Los dos primeros días de los Juegos Olímpicos Beijing 2008 les
permitieron a cubanos lograr el muy difícil objetivo de subir al podio
de premiaciones, en ambos casos gracias al judo. Y a sus protagonistas
no se les ha visto felices. ¡No es posible!
Yanet Bermoy, de los 48 kilogramos, solo 21 años de edad, y en su
primera comparecencia olímpica, tuvo lágrimas en los ojos cuando se
efectuó la ceremonia de premiación en la cual le entregaron la medalla
de plata. Allí estaba, paradójicamente complacida, la japonesa Ryoko
Tani (antes Tamura), con bronce, pese a que fracasó en su intento de
convertirse en la primera judoca en conseguir coronas en tres juegos
consecutivos.
Yordanis Arencibia, de los 66 kg volvió a ganar bronce, como en
Atenas 2004. Al término del combate que le dio ese metal movió la cabeza
hacia ambos lados mostrando su inconformidad. Es verdad que iba por más¼
¡pero ganó bronce! Afortunadamente, después se le vio más feliz en el
podio, y mostró ante la prensa su alegría por ser dos veces medallista
olímpico.
El esgrimista español José Luis Abajo (espada) dijo "vivir el momento
más hermoso, apasionante e incomparable de su vida", con su bronce,
igual resultado al de la judoca argentina Paula Parreto, la cual afirmó:
"La medalla era un sueño casi imposible".
Este inicio de Beijing 2008 hace recordar a Atenas 2004: demasiadas
lágrimas en momentos de felicidad. Una cosa es el justificado propósito
de ir por lo máximo. Lo otro es no disfrutar a plenitud de lo que ha
sido una gran actuación entre la elite, en muchos casos tras una ardua
clasificación en torneos continentales (solo estaban liberados de ellos
los anfitriones).
Hasta los jerarcas, los más famosos, se van sin presea. Debemos
deleitarnos más con las actuaciones meritorias de los nuestros, aunque
no hayan podido llegar a una medalla. Eso es también cultura deportiva y
disfrute. ¡Estamos en unos Juegos Olímpicos!