 50 y 100 metros planos, así como en el relevo 4 x 100.

  México mayoreó en 14 de las 15 finales masculinas de natación, en tanto que Joaquín Capilla no tuvo rivales en los clavados desde trampolín y plataforma. También arrasaron las nadadoras mexicanas en el sector femenino.

  Cuba reconquistó el título en béisbol, invicto en siete salidas, dominó el boxeo, confirmó su virtuosismo tradicional en la esgrima y volvió a admirar con la calidad de sus gimnastas, quienes coparon todos los premios de oro plata y bronce en ocho modalidades.

  A México correspondió otro éxito en baloncesto y sus representantes brillaron además en ciclismo, equitación, tenis, tiro, voleibol y bolos. Ese país encabezó la tabla general de medallas.

 

1954: VII Juegos, Ciudad México

La capital mexicana había quedado como suplente a la hora de determinar por primera vez la sede de los VII Juegos. El honor recayó originalmente en Ciudad Panamá, para organizarlos por segunda vez, pero los istmeños comunicaron en 1952 la imposibilidad de cumplir tal compromiso y de esa forma resultó México el primer país con doble celebración.

  Los mexicanos tomaron en serio la responsabilidad y en abril de 1953 se reunió en su territorio el Congreso Técnico, determinándose un nuevo Reglamento General y un nuevo Programa para esos Juegos. Quedó en 19 el número de deportes celebrados, pues el remo fue suspendido al no acudir nadie a la convocatoria.

  Hubo una docena de naciones representadas, dos menos que en la reunión precedente, y también descendió ligeramente el número de participantes, con 1 321 en los dos sexos.

  Llamaron la atención dos innovaciones introducidas por los organizadores durante la ceremonia de apertura en el estadio de la Ciudad Universitaria, el 5 de marzo de 1954. Una fue el encendido del pebetero con la llama centroamericana surgida del auténtico ritual en el Cerro de la Estrella. La otra la utilización de un coro gigante integrado por 5 000 jóvenes de escuelas secundarias, quienes entonaron el Himno Nacional y el de los VII Juegos, este último oficializado posteriormente por la Junta General de Delegados como Himno de todos los Juegos.

  El atletismo tuvo esta vez como ganador absoluto a Cuba, con 7-3-3 medallas en tanto Puerto Rico y Jamaica quedaban con tres doradas per cápita.

  Rafael Fortún no solo rubricó su importante hazaña de ganar por tercera vez los 100 metros, sino que también se mantuvo imbatible en todas las carreras clasificatorias y de semifinales en esa electrizante prueba.

  Por otro lado, la superioridad acuática de México alcanzó al polo, con victoria sobre Jamaica, en tanto sobre la cancha de baloncesto se produjo algo similar a lo acontecido en Ciudad Panamá-1938, cuando mexicanos y panameños se quedaron sin definir el cetro masculino por falta de condiciones apropiadas. México, que ya había superado a Panamá en un choque previo, se consideró como titular del certamen.

  En el lado de las ausencias, una de las más lamentables fue la del béisbol cubano, por falta de fondos, de forma que ese deporte tuvo un torneo pobre con solo cuatro novenas contendientes. La clausura aconteció el 20 de marzo.

 

1959: VIII Juegos, Caracas

Cuando en México definieron la sede de los VIII Juegos a favor de Caracas, la fecha acordada fue del 2 al 18 de diciembre de 1958, pero las autoridades deportivas no contaron con las elecciones generales de Venezuela, fijadas para el día 7 de ese propio mes.

  Entonces el deporte tuvo que ceder y aunque los Juegos se trasladaron para una etapa bien cercana, del 6 al 15 de enero de 1959, por segunda vez formalmente se vio alterada su frecuencia cuatrienal.

  Otro aspecto de indudable importancia fue que Cuba, designada como primer suplente para organizarlos, ni siquiera pudo asistir como competidora a Caracas, privando a los Juegos de la indiscutible calidad de sus deportistas.

 Todos los pasos previos para la participación se habían cumplido, pero el colapso de la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista a finales de 1958, y el triunfo  de la Revolución el primero de enero de 1959 conmocionaron a la Isla de tal forma que todo lo demás resultó secundario. De esa forma, México quedó como el único país del área que ha estado presente en todas las ediciones del evento regional.

