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A la hora del desfile MIGUEL HERNÁNDEZ y RICARDO LÓPEZ HEVIA,enviados especiales
Un mensaje romántico de la historia olímpica parece confirmar que cualquier país, por pequeño que sea y por modesta su proyección fuera de sus fronteras, busca como una de sus señas de identidad su incorporación al olimpismo y en el desfile de sus atletas y el ondear de su bandera en los mástiles de un estadio, intentan el reconocimiento universal de su existencia.
Lástima que en ocasiones la realidad sea cosmética y por la cacería de una presea, por ejemplo, se ven cada vez casos más extraños que por su frecuencia dejan de ser excepción. Que un balcánico se disfrace de la noche a la mañana de centroamericano, bajo el paraguas de todas las autoridades, lo mismo que cualquier otra mezcla geográfica olímpica impensada décadas atrás, ya parece pan nuestro de cada día. Pero como regla las “naturalizaciones mercantiles” —que los tolerantes nombran “internacionalización” y punto—, tienen su principal negocio en los países ricos y del llamado Primer Mundo. Delegaciones como la de Estados Unidos, y de otros países de Europa, como España e Italia, tendrán en sus filas a numerosos atletas de diversos países, formados deportivamente en su tierra de origen. Y este es el punto más sensible. Del viejo problema del amateurismo —que era para algunos una meticulosa exigencia reglamentaria, olvidando que es más un estado de espíritu, una forma de comprender el deporte y una manera de sentirlo, que no un sistema de vivir— , los Juegos Olímpicos han pasado a enfrentar la tendencia más creciente de cambios de nacionalidad en el deporte después del derrumbe del bloque soviético y del aumento de la deserción de talentos de los países pobres. “Lo que no nos gusta es que atletas sean atraídos con grandes incentivos por otros países (...) que les dan un pasaporte cuando llegan al aeropuerto”, ha dicho el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, pero pese a su malestar, la Carta Olímpica no pone luz roja: solo tres años después de haber competido la última vez por una selección de su país de origen, y ya es elegible. Entretanto, un nuevo foro de los cardenales del olimpismo acaba de cerrarse ayer en la cuna de los Juegos, mas al asunto no se le pasó la vista. Pero muchos ojos sí estarán esta noche en la pista del estadio descubriendo a conocidos, unos más otros menos, con sus nuevos pasaportes de países ricos. Y a pesistas nacidos en Albania y la Unión Soviética que representarán a Grecia, que tendrá a beisbolistas norteamericanos en su pabellón, por aquello de la sangre; a la cuarentona jamaicana Merlene Ottey desfilando con Eslovenia; a una legión de corredores kenyanos con delegaciones árabes y escandinavas; a deportistas emigrantes de la Europa del Este en expediciones latinoamericanas, entrenadores incluidos... Puro rasgo financiero el problema. Y frente a este mapa la afición deportiva cubana tendrá algo más para enorgullecerse en esta ceremonia de apertura. 13 ago 04 |