BEIJING.—Para
cualquier habitante del planeta tierra, visitar una de las maravillas
del mundo moderno resulta un gran privilegio, y entre ellas, la Gran
Muralla china ocupa un puesto de preferencia. Considerada entre las
siete maravillas de la civilización, según la votación mundial por
Internet realizada el pasado año, la Gran Muralla posee actualmente casi
3 000 años de historia, pues su primera piedra se colocó en el siglo III
Antes de Nuestra Era, bajo la dinastía Qin.
Intentar recorrerla en su totalidad de una sola vez es
imposible, ni siquiera en una motocicleta todoterreno, porque se trata
de más de 6 300 kilómetros de longitud total, por toda la parte norte de
China. En su extensión incluye las fronteras con la República Popular
Democrática de Corea, Mongolia y Rusia.
Este
viernes, un grupo de periodistas cubanos acreditados para los Juegos
Olímpicos de Beijing-2008 nos lanzamos a la aventura, sin saber que se
trataba no solo de un trayecto largo, sino también tortuoso. Lo
escarpado de muchas de sus zonas, con pendientes bastante complicadas
para un tránsito pedestre, agregaban una cuota de dificultad a la tarea.
El ansia de aventura pudo más, y alcanzamos a cruzar la línea que
conquista la mayoría de los 13 millones de visitantes anuales, la cual
incluye la mini estación de trenes para bajar por esa vía a la base del
imponente monumento.
Al regreso, después de las imprescindibles fotos, la
oportunidad sin igual de regresar a casa con un souvenir de lujo:
nuestra imagen estampada en una jarra de porcelana, con la Gran Muralla
detrás.
Un consejo: no se deje llevar por el primer precio que
le digan. Algunos pagaron 50 yuanes (unos siete dólares) pero otros, un
poco más diestros en el arte de negociar, lograron conseguir la jarra
por sólo 15.
Ah, ¿Qué cuántos metros recorrimos al final? Prefiero
pensar que hice todo el esfuerzo y caminé lo que mi cuerpo pudo hasta
una distancia respetable. (PL)