  Además de Cuba, aunque por causas diferentes y sin igual repercusión, no comparecieron Honduras, Haití y República Dominicana, por lo que se mantuvo la baja cifra de doce naciones participantes, independientemente del debut de los guyaneses.

  También disminuyeron los atletas participantes, con 1 150, y los deportes convocados se quedaron en 17 al quedar fuera del programa los torneos de bolos y golf, en el segundo caso de forma definitiva hasta la actualidad.

  Puerto Rico dominó el atletismo, México volvió a barrer en natación y también arrasó con los cinco títulos en tenis. Venció en polo acuático, fútbol, voleibol y en el certamen femenino de baloncesto, pues en masculino dividió fuerzas para asistir por la misma fecha al Campeonato Mundial de Chile y El Salvador se convirtió en sorpresivo campeón por delante también de los panameños.

  Sin Cuba, no hubo presión en general para México, país que comandó con holgada ventaja la tabla de medallas, seguido por Venezuela, al aprovechar su condición de anfitriona (suprema en tiro, gimnasia, boxeo y esgrima) y por Puerto Rico, con buena labor en pista y campo y otros merecidos éxitos, como el de béisbol.

 

1962: IX Juegos, Kingston

Al reunirse en Caracas la Asamblea General de Delegados se informó que no había ninguna petición de sede. Tras el debate se acordó otorgársela a Puerto Rico, con la particularidad de tener el voto en contra del propio delegado boricua.

  Dos días después se supo que aquél tenía razón, pues las autoridades de su país no aceptaron la encomienda. Entonces Jamaica cobró relevancia en su posición de suplente, pero con grandes preocupaciones por el elevado costo que para un país pequeño significaba ofrecer los Juegos.

  El 13 de mayo de 1959 hubo un Congreso Extraordinario en Jamaica donde se tomaron importantes acuerdos para el abaratamiento de estas citas y el 25 de agosto del propio año, en Chicago durante los III Juegos Panamericanos, se produjo una nueva Asamblea de los Delegados en la cual se ratificó la sede para Kingston, del 15 al 28 de agosto de 1962, a la vez que resultó aprobado el proyecto de creación de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (ODECABE).

  Otra reunión de los mismos delegados tuvo lugar en Ciudad México del 8 al 11 de febrero de 1960 y en la misma quedó oficializada la ODECABE al aprobarse su proyecto de Estatutos. Su primer presidente, elegido por aclamación, fue el general José de Jesús Clark Flores, de México, quien en su responsabilidad de representante del Comité Olímpico Internacional había luchado mucho por la estabilidad y el desarrollo del deporte en la zona.

  Jamaica, con la particularidad de ser el primer país de habla inglesa --y el único hasta ahora-- en funciones de anfitrión, demostró que una nación pequeña y con escasos recursos puede resultar una digna organizadora.

  En definitiva la arrancada fue el 11 de agosto en el Estadio Nacional, en el cual desfilaron delegaciones de 15 países con un total de 1 559 competidores, cifras máximas hasta entonces. Bahamas y Barbados, otras dos islas angloparlantes, comparecieron por primera vez al certamen.

  Y como esos IX Juegos estuvieron lejos de ser considerados gigantes, sino todo lo contrario, el número de deportes convocados disminuyó a 16 no obstante el debut de las velas, pues la gimnasia y la equitación corrieron con la peor suerte en el programa. En general solo 112 pruebas se disputaron, por debajo de la cifra de Ciudad Guatemala-1950.

Cuba retornó al escenario de los Juegos, pero en una etapa de plena renovación, de cambios profundos. Los cimientos de su deporte estaban siendo removidos y los resultados favorables vendrían más adelante.

  De esa forma México volvió a ser el principal ganador, seguido de Venezuela en la tabla de medallas, donde por segunda y última vez los deportistas cubanos aparecieron en tercer lugar (la anterior fue en Ciudad Panamá-1938).

 

1966: X Juegos, San Juan

Puerto Rico tuvo el honor de organizar por primera vez los Juegos del 11 al 25 de junio de 1966. Jamaica había podido y eso resultó suficiente para otra isla con gran tradición en el campo deportivo.

  En el preludio de ese certamen lo más llamativo resultó el intento de evitar la participación cubana.

  El deporte internacional no toleró semejante tipo de discriminación y hubo que invitar a Cuba, pues reclamó su derecho a participar y los Juegos no habrían podido celebrarse sin su presencia, según los reglamentos olímpicos.

