Faltan 24 Horas Miguel Hernández,
Comprendo que ya está a punto de comenzar el barullo olímpico porque de la noche a la mañana la invasión de reporteros ha copado todas las plazas con sus computadoras personales: la mayoría de las tropas son europeas, y con una o dos horas de vuelo han resuelto la "conquista". Descubro a los recién llegados por sus tropiezos constantes: el piso del amplio recinto tiene varios "policías acostados" para cubrir los cables de las comunicaciones y provocan los reiterados traspiés. Ya pasamos por ésos. Cuando menos usted se lo imagina, en su intento de concentrarse, de calmar la mente delante de la pantallita, un grito o varios de distintos confines de este barrio reporteril, estallan: son los radiofónicos latinoamericanos que, celulares en mano, describen a lo Pavarotti la torcedura de tobillo de tal o más cual delantero antes de empezar el torneo. O los chinos (que creo que son chinos), relatando una crónica de una tarde en la Acrópolis (que creo es una crónica). Más o menos apacibles, todos estamos en casa para convivir por dos semanas. Con nueva tecnología, que lo cambia todo. Y que lo cobra todo. En los centenares de teléfonos instalados en el centro de prensa principal, cercano al Estadio Olímpico, para realizar una llamada, hay que comprar una tarjeta prepagada, de 6, 10 y 18 euros, para 10, 20 y 30 horas. Para conectarse a Internet, tiene que adquirir estas mismas más otra especial para "navegar" con la que configura su maquinita, e incluye un número telefónico habilitado de forma específica para este propósito. Las tarjetas pueden agotar su tiempo en momentos en que el cronista redacta su nota amenazado por esa espada de Damocles que es el cierre de los periódicos y lo obligará a usted a una palabrota que se escuchará en el Olimpo. En los pasados Juegos Panamericanos, llegué sin computadora a Santo Domingo, y ningún problema, las máquinas allí estaban con Internet incluido. Alguien que se haya aparecido sin ella en Atenas, pues, "periodista muerto". Que el "regalado" se acabó, comentaba alguien que miraba el refrigerador de los conocidos refrescos, a un euro (más de 1.20 dólar), y recordaba centros de prensa de otros Juegos con algunas bondades de los organizadores. Pero es tanto así que vendedores , hoteleros, taxistas, harán su agosto ateniense. Hay quienes cambian tan solo. Como los "juglares" de los "pines" (sellitos) que en las afueras de las instalaciones se apostan con sus muestras legendarias, para intercambiar. Y ayer descubrí, ya más canoso, a Jim, el californiano, que en Montreal, en 1976, comenzaba en estos pininos. Es también la hora de los pines y banderitas. Todo el mundo se los pide, sobre todo los voluntarios, cuya amabilidad es un bálsamo entre tanto ajetreo y precios por las nubes. Faltan 24 horas para unos Juegos dramatizados por la tragedia griega de la judoca olímpica Eleni Ioannou, que está en coma luego de caer desde el tercer piso de su casa el sábado, y de su novio, que un día después , se arrojaría al vacío del mismo lugar. Pero ¡ahí vienen los olímpicos! y desde mañana apenas evocarán a la pareja... Quizás Homero. 12 ago 04 |