Muchos años después, en los Juegos de Ámsterdam 24, se
retomó la tradición, que se ha mantenido hasta nuestros días, viajando
por tierra, en barco, en avión, bajo el agua, con todo género de
imprevistos a la hora del encendido del pebetero, hasta llegar a la
especulación de que los chinos lo encenderán utilizando un dragón
gigante expeliendo fuego por sus fauces.
Indudablemente, lo más espectacular hasta el momento fue
visto en Barcelona¢ 92, cuando el arquero paralímpico Antonio Rebollo
lanzó una flecha que sobrevoló el pebetero y fue a parar a las áreas
aledañas del estadio. Cuatro años atrás, en los Juegos de Seúl, ocurrió
un percance: docenas de palomas fueron liberadas durante la ceremonia
inaugural y cuando la llama fue encendida las pacíficas aves se
quemaron, para horror de los miles de personas en la instalación.
Otros asistentes a ceremonias de este tipo, los de
Atlanta¢ 96, quedaron estupefactos cuando apareció en el estadio la
figura del boxeador Mohamed Alí, visiblemente afectado por el mal de
Parkinson y designado para efectuar el encendido. Fue una de las muchas
cosas que le quedaron mal a los norteamericanos, pues el pebetero se
quemó y la llama se apagó durante los llamados Juegos del Centenario.
Pero nadie le puede disputar a la aborigen australiana
Cathy Freeman el récord del mayor mal rato olímpico. Durante casi tres
interminables minutos los técnicos trataron desesperadamente de arreglar
un desperfecto en la plataforma que debía elevarla hacia el pebetero.
Después, ella confesaría: "estuve a punto de echarme a reír por lo
nerviosa que estaba".
Ya inmersos en esta XXIX edición, la prensa china
especula sobre cómo se encenderá el pebetero. Zhang Yimou, el cineasta
que está al frente de la producción de las ceremonias de apertura y
clausura, no ha dicho ni una palabra. Pero se comenta que un dragón
gigante será el centro de este momento cumbre, lo cual no sería nada
extraño teniendo en cuenta que este animal mitológico ha sido
considerado siempre una figura benéfica y un signo de buena fortuna
entre los habitantes de este país.
Sea como sea, dragón o no, ojalá que el encendido sirva
para recordar las palabras del barón Pierre de Coubertain, el francés
restaurador de los Juegos: "que la antorcha olímpica siga su curso a
través de los tiempos para el bien de la humanidad, cada vez más
ardiente, animosa y pura".