De Luis Miguel Rodríguez puede afirmarse
que posee nombre de cantante y alma de lanzador. Tiene 36 años, de
ellos 16 dedicados a encaramarse en un montículo en nuestras Series
Nacionales y poner el alma para tratar de ganar un juego para
Holguín.
No ha sido afortunado en eso de integrar
equipos Cuba, a pesar de su innegable calidad. Hace solo dos años
fue incluido en la nómina de la selección que compitió en los Juegos
Olímpicos de Beijing. Y lo hizo muy bien, con tres juegos lanzados,
dos de ellos en función de relevo, diez ponches propinados y dos
bases por bolas otorgadas en 9 entradas de actuación y un average
rival de 245.
En esta temporada no estuvo bien en los
inicios. Pero no perdió la calma, siguió entrenando
disciplinadamente como ha sido siempre su costumbre y, poco a poco,
recuperó la forma, contribuyendo al alza de los sabuesos holguineros
en la tabla de posiciones de la convulsa zona oriental, donde tres
equipos están batallando por el cuarto lugar y la entrada a los play
off.
El martes Luis Miguel se plantó en el box
del Guillermón Moncada (trepidante conga animando a los santiagueros
constantemente) y durante ocho entradas y un tercio fue dueño por
completo de la situación. Un pitcher lateral como él resulta muy
incómodo para los bateadores derechos: entre Héctor Olivera, Rolando
Meriño y Alexei Bell el uno-dos-tres de los indómitos, solo le
conectaron un sencillo en diez turnos oficiales al bate.
Un triunfo muy importante en las
aspiraciones holguineras de llegar a la postemporada, conseguido
ante uno de los seleccionados considerados potencia en la pelota
cubana. Desde que comenzó a lanzar en su natal Báguanos, a Luis
Miguel le dicen el Conde. El martes cambió su título nobiliario: fue
Rey en Santiago.