  No faltaron otras presiones para perjudicar los intereses cubanos, neutralizadas éstas por la audaz decisión que significó la aparición frente a las costas boricuas de toda la delegación a bordo del buque Cerro Pelado.

  Como única alternativa lógica se le permitió desembarcar y si en el mar habían causado sensación, una vez en tierra los deportistas cubanos continuaron impresionado durante esos X Juegos, donde se batieron los récords de asistencia, con 18 países y 1 689 deportistas.

  En el capítulo de naciones, la debutante fue Islas Vírgenes, mientras que en el de los deportes la misma categoría fue para el judo. El número de pruebas disputadas tuvo un buen aumento hasta 138.

  En el atletismo descollaron en general los cubanos con nueve medallas de oro, 14 de plata y 16 de bronce, pero individualmente impresionaron el saltador guatemalteco Teodoro Flores Palacios con su tercer título consecutivo en salto de altura, y los hermanos puertorriqueños Rolando y Rubén Cruz con la misma faena en pértiga ligando oro y plata respectivamente.

  También Cuba ganó el béisbol, la esgrima, lucha, el polo acuático y el voleibol en ambas ramas, impresionando tanto a los amigos como a sus detractores por los adelantos experimentados.

  Sin embargo, México defendió bien su prestigio y apoyado en sus nadadores, clavadistas, judocas, tenistas y ciclistas, entre otros, volvió a encabezar —aunque sería por última vez— la tabla general de medallas.

  Los anfitriones, tercer lugar merecido, tuvieron dos satisfacciones inmensas en la victoria de su equipo varonil de baloncesto y en la colosal faena de su nadadora Ann Lallande, quien conquistó nada menos que diez medallas de oro y fue declarada la reina de los Juegos.

 

1970: XI Juegos, Ciudad Panamá

Durante el Congreso de la ODECABE celebrado en Puerto Rico se conocieron las peticiones de Panamá y Cuba para organizar los XI Juegos. Panamá resultó la triunfadora por 14 votos a 2 y además San Salvador quedó como suplente.

  La cita regional se efectuó por segunda vez en tierra istmeña a partir del 28 de febrero de 1970 (hasta el 14 de marzo) y demostró haber llegado a su mayoría de edad con récord de veinte naciones participantes, entre ellas por primera vez Suriname y Belice (Honduras Británicas).

  El número de atletas asistentes sobrepasó por primera vez los dos millares (2 095), pese a que el programa deportivo disminuyó a 16 especialidades con la salida del tenis y las velas, aunque la gimnasia retornó. Sin embargo, continuó creciendo el número general de pruebas premiadas, con 155, sobre todo debido a que en pesas se repartieron medallas en cada uno de los tres movimientos: fuerza, arranque y envión, así como en el total, anteriormente el único galardonado.

  Esos Juegos, al decir de los técnicos de la región, pasaron a la historia como los "Juegos de Cuba", pues jamás país alguno había mostrado tanta superioridad sobre el resto de los contendientes.

  Los cubanos, que habían evidenciado ostensibles adelantos en la cita anterior borinqueña, dieron en la capital panameña el salto cualitativo esperado gracias a los nuevos conceptos aplicados en la preparación de sus deportistas, la ayuda gubernamental, y la política aplicada de convertir al deporte en un derecho de todos los ciudadanos.

  Solo México en natación y clavados, así como en voleibol femenino, Colombia en ciclismo y Panamá en la justa varonil de baloncesto, pudieron sobresalir frente a la pujante delegación cubana, que en muchas especialidades, copó todos las plazas en los podios de premiaciones o ganó la totalidad de las pruebas efectuadas, como fue el caso de las correspondientes al atletismo femenino, para una proeza inédita.

  Hubo un hecho que puede caracterizar la fenomenal faena cubana. El equipo de polo acuático no solo ganó sus ocho partidos por abultados marcadores, con un total de 139 goles anotados, sino que también impidió a todos perforar su valla, excepto al puertorriqueño Irving Betancourt, quien se debatió entre la gran alegría por ser el único y la pena que de cierta forma le causó impedir una labor perfecta.

 

1974: XII Juegos, Santo Domingo

Los Juegos continuaron su marcha creciente durante la decimosegunda edición que tuvo lugar en Santo Domingo, la capital de República Dominicana, por cierto cuarta ocasión en ser celebrados en una isla caribeña.

