Año Matta: recuerdos en Casa TONI PIÑERA El tiempo ha pasado, sin embargo su obra está en Casa. Los recuerdos de un gran amigo, vibran hoy en las paredes como testimonios de su trascendencia que vuelven a florecer en la 9na. Bienal.
La institución de 3ra. y G, Vedado abrió anchas sus puertas a las creaciones del célebre artista chileno Roberto Matta (1911-2002), en una exposición que recoge importantes y variados ejemplos de su amplia producción en las artes visuales así como documentos (cartas y fotos) que hablan de una época. El poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa, al dejar inaugurada la muestra hizo anécdotas de sus encuentros con Matta y de las visitas que el artista realizara a la Isla caribeña donde dejó innumerables veces su impronta amistosa. Nos llenó con sus obras —pinturas, grabados, objetos, garabatos, revistas; una gran cantidad de cosas, porque era un volcán cuando pasaba, sentenció. Esas huellas están aquí para recordarlo y dar cuenta de su paso por la vida y el arte. AÑO MATTA Con esta muestra y el evento teórico en torno a la trascendencia de su obra que sesionó en Casa de las Américas, en el que participaron su viuda, Germana Ferrari y estudiosos de su trabajo, la institución cubana y latinoamericana comienza el Año Matta, dedicado a promover la obra del destacado creador. Matta es ya un nombre capaz de definirse por sí mismo, sin acudir a explicaciones trilladas y acumuladas en libros o artículos de revistas. André Bretón lo situó entre los surrealistas “strictu sensu” posteriores a 1935. La crítica intentó descifrarlo, generalmente mediante características y propiedades enunciadas por ese movimiento artístico, puestas en boca de sus “afiliados” mayores y en manifiestos. Pero, independientemente de que su manera de trabajar coincidiera con un método automático y desencadenara imágenes compuestas por representaciones distintas en unión, o de que sustentara la dependencia en arte a un “modelo interior”, el solo hecho de establecer conexiones de tipo narrativo dentro de las escenas (donde incluyó referencias a la trágica existencia del Chile de los 70, luego del derrocamiento del Gobierno legítimo y popular del presidente Allende) —ejemplos hermosos hay en la exposición—, y el otro de proyectar objetos de utilidad común ( ambientes arquitectónicos, muebles y envases) —también presentes en la planta baja de Casa—, lo sitúan más acá del surrealismo ortodoxo, estremecido ya por sueños realizables en una tectónica asumida, quizá, desde su trabajo con el arquitecto francés Le Corbusier. Una suerte poder disfrutar de esta gran obra, ahora en conjunto desplegada por toda la Casa. Allí comprendemos que Matta no niega las relaciones tejidas por la realidad. Su “magia” consiste, pues, en promover personajes ficticios que suelen vivir como en el juego, una trama imaginaria capaz de sumarse símbolos y sujetos provenientes de circunstancias humanas tangibles. Con ello recrea, fantasea, critica, hiperboliza, y hasta “inventa” aspectos diversos de la vida, ordenando “sinfonías”, “cantatas” o “elegías” nutridas por reticencias circundantes, timbres cromáticos atemperados a la visión transmitida y espacios diseñados de acuerdo a la expresión y la sugerencia. Entre las deslumbrantes piezas (dibujos y pinturas) hay algunos murales, como Para que la libertad no se convierta en estatua, con el que inició un conjunto de realizaciones tendientes a obtener una nueva apertura participacional del público. Luego, motivado por el desarrollo de esas ideas y su incidencia en un medio comunal rural, bocetó en grande el mural San Andrés, secundado por alumnos de la Escuela Nacional de Arte (ENA). Eros y destrucción, literatura e historia viva, toros y parábolas de la crisis burguesa, paranoias y esperanzas, así como manifestaciones de la lucha social, fueron asuntos y contenidos vertidos por Matta y comunicados sensiblemente en el lenguaje de variados procedimientos. Con esta exposición reconocemos que Matta nunca ha dejado su Casa. |