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Memoria habanera para Soni Ripé

MADELEINE SAUTIÉ RODRÍGUEZ

Cuando el poeta guadalupeño Sonny Rupaire, o mejor dicho en kreol, Soni Ripé (1947–1991) vino a Cuba, donde representó a los suyos en la dirección de la Organización Continental de Estudiantes de América Latina y el Caribe (OCLAE) en 1967 dejando detrás las tierras argelinas —allá estudió Letras e impartió clases a la par que colaboró en la construcción de la política educacional del joven Estado—, no podía suponer que 20 años después de su muerte la Feria Internacional del Libro de nuestro país le reservara un espacio para recordarlo desde su magnífica poesía y con ello regalarle un homenaje.

La cita a la que acudieron no pocos coterráneos suyos, aunque también de otras latitudes, fue en la sala Nuestra América de La Cabaña, fortaleza literaria de estos días donde el profesor y periodista Ronald Selbonne ofreció la conferencia Soni Ripé: un poeta flamante, que consiguió sin esfuerzos descorrer las cortinas de su escenario creativo para dejar escuchar una poesía sólida que, aunque consta de un único poemario, goza de no pocos méritos.

Cette igname briséequ’ est ma terre natale/ Gran parad ti kou baton es el título de ese poemario, que escrito en francés y kreol, lo ubicó en el parnaso de la literatura caribeña, tanto por su calidad, como por haber proyectado a otros una irradiadora influencia.

En su extroversión poética, Ripé se identifica con un flamboyán en cuyo aspecto frondoso y resplandeciente encuentra el símbolo de la libertad. "Obligaremos a la flor sangrienta del flamboyán a revelar a los ciclones su mensaje de fuego".

Él mismo, en un canto casi whitmaniano, se integra a una metáfora vegetal que lo engarza a su tierra proveedora de alimento y fuerzas de un modo indisoluble y en ella cobra la apariencia del mango y del zapote, "primicias en el vergel de los poetas".

El kreol, cuyos códigos para deslizar el discurso poético sistematiza como nadie Ripé —si bien no es el primero en escribir literatura en ese idioma—, lo reserva, a modo de reacción, para sumarlo a las motivaciones que lo han inspirado respecto a posiciones de combate e irreverencia ante la injusticia social.

Fiel a la madre tierra, Ripé nunca abandonó esas referencias: "En literatura existen las tachaduras, los autores fracasados, los inmaduros, los arraigados. Si nuestras raíces se hallan hundidas en lo profundo de nuestro fondo mental y cultural, tratemos de endurecerlas, para que surjan troncos sin igual, en los cuales maduren frutos de inigualable sabor".

Transgresora de fronteras, su poética se revierte por el mar antillano esparciendo nutricias semillas para hacerlas brotar en todas sus islas: "Soy de ultramar: de Santo Domingo a Trinidad, paréntesis verde de islas americanas, tan ricas en su pobreza y tan pobres en su riqueza".

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