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...Noticias / Jueves 16 de febrero.. Sergio Pitol
Un mago de México en La Habana
MICHEL HERNÁNDEZ
La producción intelectual del autor de El
arte de la fuga y El mago de Viena, quien también
alcanzó el premio Juan Rulfo en 1999, no puede enmarcarse
estrechamente dentro de ningún género literario. Su
literatura, eso sí, tiene mucho de escritura
cinematográfica. Algo que explica que, al leer sus obras,
uno pueda caer preso del arrobo de leyendas que cobran vida
ante los ojos como las escenas de una película
autobiográfica. La obra de Pitol (Puebla, 1933) le debe
mucho al viaje, ese género literario que, aun sin serlo, ha
influido de forma decisiva en muchos autores a través del
tiempo. Pero en él esta práctica adquiere connotaciones
especiales. Porque, como explicó el investigador Jorge
Fornet, Pitol toma distancia de cualquier indicio de
exotismo para adentrarse realmente en el espíritu de los
lugares que visita, en las pequeñas historias que
sobrevuelan las vidas de las personas, en los escenarios más
extraños y luminosos de las grandes urbes. Por eso, no resulta casual que mientras uno
lee sus libros pueda tener el privilegio de imaginarse
recorriendo las calles de Moscú, de Praga, de México, o de
cualquier rincón donde el escritor haya plantado su casa
alguna vez. Sergio Pitol no ha sido publicado lo
suficiente en Cuba. Hasta el momento, solo había noticias de
la puesta en circulación, por Casa de las Américas, de ese
memorable título que es Nocturnos de Bujara. Sin
embargo, la isla ha influido de manera muy particular en el
alcance de su obra. De hecho, un joven Pitol, con apenas 20
años, realizó una fugaz visita a La Habana de los 50 que
marcaría indudablemente sus inicios literarios. "Fueron dos días muy intensos en los que
conoció el Barrio Chino, y el teatro Shanghai, asistió a una
representación de Pigmalion y llegó a participar
hasta en una revuelta", dijo Fornet al evocar una de las
anécdotas que recoge Pitol en su libro Memorias. El investigador, acompañado por la poetisa
cubana Reina María Rodríguez, y los mexicanos Roberto
Culebro y Rodolfo Mendoza, también hizo énfasis en las
obsesiones de este imprescindible autor. Entre ellas, claro
está, aparece como un mantra su eterno recorrido por los
escenarios del mundo. "Es un hombre que ha viajado
eternamente, pero una cosa es ser viajero y otra turista. Él
es un viajero y evita siempre ese exotismo que atrae a
muchos escritores", explicó. Por dificultades para hablar con fluidez,
Pitol no tomó la palabra durante el coloquio. Pero no hizo
falta. Su rostro estuvo embargado, a lo largo del encuentro,
por la alegría que le provocaba haber regresado a la Isla,
donde vivió historias inolvidables que contribuyeron a la
formación del mito literario que es hoy. |