Muchos especialistas de todo el mundo coinciden en
afirmar que el bateo es una ciencia…y el pitcheo es un arte.
Les doy toda la razón. Hay que tener la imaginación
de un Da Vinci y el trazo seguro de un Miguel Ángel para mantenerse
en el montículo tirando pelotas tras pelotas en una zona de 17
pulgadas de ancho, tratando de escapar de la furia de los
bateadores, cada vez más técnicos, cada vez más fuertes y mejor
preparados.
Esta XLVI Serie Nacional es, hasta el momento, una
serie de pitcheo. Ayudado por una pelota de escaso bote y por una
reglamentación que, además de proteger los brazos, coloca después de
100 envíos a un hombre fresco, cuya principal misión muchas veces es
sacar los últimos seis outs del partido.
Así y todo, no se vislumbra en la actual campaña la
posibilidad de establecer una marca en alguno de los casilleros que
enmarcan este importante departamento del béisbol.
Como ya vimos en el bateo, las cotas en nuestra
pelota son muy altas y si usted piensa que, por citar un ejemplo, el
villaclareño Yolexis Ulacia ha lanzado en demasía, con sus 27 juegos
relevados, baste recordar que hace solo cuatro años el vueltabajero
Orestes González se trepó a la lomita en ¡50 ocasiones!, todas en
función de relevo.
Hay que recordar también las muchas estrellas del
box que han pasado en casi medio siglo de Series Nacionales, desde
Alarcón, Hurtado, Huelga, Changa y Vinent hasta Faustino Corrales,
Julio Romero, Jorge Luis Valdés y tantos otros que llenaron páginas
de gloria nacional e internacionalmente.
Y no podemos olvidar que el concepto de pitcheo y
los implementos que se utilizan actualmente difieren
extraordinariamente de los de décadas pasadas. Ya no se ven
serpentineros de brazo de hierro, como el desaparecido pinareño
Emilio Salgado, capaz de trabajar 230 entradas y un tercio en la
VIII Serie, en 1969, cuando no existía la rotación de cinco y hasta
seis pitchers en una semana.
También la pelota de nuestros días es, generalmente,
más viva, mejor confeccionada. Y, por esa razón, ese promedio de
0,37 alcanzado por el capitalino Ihosvany Gallegos en 72 capítulos
de labor durante la XI Serie, 1972, nos suena como algo de otra
galaxia, imposible siquiera de igualar hoy.
Corren otros tiempos en el béisbol. Las marcas de
pitcheo serán, a no dudarlo, mucho más difíciles de implantar.