Polémica como pocas, la forma de desempate tras diez
entradas resulta una novedad, aceptada por unos, rechazada por otros. Es
comprensible que al norteamericano Davey Johnson no le haya complacido,
después de ver a su equipo caer por segunda ocasión en estos XXIX Juegos
Olímpicos. Pero al ganador, Antonio Pacheco, tampoco le gustó:
"Ganamos, pero esta regla no me gusta, va contra lo
clásico del béisbol, lo mata. Tuvimos la suerte de ser visitadores, pues
una vez que usted toma ventaja, ya sea de una o dos carreras, es
innegable que pone al home club contra la pared desde el punto de vista
psicológico. Y también el tener un pitcher como Lazo, con recursos de
sobra y experiencia como ninguno".
Pudiera pensarse a priori que la regla aumenta las
posibilidades estratégicas. Pero Pacheco no lo piensa así: "si un equipo
tiene un buen tocador, como Giorvis Duvergel, en el ciento por ciento de
las veces va a tratar de sacrificarlo y colocar a los dos corredores en
posición anotadora. Es muy arriesgado en esa situación jugar al batazo,
mandar a conectar fuerte, aunque sea el tercer bate. Si sale un roletazo
de frente el inning está a punto de mate".
Quizás, en medio de reglas polémicas y recuento de jits
por juego, no hayamos caído en cuenta de que por obra y gracia de un
calendario protestado desde que se dio a conocer, nuestros peloteros se
han visto obligados a jugar tres desafíos en menos de 48 horas. Solo con
una excelente preparación física y una muy positiva actitud mental se
puede encarar semejante carga.
Si consiguen superar a Taipei en la cuarta salida al
diamante —con Yadier Pedroso o Jonder Martínez como posibles abridores—,
los actuales campeones olímpicos habrán terminado invictos la primera
mitad de la justa, la más difícil, aunque a este nivel todos los
presentes aquí son difíciles.
Restarían, después del descanso dominical, un rival tan
peligroso como Sudcorea, además de Holanda y China, en ese orden. La
nave cubana comienza a enfilar la proa, con la final como único puerto
de desembarco.