  El 27 de febrero de 1974 se desarrolló la ceremonia inaugural y en ella estuvieron presentes los 23 países que en esa fecha integraban la ODECABE, incluida Bermudas, por primera vez asistente con deportistas. La clausura, el 14 de marzo.

  El total de atletas ascendió a 2 052, mientras que el de deportes a 18, con el retorno de las velas, el softbol esta vez en los dos sexos, y el tenis, aunque los esgrimistas lamentaron profundamente la ausencia por primera vez de su deporte en la convocatoria de los Juegos.

  Los resultados de las competencias no dejaron la más mínima duda sobre el país ganador. Los cubanos resultaron los más destacados en 14 de los 18 deportes y en la cuenta de medallas ni hablar.

  Su total de premios fue más del doble que el de México, segundo lugar, mientras que los metales dorados conquistados sobrepasaron en 31 la cifra de todos los demás países juntos (101 por 70) y en tres la propia cosecha cubana de cuatro años antes.

  Ello fue posible por el aumento de nuevas pruebas (ascendieron a 170) en algunos deportes, pues a Cuba no les habían resultado ciertamente favorable las ausencias de la esgrima y la modalidad de fuerza en levantamiento de pesas, donde era ampliamente favorita.

  Los cubanos llegaron al extremo de ganar por primera vez el torneo masculino de baloncesto y hasta destronar a México en el femenino de clavados. En la gimnasia ganaron todas las medallas de oro, plata y bronce. Y en el voleibol los varones no perdieron un set, mientras las muchachas solo uno en el fructífero esfuerzo de arrebatar la supremacía a sus colegas mexicanas.

  México, además de la natación y el tenis, se llevó el cetro masculino en softbol, deporte que en el femenino tuvo como digno campeón al elenco de Belice, cuya nota descollante corrió a cargo de la lanzadora Linda Lewis.

  Ella evidenció ser una deportista fuera de serie, al actuar en todos los juegos de su equipo, con terrífico balance positivo de nueve triunfos y un solitario revés.

 

1978: XIII Juegos, Medellín

La máxima fiesta deportiva regional regresó a tierras colombianas luego de 32 años, pero se mantuvo la característica de no ser la capital del país el centro de los Juegos. Si en 1946 la anfitriona fue Barranquilla, en 1978 Medellín tuvo a su cargo organizar la XIII edición, del 7 al 22 de julio.

  Fue la culminación de un prolongado esfuerzo que hizo la ciudad, bajo el lema Compromiso de Todos, para celebrar el certamen sin ostentación, aunque con suficiente dignidad.

  Guyana y Honduras no pudieron estar presentes por problemas económicos y de esa forma concurrieron 21 de los 23 países invitados oficialmente.

  En el caso de los deportistas su número se elevó a 2 605, de los cuales 648 fueron mujeres, en prueba de la constante incorporación de aquellas a la práctica del deporte de alto rendimiento.

  La esgrima regresó al programa, pero el deporte de velas lo abandonó entre otras cosas por tratarse de una ciudad enclavada en la zona montañosa del Gran Sistema de Los Andes. De todas formas el número de deportes creció, con el debut de la natación sincronizada, y también la cuantía de las pruebas disputadas, en esta ocasión 188.

  En el atletismo descollaron las actuaciones de estrellas como Silvio Leonard, Alberto Juantorena, Silvia Chivás y Aurelia Pentón, entre ellos, a dos per cápita coparon todos los metales dorados en las carreras de 100 hasta 800 metros planos, y después obtuvieron medallas adicionales en los relevos. Varios de los récords implantados por estos corredores fueron de tanta calidad que aún mantienen su vigencia.

  Los llamados escarabajos colombianos se distinguieron como era de esperar en ciclismo, mientras los mexicanos continuaron dominando la natación y los puertorriqueños gozaron a plenitud con la coronación en la justa varonil de baloncesto.

  Uno de los acontecimientos más sonados, aunque los boricuas no quisieran recordarlo, fue el racimo de nada menos que 24 carreras anotado por la novena beisbolera de Cuba en la tercera entrada del juego que momentáneamente perdía por 2-0 frente a Puerto Rico. Hubo 27 cubanos al bate, los cuales conectaron 17 jits, entre ellos 9 cuadrangulares, un triple y par de dobletes. Parece uno de esos récords que jamás podrán batirse.

