Bien por el inicio de los play off, con un par de partidos cerrados de
principio a fin, el primero decidido en extrainning y el segundo en las
postrimerías. Pero muy mal la utilización del pitcheo, un área fundamental
del juego, considerada el 75% de la victoria por todos los especialistas.
Comencemos por Santiago de Cuba. Un lanzador como Ormary Romero,
dependiendo siempre de sus rompimientos en zona de duda, consigue retirar a
14 bateadores avileños —todos con experiencia internacional—, y llega al
noveno capítulo con 102 lanzamientos. Abre el décimo y saca dos outs de puro
milagro, bien defendido por su jardinero izquierdo y por el antesalista
Jorge, autor de la atrapada de la noche. Acto seguido permite dos
metrallazos de jit, salen a conversar con él... y lo dejan aceptar otros dos
sencillos.
Sigamos con Ciego de Ávila. El zurdo Maikel Folch pudiera haber
establecido un récord en el béisbol al regalar ¡nueve bases por bolas! en
tan solo 6 innings y un tercio, para lo cual utilizó 135 envíos hacia el
plato.
Esto merece un comentario aparte.
Hace unos años, en Grandes Ligas —a las cuales el equipo Cuba les plantó
bandera en el Clásico—, se debatió hasta la saciedad el tema de la cantidad
de lanzamientos del pitcher en un partido. 125 parecía ser la cifra
adecuada. Pero un solo serpentinero (el zurdo Randy Johnson) rebasó esa
cantidad en más de 2 000 juegos efectuados en una temporada.
En el béisbol mundial los lanzadores están especializados en abridores,
relevistas intermedios —los que "caminan" el juego desde el quinto o sexto
hasta el octavo y el cerrador —casi siempre dueño de un lanzamiento muy
efectivo, como el panameño Mariano Rivera y su recta "cortada", sistema que,
indudablemente, da resultados y cuida los brazos.
En nuestros play off el pitcheo es libre, es decir, no se tiene en cuenta
la limitante de la campaña regular, cuando 125 lanzamientos es límite para
los abridores. Al parecer, habrá que aplicarla también en los play off. No
acabamos de entender la importancia de los relevistas, de traer brazos
frescos, no con bases llenas y el tercer bate en home, sino cuando un
abridor ha cumplido su función y comienza a desfallecer, pues, según
estudios, a partir de los 100 envíos aparece la fatiga.
Bien por los play off. Mal por una utilización inadecuada del pitcheo.