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Antes de la arrancada

Símbolo del pueblo chino

La Gran Muralla, más allá del tiempo

Sigfredo Barros y Ricardo López (fotos), enviados especiales

BEIJING.—Nadie pasa por París sin visitar la Torre Eiffel. Ni por Roma sin darse una vuelta por el Vaticano. Ni se va de este país sin admirar una de las proezas del ingenio y la laboriosidad, la Gran Muralla, una de las Siete Maravillas del mundo moderno desde el pasado año.

Ayer, un grupo de periodistas cubanos que cubrirán los Juegos Olímpicos, hicimos un recorrido por parte de esa histórica construcción, patrimonio de la humanidad.

Sobre ella se cuentan muchas leyendas, una es que se puede ver desde la luna. Alguien muy interesado en hacerlo, el astronauta chino Yang Liwei, dijo que no pudo apreciarla desde el espacio. Y es lógico: sus constructores se vieron obligados a utilizar materiales como la piedra caliza, el granito y el ladrillo cocido, todos del mismo color del suelo.

Una vista de la Gran Muralla desde el paso de Badaling. Foto Ricardo López Hevia

Pero, más allá de leyendas, lo cierto es que la Gran Muralla es todo un símbolo del pueblo chino, de su amor a la Patria, decidido a parar en seco las continuas invasiones de su siempre deseado territorio por parte de las tribus vecinas.

No fue construida como un todo. Hubiera sido imposible, pues en total mide más de 7 000 kilómetros, con sus torres de vigilancia, sus cuarteles y centros de administración. La idea original fue del primer emperador chino, Qin Shi Huangdi en fecha tan lejana como el año 221 antes de nuestra era.

Fueron otras dinastías las encargadas de ir edificando tramo por tramo, con cientos de miles de constructores acarreando grandes bloques de piedra a las espaldas, a merced de asaltantes que los diezmaban, al punto de que muchos estudiosos la llaman "el cementerio más largo del mundo".

Los vendedores de souvenirs no podían faltar. La prensa cubana satisfizo su curiosidad. Foto Ricardo López Hevia

Uno de sus tramos, el de Badaling, dista solo 50 kilómetros de esta capital. Allí accedió nuestro grupo de prensa por mediación de una carretera rodeada de montañas por todos lados, pasando a través de un túnel de 1 008 metros de largo hasta llegar al pueblo que le da su nombre. Hay que subir y bajar un sinnúmero de escaleras de piedra, por las cuales desfilan turistas y ciudadanos chinos de todas las edades.

Llama la atención su magnífico estado de conservación y asombra el comprobar la sólida unión de sus componentes, a pesar de que cuando comenzó su construcción los romanos todavía no habían inventado el cemento.

Se necesita una buena forma física para escalar tramo a tramo hasta llegar a los puntos más elevados. La Gran Muralla ha resistido el paso del tiempo. Se yergue altiva e indomable sobre buena parte del inmenso territorio chino, todo un monumento a la constancia y al talento de su pueblo, que ahora nos sigue asombrando con las magníficas instalaciones construidas para estos XXIX Juegos Olímpicos.

 

2 de agosto

 

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