Por otro lado, según proposición de los mismos cubanos, la ODECABE había acordado reducir a dos atletas por prueba la participación de cada país, en lugar de los tres permitidos desde la creación de los Juegos. De esa forma se evitaba el acaparamiento del podio de premiación por un solo país, reservando al menos la medalla de bronce para otro.

 

1982: XIV Juegos, La Habana

En Medellín la despedida fue "Nos vemos en Mayagüez", pero los sueños de las autoridades deportivas de esa zona puertorriqueña y del país en general no pudieron cumplirse por falta de la ayuda necesaria del Gobierno.

  Con poco más de un año para la fecha prevista, Cuba aceptó la misión de rescatar la continuidad cuatrienal de los Juegos y ofreció su edición número catorce en La Habana, del 7 al 18 de agosto, con subsedes en las ciudades de Santiago de Cuba, en el extremo oriental, y Cienfuegos, al centro.

  En definitiva tomaron parte en los Juegos un total de 22 naciones, con la entrada de Granada e Islas Vírgenes Británicas. Los gobiernos de Honduras y El Salvador no permitieron la asistencia de sus delegaciones, en tanto el Comité Olímpico de Colombia no solucionó sus alegadas dificultades económicas.

  La cantidad de competidores se elevó a 2 799 y entre ellos hubo algunos tan avezados como la cubana Hilda Ramírez, quien después de cinco citas consecutivas animando las lides de atletismo, siempre con medallas al cuello, se apareció en la sexta como… ¡softbolista!

  Un hecho sin precedente fue la ausencia de cercas en torno a la Villa Centroamericana, ni divisiones entre las áreas reservadas para las mujeres y los hombres, sin que por ello se produjera incidente alguno.

  El programa de competencias abarcó esta vez 24 modalidades, pues retornaron a medir sus adelantos los especialistas en velas, mientras aparecieron por primera vez los de tenis de mesa, tiro con arco, remo y hockey sobre césped.

  En total se disputaron 247 diferentes pruebas individuales, casi 60 más que en la cita anterior. Los juegos continuaban creciendo a pasos de gigante.

  No faltaron sucesos descollantes en la arena deportiva. María Caridad Colón se convirtió en la primera mujer que en estas citas portó la antorcha para encender el pebetero en el estadio principal, durante el acto de apertura. Después, la flamante campeona olímpica de Moscú-80 ganó su segundo título regional en jabalina.

  Los dominicanos dieron la sorpresa al arrebatar a los cubanos el título en béisbol, algo así como “asesinar” a la afición deportiva local.

Los equipos cubanos de polo acuático y masculino de voleibol conquistaron el primer lugar por quinta vez en sucesión; en pesas Daniel Núñez estableció récord mundial en arranque y la escuadra cubana alcanzó las 30 medallas de oro.

  También los anfitriones lograron el total de premios dorados en esgrima y gimnasia, disciplina esta última donde apareció la primera calificación perfecta de 10 puntos...

 

1986: XV Juegos, Santiago de los Caballeros

Por segunda vez en apenas doce años los Juegos se organizaron en República Dominicana. Esta vez la responsabilidad recayó en la norteña ciudad de Santiago de los Caballeros, donde se efectuaron competencias en 22 diferentes deportes, desde la apertura el 24 de junio.

  Pero los XV Juegos contaron en total con 25, pues naciones como México y Cuba ayudaron a su celebración y según lo acordado sirvieron de escenarios apropiados para otros tres: remos y hockey sobre césped en el primero y esgrima en el segundo.

  Los cuatro deportes debutantes en La Habana continuaron acompañando a los tradicionales en el programa y además se desenpolvó la actividad de equitación, ausente desde Caracas-1959.

  La irrefrenable tendencia creciente de los Juegos se manifestó con nitidez en la cantidad de pruebas disputadas, ahora nada menos que 288, cuarenta más que en La Habana.

  Retornaron al seno de las competencias Honduras, El Salvador y Colombia, además se incorporaron activamente Islas Caimán y Antigua. Debido a que Granada había sufrido la invasión del país el total de miembros de ODECABE no estuvo presente, aunque la cifra de 26 significó nueva marca de participación.

  Tampoco tuvo antecedentes la cifra de competidores, que frisó los tres millares, exactamente 2 963 al contabilizarse los asistentes a las sedes alternas.

