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Cartografía social de una comunidad en transformación MARTA ROJAS Tal vez para Reynaldo González el gran premio espiritual de la Feria del Libro haya sido el que recibió la pasada tarde en la pequeña plaza de Las Terrazas, frente a la escuela cuyos cimientos vio asentar, y al lomerío de la Sierra del Rosario. Allí recibió de las manos de una segunda y tercera generación de un grupo de pobladores niños sanos y desarrollados físicamente, el ejemplar de Conversación en Las Terrazas, firmado por cada uno de ellos. Los escolares habían pintado las ilustraciones de portada. Esos ejemplares únicos, entre una tirada mucho mayor, fueron destinados a los hogares de los "terraceros", como memoria histórica de lo que fue aquel pedazo de la Cordillera de los Órganos que Reynaldo vio en 1971 y en la cual laboró intelectualmente por un tiempo, que al evocarlo, consideró entrañable por la huella que dejó en él como ser humano y como intelectual. La obra, ilustrada con fotos tomadas por Osmany Cienfuegos, uno de los promotores de la comunidad, y Miguel Alfonso, es un cuaderno que contiene las entrevistas que Reynaldo realizó a los primeros hombres y mujeres que iniciaron la transformación física y cultural de lo que es actualmente este conocido paraje. El libro deviene cartografía humana, económica y cultural, sin precedentes en Cuba por ser construida de primera mano. Recordaba Reynaldo, cuya emoción era trasmitida a los vecinos y demás asistentes al acto, que una vez un niñito, con una guitarra casi del tamaño del intérprete, animó una velada y el niño era Polo Montañez. De ese aspecto tan sensible, el autor pasó a evocar el impacto de la erosión de la geografía de aquel lugar y cómo se repoblaron las montañas moteando árboles, resembrando especies endémicas, y conservando otras en un sitio de difícil acceso al que se llegaba, según sus palabras, "por caminos que curveaban y me impedían cualquier atisbo de orientación". Por su naturaleza era el lugar idóneo para considerarlo un "paraíso depredado" y luego se convirtió en el paraíso recobrado que es hoy, con el trabajo de todos los moradores bajo la dirección del Plan Especial, a cargo del arquitecto Osmany Cienfuegos, quien no admitía ninguna chapucería en las construcciones. Fueron tiempos de un enorme rigor en el necesario "terraceo" de las montañas y otros avatares, así como en el embellecimiento y la acción social individualizada y colectiva que promovían Marcia Leiseca y María Rosa Almendros. Personajes extraordinarios, que aún viven, aparecieron esa tarde húmeda de la presentación, en la cima de Las Terrazas. Entre ellos, Bebo, el hombre que de tanto improvisar en lenguaje rimado, habla con naturalidad en octosílabos, lo cual demostró para alegría de todos, acompañado de la guitarra de un amigo en El Café de María. "Demasiada emoción", dijo el escritor cuando nos presentaba a la joven Aleja Naite Cabezas, hija de una de las familias más numerosas entre los "terraceros", quien ha sido diputada a nuestro Parlamento y hoy es la presidenta del Gobierno en el amplio territorio. No escapó en las anécdotas de Reynaldo, el día que, mientras editaba un manual de construcción italiano, llegó Fidel hasta donde él estaba y preguntó quién era y qué hacía allí. Nervioso solo atinó a contestarle: "Soy el historiador, Comandante". Había improvisado la respuesta sin sospechar que, en efecto, con el tiempo, las vivencias de aquellos días iban a ser historia escrita en el libro Conversación en Las Terrazas. |