Beijing una meta posible
 

Domingo 24 de agosto del 2008

Sábado 23 de agosto del 2008

Viernes 22 de agosto del 2008

Jueves 21 de agosto del 2008

Miércoles 20 de agosto del 2008

Martes 19 de agosto del 2008

Lunes 18 de agosto del 2008

 

Domingo 17 de agosto del 2008

Sábado 16 de agosto del 2008

Viernes 15 de agosto del 2008

Jueves 14 de agosto del 2008

Miércoles 13 de agosto del 2008

Martes 12 de agosto del 2008

Lunes 11 de agosto del 2008

Domingo 10 de agosto del 2008

Sábado 9 de agosto del 2008

Viernes 8 de agosto del 2008

 

Antes de la arrancada

 

Beijing 2008 y los cuentos chinos de Occidente

ARIEL B. COYA

Occidente sigue con sus "cuentos chinos".

Finalmente los Juegos de Beijing no serán los mejores de la historia. Sí, no se asombre. La primicia corrió a cargo de la prensa libre de Occidente, que con suma presteza y antelación la sacó a la luz pública, tras consultar su bola de cristal.

Así, no importa cuánto se esfuerce el pueblo chino en proyectar unos Juegos eficientes que cimenten su ascenso ecuménico de los últimos tiempos (pese a los efectos del devastador terremoto que estremeció la provincia de Sichuan). Ni tampoco interesa mucho la extraordinaria magnitud arquitectónica de los 96 recintos deportivos que para este evento han construido y remozado.

Apenas a semanas de la apertura oficial de los Juegos, algunos medios han emitido su mordaz veredicto: La XXIX Olimpiada está de antemano condenada al fracaso.

De ahí que para ellos lo más provechoso sería que el próximo 8 de agosto no sintonizáramos la transmisión en vivo de la ceremonia inaugural o que, sin ir más lejos, los 10 500 atletas que deben intervenir en las 302 competencias de la cita estival se tomaran cuatro años de asueto olímpico a la espera de Londres 2012 (que de seguro contará con augurios más favorables).

No pocos medios de Europa y Estados Unidos —principalmente—, siguiendo un poco la tradición del Oráculo de Delfos (para estar a tono con la Grecia Antigua) ya no se conforman con reportar el hecho noticioso y ahora se ocupan de propiciarlo.

Con tal propósito desvirtuaron un conflicto con siglos de arraigo para instigar las manifestaciones en favor del Tíbet que a lo ancho del mundo "saludaron" el recorrido de la antorcha olímpica. E igual, falsearon buena parte de los incidentes del 14 de marzo en la ciudad de Lhasa, donde no hubo protestas pacíficas y sí un feroz estallido de violencia con tintes racistas, como ilustraron después los turistas occidentales. Sacaron a la palestra al Dalai Lama —ese pacifista de eterna sonrisa que según ellos es Tenzin Gyatso—, criticando desde su exilio la violación de los derechos humanos que sufre la población tibetana.

Tal parece que en aras de anticipar un futuro improbable los medios occidentales han perdido la brújula del pasado. Porque si algo no reflejan es que antes de 1949 esa población vivía bajo el yugo de una teocracia feudal, donde las tierras constituían prebenda de los monasterios y la mitad de los habitantes eran siervos sin ningún derecho, confinados a satisfacer mediante trabajos forzados todas las necesidades del clero y sus aliados laicos (quienes, huelga decirlo, no trabajaban). Tampoco existían entonces en el Tíbet electricidad, ni carreteras, ni hospitales, ni casi escuelas.

Más allá del mero azar, esta campaña desestabilizadora obedece a fríos cálculos. Pero nadie, salvo los más ingenuos, se traga el alcaseltzer mediático que han querido surtirle a la opinión pública.

Los Juegos son un hecho político de enorme repercusión dentro de un mundo cada vez más globalizado (a nadie le quepa la menor duda de ello), pero también constituyen la gran fiesta de la juventud, el deporte y la paz, al auspiciar que 204 países (de distintas razas, tradiciones y sistemas políticos) convivan armónicamente durante 15 días.

Eso, precisamente, es lo que debe trascender al margen de las profecías deletéreas de la prensa "libre", que vuelve a demostrar cuán falaz puede ser si de enarbolar el periodismo escandaloso se trata.

Hace unos días arribó por primera vez a la cima del monte Everest la antorcha olímpica. Imágenes televisivas captaron el histórico momento en que la flama coronó el "techo del mundo" —curiosamente en manos de una tibetana— y varios montañistas rompieron a llorar, visiblemente emocionados, tras el duro ascenso.

No es de extrañar entonces que tal voluntad, la que defiende el eslogan oficial de los Juegos —Un mundo, un sueño— depare un espectáculo digno de la grandeza del gigante asiático. China lo merece. Y el mundo también.

 

 

Ir al 
inicio

Redacción Deportiva y Equipo de Ediciones Digitales del Periódico Granma
http://www.granma.cubaweb.cu

Subir