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Un rostro coronado de ramos de palmeras

La poesía de Agostinho Neto irrumpe nuevamente en la Feria Internacional del Libro Cuba 2013

PEDRO DE LA HOZ

La poesía de Agostinho Neto (1922-1979) se funde con la vida de su pueblo. Aunque la literatura angolana formalmente escrita —no hablo de la caudalosa tradición oral de las diversas etnias que coexisten en su territorio— cuenta con valiosos exponentes que se remontan al siglo XIX, ya bajo la dominación colonial portuguesa, el nombre del fundador de la nación independiente ganó por derecho propio uno de los lugares más prominentes en las letras de su país antes de la independencia.

No son versos de ocasión aun cuando fueron dictados por las circunstancias. Su experiencia lírica recuerda la de otro titán de las luchas anticoloniales de la pasada centuria, el venerable Ho Chi Minh. En ambos casos, la vocación poética se halla indisolublemente vinculada a la vocación mayor emancipadora.

Estaba en marcha la guerra por el afianzamiento de la patria recién liberada, cuando llegó por primera vez a los lectores cubanos la poesía de Neto, reunida en el volumen Sagrada esperanza.

Uno de los más notorios traductores cubanos, David Chericián, escribió las muy fieles versiones al castellano, las mismas que ahora la Colección Sur, que dirige Alex Pausides, hace circular en la Feria Internacional del Libro Cuba 2013.

Fue tan seria la labor de Chericián —consciente, como expresó, de que "la vecindad de los dos idiomas ha sido, paradójicamente, la principal dificultad en la versión"— que no se limitó a traducir los textos publicados en la edición príncipe portuguesa, titulada Con los ojos secos (1963), sino que los cotejó con una posterior edición en inglés que vio la luz en Tanzania. También tuvo la posibilidad de consultar al autor.

Podría esperarse de un hombre que muy joven se entregó a la causa anticolonialista —militante del Movimiento por la Liberación de Angola (MPLA) desde 1955 y luego su presidente a partir de 1962, que sufrió cárcel más de una vez, que organizó y participó en la guerrilla contra los ocupantes—, una poesía de barricada.

Pero no es así. Si bien reflejó el dolor de la opresión colonial, de la explotación y el racismo, y energizó con la palabra la insurgencia popular, Neto develó los más íntimos sentimientos y compartió vivencias desgarradoras e irreductibles esperanzas.

Desde una tenebrosa ergástula de la PIDE (aparato represivo del régimen de Lisboa) celebra el amor hacia su entrañable compañera María Eugenia: Suavidad y frescura / de los recodos ansiosos de la tierra / y la exaltación poética de la vida / suavidad y frescura en tu día. Celebra también la secreta rebeldía de los espíritus insumisos: Recuerdo los caminos que nadie pisó / oigo las voces lejanas / de los hombres que no cantaron / recuerdo días felices que no viví / en mí existen vidas que nunca fueron / veo luz donde solo hay tinieblas. Proclama con orgullo su identidad: En el cielo el reflejo del fuego / y las siluetas de los negros que golpean / los batuques con los brazos erguidos / en el aire la melodía caliente de las marimbas / poesía africana.

Y, claro está, siempre apuesta por el futuro: Crear crear / estrellas sobre el hacha guerrera / paz sobre el llanto de los niños / paz sobre el sudor sobre la lágrima del contrato / paz sobre el odio / crear / crear paz con los ojos secos.

La poesía de Neto, quien se vio a sí mismo como un rostro coronado de ramos de palmeras, se funde con su propia vida y con la nuestra.

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