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Aquí estamos, con Nicolás

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

A Nicolás Guillén no se le debe perder de vista ni de oído en cada Feria del Libro. Nunca falta a la cita, con su acento profundo y esencial, ardiente e íntegro, que dio voz ya desde la tercera década del siglo pasado a quienes no la tenían.

Esta vez se hizo espacio para celebrar el aniversario 80 de la publicación de Sóngoro cosongo, el poemario de su confirmación lírica. La Fundación Nicolás Guillén convocó a un panel al que aportaron el crítico Enrique Saínz, el poeta Guillermo Rodríguez Rivera y la profesora Denia García Ronda, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, organización que, por cierto, Guillén fundó en agosto de 1961, de manera que estamos abocados a la conmemoración de sus cinco décadas de existencia.

De Sóngoro cosongo, Saínz recordó que presentó las credenciales de una expresión y una actitud maduras ante la poesía de un creador que, luego de saldar cuentas con el modernismo con Cerebro y corazón (1922), había irrumpido en la vanguardia en 1930 con el extraordinario e inédito suceso de Motivos de son, cuando hizo visible, en versos de ruptura, al negro en su lenguaje y condición. Los poemas de Sóngoro cosongo ahondaron esa percepción lírico-conceptual y abrieron el camino hacia la poesía social que Guillén cultivó con maestría ejemplar.

Sobre un poema comentado por Saínz, el que justamente abre el libro, Denia profundizó: Llegada: "¡Aquí estamos! / La palabra nos viene húmeda de los bosques / y un sol enérgico nos amanece entre las venas. (¼ ) Traemos el humo en la mañana, / y el fuego sobre la noche, / y el cuchillo, como un duro pedazo de luna, / apto para las pieles bárbaras; / traemos los caimanes en el fango, / y el arco que dispara nuestras ansias, / y el cinturón del trópico, / y el espíritu limpio. / Traemos / nuestro rasgo al perfil definitivo de América".

Se trata de uno de los más vivos y lúcidos testimonios poéticos de la contribución cultural de los africanos y sus descendientes a la nueva identidad que se forjó en Cuba, el Caribe y buena parte de América Latina.

Rodríguez Rivera valoró el lugar del poemario en la producción lírica de su época, el alcance de su eclosión renovadora y hacia el final de su intervención, con aguda perspicacia, se adentró en uno de los temas guillenianos por excelencia, el elogio de la belleza femenina de la mulata, dejando atrás el canto de los ojos glaucos y las manos níveas para exaltar, en una transgresora versión del madrigal, los efluvios de la piel canela.

Cabe recordar en otro orden, la valoración que uno de los más sistemáticos estudiosos de la obra de Guillén, su amigo Ángel Augier, dedicó a ese conjunto de composiciones: Sóngoro cosongo superó la onda de resonancias desencadenada por los poemas-son que le habían precedido y de uno de los cuales había tomado el sugestivo título. En este libro desarrolla Guillén nuevas formas del esquema rítmico del son en poemas descriptivos donde ya no se escucha al protagonista, sino que este es presentado en ágiles trazos, en rápidos pero expresivos bocetos. (¼ ) Era evidente que en Sóngoro cosongo el poema-son se abría a más variadas posibilidades poéticas".

Al término del coloquio, Nicolás Hernández Guillén, presidente de la Fundación, convino en que la recordación del poeta en la Feria del Libro marcaba un primer instante de importantes conmemoraciones que tendrán lugar a lo largo del 2011, el sexagésimo aniversario de la elegía El apellido y el vigésimo de la Fundación.

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