Noticias del día / Sábado 19 de febrero

Julio Ortega

Dialogante y feliz hacia el futuro

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ
madeleine@granma.cip.cu

La expresión "dialogante feliz" fue aquella que mejor encontró el multifacético intelectual peruano Julio Ortega, crítico, ensayista, poeta y narrador cuya obra de pensamiento es una de las más importantes de América Latina, para explicarle a Granma el estado de ánimo que lo embarga siempre que visita las ferias del libro que lo convocan a varios de sus espacios. "Esta —apuntó para distinguir la que está viviendo nuestro país por estos días— se caracteriza por ser la más populosa de todas y por tener una marcada presencia de público joven.

Foto: Yander ZamoraPara ofrecer sus siempre estelares conferencias donde brilla un orador con un aquilatado dominio teórico y vivencial de la literatura y del idioma, llegó hasta el capitalino Centro Cultural Dulce María Loynaz, una de las sedes del evento, este profesor universitario, autor de obras como El discurso de la abundancia (1992), Una poética del cambio (1992), Arte de innovar (1994), Retrato de Carlos Fuentes (1995), El principio radical de lo nuevo, para impartir el tema El lenguaje literario latinoamericano en el siglo XXI.

Tomando como eje la literatura, Ortega, quien asegura haber venido para aportar su granito de arena, desarrolló con una exquisita gama de argumentos persuasivos su visión del futuro americano a la par que se apoyó en puntuales tópicos de la cultura latinoamericana como José Martí, Domingo Faustino Sarmiento, Andrés Bello y José María Arguedas, para comentar desde los juicios emitidos la óptica de esas figuras sobre lo por venir.

Arrancando de filosóficos enfoques concernientes al futuro en relación con el presente y el pasado, censuró la posición pesimista de quienes coinciden en que el Bicentenario de la Independencia Americana, por no ser un hecho que goce en la actualidad de una acabada contundencia, no merece la debida celebración. Exhorta a hacer lecturas más productivas de los hechos, que exoneren los análisis cuyos rumbos los rubriquen como traumas históricos.

A Martí le reconoce la incuestionable inspiración en la ética del hacer y la visión favorable que tiene del hombre de campo, impregnado de virtudes e impecabilidad; Sarmiento, cuyo lenguaje es distinto del martiano, al regodearse en la antagónica dualidad civilización y barbarie supone prioritariamente su proyección de lo que vendrá a partir del hombre de la ciudad.

Las aristas que mueven al gramático venezolano Andrés Bello —quien por su formación humanista es un articulador, temeroso, además, de que la independencia desarticulara el español comprendido como una unidad lingüística entre los pueblos latinoamericanos— lo conducen a reconocer la proyección del futuro a partir de las instituciones.

Arguedas, quien ante el imperativo de exteriorizar su mundo interior y transformarlo en literatura se cuestiona en cuáles de los idiomas (castellano o quechua) escribiría, decide, para ser leído también por las mayorías y para no traicionar su lengua materna, hacerlo en ambos códigos. El sustrato quechua que matiza textos suyos, como Los ríos profundos, donde el idioma español fluye para describir angustias de su pueblo originario es, al decir de Ortega, toda una visión de futuro, "el lenguaje que todos hablaremos cuando seamos bilingües".

Abordó, además, los tonos que vienen acuñando las nuevas voces de la poesía en Argentina, Chile y México, cuyos alcances dejan sentir fuertes ecos dialectales al alimentarse de jergas, propias de la realidad latinoamericana.

Hablando de México, la vis cómica que acompaña a Julio Ortega, quien no concibe la cultura sin que nos cedamos la palabra unos a otros, asomó cuando, al apasionarse y abundar en referencias a la tierra azteca dijo: "Me estoy plagiando a mí mismo, porque este es el tema de mi conferencia de mañana, a las dos de la tarde, en la Sala Nuestra América, de La Cabaña".

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