  Pasemos revista brevemente a algunos de los principales acontecimientos deportivos: los forzudos cubanos no pudieron imitar su barrida en pesas a causa del pesista venezolano Humberto Fuentes, quien le arrebató dos de oro; Cuba ganó la natación en el sector varonil, donde el surinamés Anthony Nesty, victorioso en mariposa, comenzó a demostrar que también los nadadores de piel negra podían obtener los más altos honores en ese deporte; y entre mujeres la costarricence Silvia Poll, de origen alemán, acaparó nada menos que diez de oro, todas con récords.

  Cuba ganó el polo acuático y el voleibol por sexta vez, así como venció en otros cinco torneos colectivos, entre ellos el béisbol, donde se sacó la espina frente a los dominicanos superándolos nada menos que 17 por 1. Aquellos fueron la gran decepción en su patio, al terminar en sexto lugar.

Panamá ensombreció a Puerto Rico al imponerse en baloncesto masculino; en lucha Cuba ganó los diez títulos en estilo grecorromano y los otros diez en el libre.

  Pese a que se procesaron más de 600 muestras, no se detectó ningún competidor involucrado en el uso de estimulantes prohibidos.

  En todo caso, los dominicanos volvieron a cumplir en el rol de anfitriones y, con la mente puesta en Cartagena, próxima cita, el 5 de julio fueron clausurados los XV Juegos.

 

1990: XVI Juegos, Ciudad México

Igual que lo hizo Cuba en 1982, México tendió su mano amiga en 1990 y salvó la continuidad de los Juegos, convirtiéndose adicionalmente en el primer anfitrión por tres ocasiones.

  Las autoridades de la ciudad colombiana de Cartagena tuvieron gran interés, mas la realidad económica resultó agobiante y no quedó otra alternativa que renunciar. Ciudad Guatemala salió al rescate, pero también tropezó con el valladar de la crisis económica, y abandonó en 1989.

  Ante la inminencia del desastre, México aceptó el reto de ofrecerlos con un tiempo mínimo de preparación, pues tenía todas las estructuras creadas y experiencia organizativa, aunque no pudo evitar un cambio de fecha para finales de noviembre y principios de diciembre del propio año 1990. No obstante, la presencia de las más rutilantes estrellas de Cuba y México proporcionó numerosos matices emotivos, así como récords, para en general proporcionar un decoroso nivel a los Juegos, sin ocultar mínimos casos de dopaje.

  Por si fueran pocos los 25 deportes de cuatro años atrás, el programa se incrementó con otros cuatro: canotaje, badminton, racquetbol y taekwondo, además de revivirse la lid de bolos, para un total de 30, con la abultada cifra de 361 pruebas premiadas, 73 más que la precedente. Tan amplia agenda competitiva requirió el concurso de varias subsedes, de cuyas facilidades los participantes se refirieron elogiosamente.

  Las 29 naciones afiliadas a la ODECABE estuvieron presentes, destacándose el retorno de Granada, así como las primeras intervenciones de Aruba y San Vicente. Los organizadores lo aseguraron al costear los gastos de un pequeño número de atletas y oficiales de cada país

  Cuba volvió a ser por sexta vez consecutiva el país más distinguido, con una cosecha histórica de los Juegos (6-9-8=23 medallas más que la suya anterior) y su número de títulos máximos solo fue inferior en uno al de las otras 28 naciones juntas.

  Mas también sobresalió el magnífico desempeño de los anfitriones mexicanos, quienes no ocuparon simplemente un segundo lugar como en las lides anteriores, pues lograron reducir en buena medida la ventaja cubana en el total de medallas (322 por 298), y su botín superó la suma de los dos anteriores juntos.

  Aunque la desventaja en medallas de oro fue significativa con respecto a Cuba (180 por 114), la superación mexicana resultó llamativa si se relaciona con las obtenidas en Santiago de los Caballeros, apenas 40.

  Del 20 de noviembre al 4 de diciembre hubo, en definitiva, otros Juegos brillantes. La despedida... ¡Hasta Ponce-1993!

 

1993: XVII Juegos, Ponce

Puerto Rico inauguró los XVII Juegos cuando todavía faltaban quince días para que los XVI cumplieran tres años de clausurados, en México.

  Esta vez los integrantes de la ODECABE fueron solidarios con la aspiración puertorriqueña de realizar la cita multideportiva en el contexto de sus festejos conmemorativos por los 500 años de identidad nacional.

