Vattimo contra las (malas) banderas

PEDRO DE LA HOZ

Gianni Váttimo no rehúye a su condición de pensador polémico. Le gusta la confrontación argumentada, el verbo filoso pero a la vez transparente, llamar las cosas por su nombre.

"No puedo decirte que estoy contra todas las banderas, pero sí contra las malas banderas", me dice de cara al anochecer habanero, en la terraza de la sede de la Fundación Ludwig de Cuba, a esa hora incierta en que los duendes de la melancolía se desatan pero que no le impiden sostener la lucidez con que ha abonado un ejercicio reflexivo constante y consecuente.

"Que nadie se atreva a hablar del éxito de la democracia en Occidente. En Europa es una verdadera ruina. Basta con mirar lo que está haciendo Berlusconi en Italia, Blair en Gran Bretaña, y las clases dirigentes de los antíguos países socialistas del Este. Se han plegado a la idea de un poder único y a una degeneración de la cosa pública. La tarea más urgente será reinventar la democracia."

Ha venido a La Habana convocado por los actos de la Novena Bienal, respondiendo a una invitación del Ministerio de Cultura y del Instituto Cubano del Libro, que tiene en sus planes editoriales dar a conocer su obra en Cuba, pero sobre todo le interesa abrir sus ojos ante una realidad que sabe de antemano satanizada por el poder mediático.

"Algunos se estarán preguntando qué diablos hago en Cuba. Les responderé con lo que acabo de vivir en la Escuela Latinoamericana de Medicina. A mi edad no soy muy dado a las sorpresas, pero lo que vi allí me sorprendió. Vi la solidaridad y el humanismo en términos muy prácticos, todo lo contrario a lo que habitualmente se ve en este mundo."

Es un turinés de 69 años de edad. Un conversador abierto. Estudió Filosofía en la Universidad de su ciudad natal y luego fue al campus alemán de Heildelberg, donde estuvo bajo la tutoría de Hans-Georg Gadamer. A partir de 1964 impartió docencia en Turín. En su currículum aparecen pasantías en las universidades norteamericanas de Yale, Los Ángeles y Nueva York. Se reconoce su intensa actividad en la prensa italiana, con destacadas columnas en L'Unitá y, en tiempos más recientes, en La Stampa.

Entre sus libros sobresalen Las aventuras de la diferencia: pensar después de Nietzsche y Heidegger, El sujeto y la máscara, La sociedad transparente, y El fin de la modernidad.

Pero, indiscutiblemente, su obra está marcada por la llamada posmodernidad, donde sobresale como uno de los teóricos más importantes. Ha trascendido un concepto acuñado por él: pensamiento débil (pensiero debole) que rechaza las categorías fuertes, o para decirlo con sus propias palabras "la fundación única, última, normativa" de buena parte de la tradición filosófica occidental.

"No creo que haya tenido razón en todo lo que he planteado; de hecho soy dado a la autocrítica. Más bien me propuse introducir una nueva visión del devenir y de la responsabilidad del pensamiento ante la historia, que puede ser sometida a crítica. Sé que no han faltado los detractores a ultranza y los oportunistas de siempre."

Es la oportunidad para manifestarle lo difícil que es creer, a estas alturas, en una de sus apreciaciones de un par de décadas atrás, cuando caracterizaba el escenario de la posmodernidad como un espacio en el que la comunicación y los medios, por su protagonismo y la abundancia de señales, se convertían en vehículos de verdades parciales, contrapuestas, diversas, complejas. Era su versión de la historia como resultado de "la cantidad de información, de crónicas, de televisiones que tenemos en casa".

"¡Ya ves, ni yo mismo pude prever lo que sucedería! Los medios, dentro de la hegemonía de hoy, se han convertido en algo perverso, en instrumentos de un totalitarismo del pensamiento."

Váttimo acaba de adherirse al reclamo internacional, que exige el cese de la hipocresía en el tema de los derechos humanos y el cierre inmediato de los centros de detención ilegales instalados por Estados Unidos en diversas partes del mundo.

Entrando en la noche, su mirada parece dirigirse más allá del tiempo: "Creo que se está cumpliendo la profecía de Marx: los pobres han aumentado en el mundo y, por ende, se pueden levantar con más fuerza..."