Una decisión totalmente injusta, diametralmente equivocada, despojó a
la cubana Yurisleidys Lupetey de su segunda victoria en la división de
los 57 kilogramos del torneo olímpico de judo.
Es increíble que el árbitro del encuentro errara la decisión, clara a
todas luces. Lupetey atacó con técnica de pierna, logró el desbalance y
aunque es cierto que su rival, la tunecina Jelassi Nesria intentó el
contraatque, todo el tiempo la primera técnica, la de la antillana, guió
el movimiento de la proyección.
Pero más inverosímil aún es que los tres oficiales, el árbitro y sus
dos jueces se pararan frente a la imagen del video y se volvieran a
equivocar, incluso con el consentimiento de la mesa del jurado.
No ha sido la primera decisión errónea en el judo, cuyo arbitraje en
lo que va de certamen olímpico ha dejado mucho que desear. He seguido
varios torneos de este deporte, desde campeonatos mundiales, citas bajo
los cinco aros, panamericanos y centroamericanos, y jamás he visto tan
pobre actuación de los señores jueces.
Tal parece que la consulta del video ha debilitado el juicio de los
imparciales, o al menos los ha hecho sentirse confiados. Pero lo que
realmente está sucediendo es que hay pérdida de concentración en el
combate, no ven de donde salen las técnicas, al menos que sean muy
evidentes. En otras palabras, se les ve falto de profesionalidad.
Y esa carencia perjudicó ahora a Lupetey, aunque no es ella la única
que ha pasado por el frustrante momento en estos Juegos. Parece mentira
que a una lid como esta, la más importante del mundo, los árbitros del
judo —por demás, con una rica y caudalosa historia de buen juicio—,
lleguen tan mal preparados.