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Antes de la arrancada

lunes 18 de agosto del 2008

A bolina la ilusión más grande

ENRIQUE MONTESINOS, ENVIADO ESPECIAL

BEIJING.— La ilusión más grande para millones de chinos se esfumó insólitamente en la mañana del lunes al desentrañarse el misterio en torno al estado físico del famoso vallista Xiang Liu, aquejado de una lesión en los músculos isquiotibiales, sin que el tratamiento haya conseguido atenuarla.

Desplomado Liu Xiang en la pista, víctima del dolor.

El propio campeón y recordista olímpico, así como titular mundial, había colocado el domingo en su sitio Web personal un anuncio de que estaba confrontando problemas, pero no fue hasta que se le vio desmoronarse a pocos metros de los bloques de arrancada, durante una salida en falso, cuando se confirmó la fatídica noticia.

Se considera que este ha sido —en medio de tantos triunfos y satisfacciones—, el golpe más duro para los anfitriones en los XXIX Juegos Olímpicos de Beijing 2008, porque se trata de su ídolo, de su gran ícono en el mundo del deporte.

Liu ha calado muy profundo en los corazones de su pueblo, y de muchos aficionados en el planeta, por esa no muy común combinación de sencillez y humildad —junto a la jerarquía universal deportiva—, que lo caracteriza.

Se retrató al saber que era de Cuba, igual que su amigo Dayron.

En mayo pasado, durante "Un día en la vida de Liu Xiang", programa patrocinado por la IAAF con distintos atletas de talla mundial y la prensa especializada, recuerdo perfectamente que alguno de los colegas convocados —filosofando en torno a las ventajas y desventajas de la fama—, lo instó a definirse sobre su preferencia, y aquel no dudó en responder que escogía ser una persona normal, tener una vida privada tranquila, a ser un personaje público asediado por doquier.

No olvido tampoco que invité a su entrenador —a quien le vimos lágrimas durante la conferencia de prensa sobre lo sucedido—, a imaginarse el podio olímpico de Beijing 2008, y a decirme si ondeaban dos o tres banderas. De inmediato respondió que veía tres (a su juicio ningún país doblaría), para luego añadir espontáneamente que una de ellas era la de Cuba.

Cuando aquello, el nuestro no era todavía recordista mundial, ni el suyo tenía un asomo de lesión, comprobado cuando todos presenciamos gran parte del entrenamiento ese día.

Conjeturamos además sobre el posible duelo final entre ambos, los estadounidenses y el francés Doucouré, avizorando el gran espectáculo, el espléndido regalo de elevado nivel cualitativo para los Juegos Olímpicos, puesto que habría que cronometrar en torno a 12.90 para convertirse en vencedor.

Nada de eso podrá ser posible. Acaba de derrumbarse estrepitosamente.

Y cualquiera podría pensar que los cubanos estamos contentos porque se allana el camino hacia la victoria. De hecho, en el centro de prensa del atletismo, profesionales de la prensa local se nos acercaron en busca de repercusiones.

Nada más alejado de la verdad, de nuestro pensamiento, de nuestra idiosincrasia. Hubiéramos preferido una y mil veces que Liu no estuviera lesionado, que corriera a su máxima potencia junto a Dayron y que ganase el mejor en medio del disfrute de todos los amantes del atletismo y del deporte en general.

Por eso es que —también para los cubanos—, se ha ido a bolina la ilusión más grande.

 

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Redacción Deportiva y Equipo de Ediciones Digitales del Periódico Granma
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