Faro a ras del suelo

Siembran belleza e inquietud Los Carpinteros en Galería Habana

VIRGINIA ALBERDI

La propuesta de Los Carpinteros —Dagoberto Rodríguez y Marcos Castillo— en la trama colateral de la 9na. Bienal de La Habana, combina con perfecta y perversa exquisitez los presupuestos estéticos de la crisis de la modernidad.

Por una parte coloca al espectador ante un exponente volumétrico realista, diríase un calco de una construcción original, suntuosa y lustrosamente presentada, con todos sus aditamentos físicos y técnicos: un faro como recién estrenado o emplazado, en una costa, en una playa... solo faltaría poner ante el supuesto ambiente nocturno el ruido del choque del agua contra las rocas y un poco del ambiente gótico de Melville.

Pero resulta que la tal construcción está a su vez deconstruida. El faro no yace sino se proyecta de manera descolocada, horizontal, con su base a la entrada de la Galería y la linterna casi al final de la sala. Al espectador no le es posible ascender a la luz, sino adivinar sus estancias en la profundidad de la Galería; es decir, en un desplazamiento contra natura, respecto a la perspectiva original del objeto.

Esta subversión del punto de vista del espectador ante la obra sustenta la relativización del hecho artístico que subyace en casi toda la producción artística de Los Carpinteros y explica por qué este equipo de creadores cubanos ha encajado a las mil maravillas en aquellos circuitos del arte internacional donde se especula con los conceptos del arte mismo y sus funciones, dentro de la difusa pero muy objetiva telaraña de la posmodernidad. Como para no dejar una zona de duda sobre esta filiación, junto al faro Los Carpinteros ofrecen en la Galería Habana otro singular botón de muestra: Concreto roto, instalación que remeda los estropicios de alguna posible escenografía citadina.

La elección del faro como objeto del discurso suele suscitar diatribas metafísicas y plantear complejas intelecciones. Cada cual es libre de hacerlo; ese es el poder del arte, o mejor dicho, la virtud de su ambigüedad. Habrá quienes traten de hallar símbolos sobre la Ilustración y la Contrailustración; códigos afirmativos y negativos; ocultas alusiones al Poder y al Contrapoder. Habrá quien piense que está ante el Morro caído o ante el mismísimo Faro de Alejandría redivivo. Pero el Faro tumbado, que así es el nombre de la obra que da título a la exposición y que es prácticamente el 90% de la muestra, es solo eso: un faro para ser mirado tan de cerca y en tan extraña posición como no puede suceder con ninguno otro en medio de esta o de cualquier ciudad del mundo.