No tenemos hasta hoy el número de medallas de oro deseadas, pero de
lo que no cabe duda es de que nuestros deportistas se han entregado en
cuerpo y alma en el escenario de competencias frente a rivales de
tradicionales potencias del Primer Mundo.
Estos atletas han sido ejemplo de valientes y dignos patriotas que
han luchado sin claudicar y que aún ante derrotas eventuales se han
crecido, pensando también en sus compatriotas en la Isla, que durante
dos semanas han trasnochado para seguir las incidencias de la principal
fiesta deportiva mundial.
No podemos dejar de poner en su justo y digno lugar, más allá del
oro, a las demás medallas, y las demás posiciones de una final en un
concierto cada vez mayor de patrocinio comercial, mercantilismo y
"cambio de nacionalidades deportivas" eufemísticamente hablando.
El conocido boxeador norteamericano profesional Evander Hollyfield
achacaba ayer la mala actuación de los púgiles de su país en el torneo
olímpico a que solo estaban pensando en el dinero.
Los gladiadores cubanos del ring se han robado la atención en estos
Juegos por su proeza. Una selección sin experiencia olímpica, un deporte
agredido al que muchos apenas les daban opciones a títulos, tuvo a casi
todo el equipo en semifinales buscando el oro. Han hecho recordar una
afirmación reciente del compañero Fidel: "A pesar de las
circunstancias adversas, nuestros atletas brillan por su calidad humana
y patriótica. No llega siquiera a uno de cada diez los que sucumben
moralmente a la lluvia de ofertas en un mundo plagado de mercachiflismo,
vicios, drogas, doping y consumismo, en el cual nuestra Patria brilla
como un ejemplo difícil de imitar".
Al margen de triunfos y reveses, una sensación de orgullo le recorre
a uno la piel cuando encuentra a un cubano metido en la porfía del judo
desafiando a los inventores del país del Sol Naciente; o sobre el
encerado de la lucha grecorromana frente a los enviados europeos; o en
el ciclismo arrancando aplausos en un deporte rico de países ricos; o en
el remo en medio de la algarabía de la aristocracia del Viejo Continente
y Norteamérica.
Para el deporte cubano, Beijing ha sido un contexto de nuevas
experiencias de cara al futuro. Se ha trabajado duro hasta aquí, y la
realidad ha demostrado que para continuar alimentando las ilusiones y
preservando los relevantes resultados habrá que trabajar más duro
todavía.
Porque entrega, pasión, espíritu de lucha, coraje y sobre todo amor a
su pueblo, sobran en estos atletas cubanos que muy pronto estarán en su
tierra envueltos en el tradicional respeto de su gente que reconoce esa
mezcla de alegrías y tristezas que es el deporte.
"El bronce también es un éxito para Cuba, porque que un país con 11
millones de habitantes sea el tercero del mundo sería todo un triunfo",
decía ayer Antonio Perdomo, el técnico de la selección femenina de
voleibol. No lo digo solo por el caso; hay trayectorias que no merecen
que se les recuerde únicamente por un mal momento.
Cuando el próximo lunes regrese la delegación a la Patria seguramente
que toda Cuba vibrará de orgullo por sus atletas que aquí, en estas dos
semanas, enarbolaron bien alto la bandera que en la querida Isla pusiera
en sus manos Raúl con sus palabras de aliento.