  El 19 de noviembre de 1493 el almirante Cristóbal Colón dio a conocer la existencia de la isla Borinquen. Exactamente cinco siglos después la tricentenaria ciudad de Ponce, segunda de Puerto Rico en importancia y enclavada en su litoral sur, disfrutó al realizar la apertura oficial de los XVII Juegos, que compartió con otros 22 municipios del país.

  Los Juegos solo tuvieron diez fechas para las competencias, verdadero reto a la organización, por tratarse de 31 deportes (llegaron a 32 con el canotaje, celebrado en Cuba) abarcadores de 385 finales, cifras sin precedente, como también la de 31 naciones concursantes.

  Las incorporaciones fueron de las islas Santa Lucía y San Kitts y Nevis. Dominica, otra isla afiliada por esa etapa a ODECABE, impidió la asistencia de los 32 miembros de la entidad. En cuanto a deportes, se compitió por primera vez en balonmano, patinaje de carreras y Kárate‑Do y se repitieron todos los de la cita anterior, excepto el badminton.

  El atletismo volvió a ser centro de atención por amplio margen, con 299 atletas de los 31 países, pese a la increible cancelación del salto de altura para damas por no asistir rivales de un mínino de tres naciones. El nivel cualitativo del certamen podría valorarse por el más de un centenar de récords impuestos, entre ellos tres de categoría mundial a cargo de los halterofilistas cubanos William Vargas y Pablo Lara (dos).

  Cuba presentó la delegación más numerosa, con 565 competidores, seguida por la anfitriona boricua (544) y la de México (465). En el lado opuesto, los 8 de Suriname o los 11 de Santa Lucía.

  Por supuesto que los grandes volvieron a descollar, pero los pequeños no se quedaron con las manos vacías. De los 31 países presentes, 25 se colocaron en la tabla de medallas, número inédito, uno más que en la cita anterior. Por primera vez Islas Caimán y Aruba aparecieron entre los galardonados, en tanto Aruba y Honduras se estrenaron de oro.

  El deporte cubano aumentó en 42 su total de medallas de México‑93 (364 por 322), pero más impresionante resultó su ascenso en 47 medallas de oro y que las 227 conquistadas rebasaran holgadamente a las 158 de las otras 30 representaciones nacionales.

  Más deportes, más países, más medallas y en menos días. Fue el orgullo que le quedó a Ponce y a todo Puerto Rico.

  Durante la clausura del 30 de noviembre de 1993, el dominicano José Joaquín Puello, presidente de ODECABE, entregó la bandera de la entidad al representante de Maracaibo, ciudad venezolana anfitriona de los XVIII Juegos, en 1998.   Por tercera vez en la historia una espera de cinco años, pero bien valía la pena.

 

1998: XVIII Juegos, Maracaibo

Maracaibo, la próspera metrópoli del estado Zulia y de toda Venezuela, gracias a la explotación de enormes reservas petrolíferas, acogió la décimo octava edición de los Juegos, entre los días 8 y 22 de agosto de 1998, sin llegar exactamente a los cinco años desde la anterior de Ponce-93.

  Caracas, en el centro del país y sede oficial en 1959, recibió esta vez la encomienda de celebrar algunos deportes, a la vez que para Guatemala derivaron las acciones en el remo, mientras que en la caribeña Maracaibo se concentraba el grueso de los 4 115 deportistas provenientes del total de los 32 países —cifra récord—, afiliados a la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe, ODECABE. En cuanto a competidores, solo en México-90 se reportaron algunos más (4 206).

  El deporte cubano, con su tradicional espíritu de prestigiar a los Juegos llevando a sus mejores exponentes, volvió a encabezar la tabla final de medallas y dio pruebas inequívocas de su hegemonía regional, más no pudo ocultarse un ligero descenso en la productividad, con una cosecha de 191 de oro y 335 en total, frente a 227 y 364, respectivamente, en la cita anterior.

  Algunos irán de inmediato a comprobar el número de pruebas en una y otra ocasión para buscar un motivo, pero se defraudarán al ver que fue de solo 9 la diferencia entre las 385 de Ponce y las 376 de Maracaibo.

  Parece más lógico pensar que se debió al beneficio acostumbrado que recibe el país sede, tanto que Venezuela más que duplicó la siega de oro de unos Juegos a otros, con 56 por 23 y elevó el total de premios de 155 a 190. El detalle del favor de ser anfitrión se corrobora con la involución de Puerto Rico: solo la mitad de oro (11 ahora frente a 22) y bajón en total, de 153 a 81. No olvidemos apuntar que se trató de la mejor actuación histórica del deporte venezolano.

