De la redacción:

Yandro vistió de oro a Camagüey y Fundora de coraje a Güines

OSCAR SÁNCHEZ
Enviado especial

ATENAS.—Yandro Quintana vistió de oro a su Camagüey querido, al vencer en la última jornada de estos XXVIII Juegos Olímpicos, en la división de los 60 kilogramos de la lucha libre, en la cual su compañero Iván Fundora, también regaló una presea de bronce, con un brillo especial, a su natal Güines.

Yandro, subcampeón mundial el pasado año, fue catalogado aquí por avezados especialistas como un luchador extraclase. Incluso en la mesa del jurado se llegó a comentar que solo podía perder con él mismo; no tenía rivales.

"Lo primero que pensé fue en mi pueblo, en Camagüey y en toda Cuba. Yo estaba muy seguro de este triunfo, y lo único que tenía en la cabeza era mi gente y el compromiso con mi delegación, porque sabía que esta victoria nos hacía mucha falta", dijo a Granma el monarca olímpico.

Preguntado en qué momento de la competencia se vio con más presión rival y cuándo pensó que podía ceñirse la corona, el agramontino fue enfático. "Pudiera parecer que soy un vanidoso, pero antes de llegar a esta ciudad yo sabía que nadie me la podía quitar. Soy una persona flemática, no me presiono fácilmente, entre otras cosas porque eso me da seguridad. Por eso también jamás me sentí en peligro durante la lid", precisó.

El camagüeyano venció consecutivamente a Iván Djoroev y al indio Sushil Kumar, un hombre que en la justa mundialista newyorkina ancló en la cuarta posición, luego se impuso en cuartos de finales al difícil georgiano David Pogosian, quinto en Sydney. Buscando el pase a la disputa del metal dorado derrotó al ucraniano Fedoryshyn y en la última pelea venció fácilmente al iraní Masuod Jokar.

En todos esos combates, Yandro recibió solo un punto en contra, y fue faltando cinco segundos en el pleito frente al ucraniano. "Estudio cada movimiento que hago sobre el colchón, quizás por eso, aunque soy de una división pequeña, las personas piensan que me falta fogosidad. Sin embargo, la velocidad es letal cuando desarrollas una técnica en el momento táctico adecuado. Si no se hace así, entonces el efecto es contrario, aparece el agotamiento físico y lo que es aún peor el contragolpe del adversario encuentra un camino más libre", comentó.

Y así se comportó en toda la competencia, parecía que dibujaba cada acción, a tal punto que no falló nuigún elemento técnico en sus intentos, ni recibió pasividad en la competencia, algo que en la lucha moderna es casi corriente.

Yandro es el segundo medallista dorado de la lucha libre en este peso, pues en Barcelona’92, Alejandro Puerto también alcanzó esa corona.

Su compañero, Iván Fundora nos dijo. "Ha sido muy fuerte no solo la competencia, sino llegar hasta aquí, nadie como yo sabe cuánto me he esforzado. Primero para convencer a la dirección técnica de que yo era el hombre para dirimir las preseas en los Juegos, pero primero tenía que clasificar en los diferentes torneos que se hicieron con tal propósito".

A este güinero se le puede dar el título de la vergüenza deportiva y el coraje. Luchó palmo a palmo cada combate, y en la medida que transcurría la lid crecía como deportista. Lideró su grupo eliminatorio en calidad de invicto y en el pase a semifinales se encontró con el campeón defensor, el candiense Igali, a quien dejó sin preseas.

Mas buscando en la pelea que le aseguraba plata, fue perjudicado por los jueces, lo cual no solo provocó la rechifla del público, sino que originó la digna actitud de Gustavo Rolle, federativo cubano y jefe de la Comisión Técnica de la Federación Internacional de Lucha (FILA), cuando se debatía sobre las faltas reiteradas del kazajo Laliyez, declarado vencedor.

Pero salió a buscar su premio bronceado y en tiempo extra, viniendo de abajo ante el polaco Brzozwski, sacó a relucir su combatividad y en recompensa se ganó un lugar en el podio.

"Es de bronce, pero es para mi pueblo", dijo con modestia, como si no fuera autor de otra gran hazaña.

29 ago 04

De la redacción:

Cuba en las Olimpiadas de Atenas 2004