Ni
el fly que picó entre Paret, Yulieski y Giorvis Duvergel en el primer
capítulo, tras el cual vino el jonrón de dos carreras, ni la posibilidad
de sustituir a Yulieski en el noveno, con bases llenas frente a un
relevista derecho, totalmente lateral y casi submarino, por un bateador
zurdo (lo que no se niega, se podía hacer), fueron las causas de la
derrota cubana en la final del béisbol de los Juegos Olímpicos de
Beijing ante Sudcorea en cerrado, tenso y buen juego de pelota que
finalizó con marcador de 3-2.
Fue el zurdo Ryu Hyunjin y no otro el causante de la derrota cubana.
El lanzador abridor y ganador del partido fue indescifrable para la
artillería de la Mayor de las Antillas, que solo pudo pegarle cinco jits,
dos de ellos los jonrones que le dieron las carreras a los caribeños,
salidos de los bates de Michel Enriquez, en el primer capítulo,
respondiendo a las anotaciones rivales, y luego en el séptimo cuando los
sudcoreanos volvieron a fabricar, llegó el segundo bambinazo, esta vez
por la fuerza de Alexei Bell.
Solo eso permitió Hyunjin, que realizó un pitcheo muy inteligente,
gracias a su principal virtud, el dominio de la zona de strike en las
esquina y a un lanzamiento que se le movía veloz a los derechos hacia
fuera. Ese envío parecía una curva de un derecho.
Hyunjin caminó toda la ruta con una envidiable economía de
lanzamientos, lo que le permitió siempre estar en plenitud de forma en
el orden físico. Tácticamente lo hizo todo bien, cuando le ponía a su
lanzamiento, la bola le caminaba, pero más que la velocidad, era el
momento en que la usaba, pues la supo combinar efectivamente ante
bateadores de mucha fuerza, quienes pese a tener un solo lanzador
delante durante casi la totalidad del choque siempre estuvieron viendo
un pitcheo diferente con diversidad de propuestas. Y no se trató de un
serpentinero que uso un amplio repertorio, sino de un hombre que uso en
distintos momentos, en los que le convenía, el tipo de lanzamiento que
le hacía daño a sus adversarios.
A los cubanos nos duele la derrota, sí. No lo podemos negar, el
béisbol representa mucho para nosotros, pero sería de una ceguera
estéril buscar las causas en las virtudes que no salieron a relucir,
entre otras cosas porque el equipo, como ya dijimos, respondió ante cada
entrada en que el oponente marcó en la pizarra; salió a combatir con
clase e hidalguía en ese noveno episodio, pero no el alcanzó.
Es cierto que con las bases llenas y a falta de dos outs, ya con un
derecho en la lomita asiática y dos zurdos de fuerza en la banca, la
dirección pudo optar por uno de ellos en busca de una conexión a los
jardines para empatar el duelo. Incluso, muchos desde nuestras
sempiternas posiciones de "manager", hubiéramos mandado a Malleta o
Urgelles por Yulieski, con el objetivo de seguir buscando el juego, es
decir que se viera que agotábamos todas las posibilidades en aras del
objetivo final.
Ahora una cosa es que debió hacerse y otra que perdimos por esa
razón. Entraría en el campo de la subjetividad qué hubiera hecho uno o
el otro, nadie sabe lo que pasaría, como tampoco lo sabíamos con
Yulieski. Las conclusiones no se pueden sacar por el dobleplay que selló
la victoria sudcoreana, porque lo único que sí sabíamos era lo ocurrido
durante todo el partido, el dominio de Hyunjin que no nos permitió nunca
estar delante en el marcador.
Estrategias o tácticas a un lado soy de los que piensa que tenemos
que revisar todos nuestros diseños de preparación, desde la calidad de
nuestras Serie Nacionales, sin la que es imposible comenzar a mirar un
buen resultado internacional, hasta la selección y entrenamiento de la
escuadra principal. El equipo llegó con deudas en distintos aspectos a
la competencia cumbre, pero insistimos, si no somos capaces de reconocer
las virtudes de los adversarios, entonces jamás podremos conocer su
punto débil ni superarnos a nosotros mismos. Hoy no perdimos, nos ganó
Ryu Hyunjin y Sudorea.