De la redacción:

Hazañas en defensa de la bandera

OSCAR SÁNCHEZ

Cuando las selecciones cubanas de judo recibieron el pasado jueves la bandera que defenderán en los próximos Juegos Olímpicos de Atenas, no pocas historias vinieron a las mentes de quienes vimos a la campeona mundial Amarilis Savón tomar la enseña nacional, en cuya defensa se han escrito bellas y gloriosas páginas.

Habría que irse hasta 1976. En Montreal, un pequeño negro, de un pequeñito pueblo de la Cuba socialista, Guanajay, asombró al mundo al darle a América el primer título olímpico sobre el tatami.

Apenas 24 años habían transcurrido de la llegada de este arte marcial a la mayor de las Antillas, lo cual engrandecía la hazaña de Héctor Rodríguez, quien a pesar de estar aquejado de fuertes dolores intercostales, con la recomendación, incluso, de no presentarse en el duelo final, supo llevar a lo más alto del podio a su bandera.

Veinte años después la guantanamera Driulis González sufrió una seria lesión en una de sus vértebras cervicales, había hasta peligro de que quedara inválida. Faltaban solo tres meses para asumir el reto en Atlanta... "Jamás pensé que no podría asistir, pero te digo más, nunca me pasó por la mente otra cosa que no fuera la victoria".

También en 1996 la santiaguera Diadenis Luna resistió una fractura en su clavícula derecha, ocultó el dolor, a pesar de algunas lágrimas, y su medalla de bronce fue la presea de oro al valor.

Manolo Poulot fue el primer cubano que hizo ondear la bandera en un campeonato mundial, presidiendo el estrado de premiaciones, y luego Yordanis Arencibia no la ha dejado de hacer presente en esos exigentes escenarios, como lo hicieron en 1980 Juan Ferrer Lahera, Isaac Azcuy y Rafael Rodríguez Carbonell, con sus medallas de plata ese año en Moscú.

Es hoy el judo el tercer deporte que más aporta al medallero olímpico cubano, una disciplina que se introdujo oficialmente en Cuba en 1952, y que en una meteórica carrera es orgullo de toda América, pues ha llevado al continente a la vanguardia, pasando entre los avezados asiáticos y europeos.

Por eso en el Memorial Granma, rodeados de otra gran historia de valentía y de defensa de esa bandera, para que ondeara libre, soberana y también como faro de dignidad, los judocas se comprometieron a defenderla con la medalla más preciada de la Patria, la fidelidad y el respeto a esa historia que los ha hecho escribir estas hermosas páginas, o como dijera el profesor Ronaldo Veitía, la que nos ha hecho llorar de emoción, porque no hay preparación buena, no hay triunfo grande, que no se haya inspirado en la historia que escribimos día a día los cubanos.

1-jun-04

Cuba en las Olimpiadas de Atenas 2004