  Como el deporte cada vez promueve de una forma u otra más dinero y fama, su propia acelerada evolución engentra paralela y contradictoriamente los gérmenes negativos, entre ellos el dopaje, obligando a renovar esfuerzos para preservar la pureza de las confrontaciones, lucha que detectó diez casos positivos y perjudicó señaladamente a México, obligado a devolver siete medallas, pero sin peligrar su tradicional escolta a Cuba en la tabla final de posiciones.

  En los deportes colectivos resultó habitual el dominio cubano en béisbol, voleibol (m y f) y baloncesto (f), descollando el triunfo inédito de los dominicanos en la clasificación varonil de este último.

  Los deportes individuales de tiempos y marcas mostraron mediante los numerosos récords establecidos (75) el buen nivel competitivo general. Uno de quienes descolló en particular fue el tirador cubano Hermes Rodríguez, implantando los de fusil de aire, además de culminar en estos Juegos la proeza de vencer cuatro veces seguidas, desde 1986, en esa modalidad y en la de fusil tres posiciones, tanto individual como por equipos.

 

2002: XIX Juegos, San Salvador

En el 2002 El Salvador organizó su segunda cita (primera en 1935) en la capital San Salvador, la décimonovena en el orden general, cuyo punto descollante —y no precisamente positivo— fue la no presencia de Cuba, puntera las ocho veces anteriores en la tabla de medallas, desde 1970.

  Los cubanos adujeron faltas de garantías para su seguridad en ese país, y así los Juegos redujeron su nivel cualitativo, lo que no quiere decir que perdieran esplendor en su celebración en sí, bajo el lema “Yo creo en El Salvador”, desde el 23 de noviembre al 7 de diciembre. Paradójicamente, los salvadoreños le habían ganado esa sede a la caribeña Santiago de Cuba durante la reunión eleccionaria de 1997, en Santo Domingo.

  México presentó la más numerosa delegación (904 personas), y como tradicionalmente escoltaba a Cuba, conquistó la primera posición, seguida por Venezuela, amenazante en una parte de la justa haciendo gala siempre del repunte de calidad de sus deportistas.

  La particularidad de la cita fue propicia para que pequeños territorios de la familia deportiva regional conquistaran sus primeras medallas históricas. Fueron Dominica, Santa Lucía, San Kitts y Nevis y las Islas Vírgenes Británicas. Ricardo Busquets, nadador boricua, ganó 5 medallas más y llegó a 21, para colocarse entre los laureados históricos.

  El príncipe Alberto de Mónaco prestigió como invitado especial a la ceremonia inaugural, en la cual juramentó a los atletas. También estuvieron Jacques Rogge, titular del COI; Joseph Blatter, cabeza del fútbol mundial; Mario Vázquez Raña, presidente de la ODEPA; y el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, movilizado también ante el hecho luctuoso de la desaparición física del remero Alexis Cova durante unas prácticas previas en el escenario competitivo de ese deporte.

  Fue una buena idea reconstruir a la Universidad de El Salvador para utilizarla como acogedora Villa para los deportistas. Y también quedaron para la posteridad un gran número de instalaciones estrenadas en la ocasión para 32 deportes de 37, pues los otros cinco se escenificaron en cuatro sedes alternas: balonmano y racquetbol, en República Dominicana; velas, en México; canotaje, en Guatemala; y hockey, en Puerto Rico. Se introdujeron como deportes del programa al pentatlón moderno y al squash.

  Un caso singular fue que el levantamiento de pesas vistió el traje del deporte más repartidor de medallas, por delante del atletismo, obligado éste a suspender varias pruebas por falta de quorum.

  El dopaje y su decidido enfrentamiento aparecieron de nuevo, con balance de once casos positivos, de seis países, que determinaron modificaciones de medallas y otras posiciones en 12 pruebas de ocho deportes.

  En la clausura, José Joaquín Puello, como titular de ODECABE, expresó que El Salvador había ganado en 10, que había cumplido y que “los Juegos pervivirán en la memoria de sus testigos”.


* Las reseñas están tomadas del libro del autor "Los Juegos Regionales más antiguos"

Redacción Deportiva  y Equipo de Ediciones Digitales del Periódico Granma

 

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