Noticias del día / Lunes 22 de febrero

Aventuras de un soldado (conocido) cubano

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Foto: Yordanka AlmaguerCuando a finales de 1975 Cuba acudió al llamado de Agostinho Neto y el Movimiento para la Liberación de Angola para contribuir solidaria y desinteresadamente a preservar la independencia de ese país, evitar su desmembramiento e impedir el tránsito hacia una ominosa condición neocolonial, Enrique Acevedo no sabía, aunque quizá lo intuía, que en tierras africanas no solo fraguaría definitivamente su vocación por la escritura sino que atesoraría una experiencia que también se expresaría en términos literarios.

En Angola comenzó a escribir Descamisado. Lo que fue en un principio una necesidad expresiva, terminó siendo un clásico de la literatura testimonial cubana de la segunda mitad del siglo XX. (Descamisado ensanchó una de las líneas fundamentales de la narración testimonial, que tuvo en Pablo de la Torriente Brau y Raúl Roa a dos de sus más conspicuos representantes. Se trata del arte de hacer memoria fuera de todo tipo de gravedad pontificia, con desenfado, humor, sin perder el sentido de la realidad. De resistirse a los fastos de la épica sin dejar de plasmar actitudes heroicas.

Fronteras (Casa Editora Abril) nos llega ahora para dar cuenta de las misiones internacionalistas en Angola que tuvieron en Enrique a uno de sus protagonistas. Es una lectura apasionante y apasionada, de esas que agarra al lector por el cuello y no lo deja respirar hasta devorar la última línea. Pero es a la vez una lectura que incita a la reflexión, que deja un sedimento fértil en la memoria.

El autor vive y luego cuenta. Investiga la nueva realidad circundante. Calibra la dimensión humana de quienes lo acompañan. Grandezas y flaquezas humanas desfilan por las páginas sin ánimo moralizante, son jirones de los acontecimientos.

Acevedo es un testigo excepcional. Posee una enorme capacidad de observación, pero tiene el buen tino de no hacerse dueño de verdades, sino tiene la humildad de compartir la experiencia y dejar margen al lector para que este cree juicios de valor por sí mismo.

El libro, tal vez sin proponérselo, adquiere una dimensión antropológica. El narrador ofrece una visión de África para nada tópica. Las características etnoculturales de las comunidades con las que se relaciona afloran sin que haya un afán didáctico y a buena distancia de esos frecuentes acercamientos que revelan las taras del paternalismo. En cada pasaje destinado a la comprensión y el entendimiento del entorno humano se respira respeto hacia lo diferente.

Vale también la mirada hacia los propios cubanos. Una recomendación: no perderse las valoraciones de un oficial angolano sobre la percepción que tuvieron sus conciudadanos acerca de las disfunciones en el comportamiento y el carácter de quienes venían de la isla antillana. Toda una lección que rebasa los límites de la propia narración.

Como jefe militar, Acevedo en Fronteras registra el pulso de la campaña, tanto en sus rasgos generales, como en las particularidades de lo que correspondió a la tropa bajo su mando.

Pero no esperen encontrar la prosa de las bitácoras. El poder descriptivo se entreteje con un tono vivencial que le confiere al relato el sabor de una novela de aventuras de las buenas.

No falta tampoco una buena dosis de autocrítica. El jefe no es infalible, revisa su actuación y a la par defiende decisiones que algunas veces se apartan de los manuales.

El alcance del testimonio de Enrique se complementa con dos fuentes de sumo valor: un diario de campaña ocupado a uno de los jefes de la UNITA y las citas de un libro que desde el punto de vista de los racistas sudafricanos pretende justificar la debacle de sus tropas ante el empuje de los cubanos y las FAPLA. Son estos necesarios elementos de contraste en el discurso narrativo.

Cuando terminé la lectura de Fronteras no pude menos que recordar una vieja tribulación académica, debida al crítico y profesor norteamericano Jon Beverley. Este se preguntaba: "¿Qué es, precisamente, un testimonio? ¿Una forma discursiva o varias? ¿Algo con un valor esencialmente documental, o un nuevo género literario? Y si es de hecho un nuevo género literario, ¿en qué consiste su efectividad estética particular? ¿Cómo se distingue de formas como la autobiografía?"

Fronteras responde esas interrogantes desde la misma práctica discursiva. Es espejo autobiográfico e historia viva. No es posible escindir el texto bajo la lupa minuciosa de la academia. Es historia documental, pero desde el principio hasta el fin, literatura.

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