No por
largamente esperado dejó de llamar la atención el cuadrangular de
Yulieski Gourriel el pasado jueves, su número 100 de por vida cuando
transita ahora por su sexta Serie Nacional y sobrepasa, por unos
pocos, los 2 000 turnos al bate.
Se trata de un representante de la nueva generación,
nacido el 9 de junio de 1984 que, a los 21 años, aún está en proceso
de desarrollar sus enormes facultades para convertirse por derecho
propio en uno de los mejores peloteros de la historia en nuestro
país.
Muchos han intentado compararlo con otros jugadores
de épocas pasadas, no tan lejanas, sin comprender que muchas cosas
han cambiado de manera radical en el béisbol nacional e
internacional. Durante más de dos décadas el bate de aluminio impuso
su reinado hasta que en 1999, de golpe y porrazo, la madera volvió a
ocupar el lugar perdido.
Esto afecta ostensiblemente el rendimiento ofensivo
y, de manera especial, la producción de batazos de largo metraje.
Soy de la opinión de que la frecuencia conseguida por Romelio
Martínez (un jonrón cada 12.84 veces al bate) o la de los tres
únicos con 400 cuadrangulares o más (Kindelán, 13.32; Junco, 14.27 y
Omar Linares, 14.76) son sencillamente irrepetibles.
La tabla adjunta les presenta los 15 jugadores en
activo con mayor cantidad de bambinazos y sus respectivas
frecuencias. A simple vista, a los Pedroso, el propio Yulieski, un
Cepeda en su mejor momento a los 26 años, les costará un gran
trabajo reducir la frecuencia que exhiben actualmente y acumular 300
ó 400 bambinazos.
Pero hay esperanza. En la pasada XLV Serie, Yulieski
disparó 27 películas de cuatro esquinas en 349 turnos oficiales al
bate, una frecuencia de uno cada 12.93. A ese paso —y manteniendo
esa constancia que le permite participar en todos los juegos del
calendario—, en once años y con 32 de edad, estaría rozando los 400
cuadrangulares. Aunque, quizás, sería pedirle mucho al joven y
estelar jugador espirituano. Tiempo al tiempo.