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Noticias del día / viernes 19 de febrero Campesino de armas tomar El Comandante de la Revolución Guillermo García Frías ofrece en Encuentro con la verdad un entrañable y emotivo testimonio de su incorporación a la lucha insurreccional. El libro cuenta con un prólogo escrito por el General de Ejército Raúl Castro PEDRO DE LA HOZ
Otro se halla al final, en una especie de epílogo escrito por el propio autor: "Estos testimonios no pretenden hacer pensar al lector que yo salvé la Revolución. Nada más lejos de eso, sino todo lo contrario: fue ella la que me salvó a mí. Fidel, desde el momento mismo en que desembarcó en Las Coloradas, me sacó de la incultura y la miseria, al igual que a todos los campesinos y al pueblo de Cuba". Estamos ante un libro más que necesario, sencillamente imprescindible. Encuentro con la verdad (Editorial Verde Olivo) nos pone en la senda de una historia personal que devino parte de una gesta colectiva; la de su autor, el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías y las de tanta gente humilde y marginada que aportó sangre y coraje a una insurrección popular que en sus inicios tenía más ingredientes quijotescos que realidades consumadas. Mediante una prosa directa, reveladora de indelebles huellas en la memoria, García Frías narra su tránsito vital de guajiro a guerrillero. Pero al mismo tiempo refleja el contexto en el que nació y creció, y las razones que lo llevaron a tomar el camino de las armas. No hay mayor efecto dramático que la sobria exposición de las condiciones de vida del campesino hacia la medianía de los años cincuenta del pasado siglo. El caso de la familia García, en El Plátano, no fue una excepción. Once hijos, dos de ellos muertos de acidosis. "Mi familia —cuenta— nunca fue atendida por un médico, y no éramos de los más pobres; en realidad no teníamos dinero para pagarlo ni confianza en ellos". Ni hablar de electricidad, ni siquiera un receptor de señales de radio. La promesa de estudios cada vez más lejana. Imposibles los juegos de la infancia. Trabajo de sol a sol desde las más tempranas edades, Y luego la ley del plan de machete de la Guardia Rural. Eso sí, en la familia existía el orgullo del abuelo mambí, semilla de rebeldía e insumisión. La saga épica del testimoniante comenzó el 28 de noviembre de 1956 cuando recibió un mensaje de Celia Sánchez en el que se le pedía apoyar el desembarco de Fidel por las bocas de los ríos Toro y Las Puercas, en uno de los extremos de la región oriental. Debía acontecer el día 30. Ya se sabe que sucedió el 2 de diciembre. A partir de entonces sobrevino la búsqueda de contacto con los expedicionarios, masacrados tres días después en Alegría de Pío: la zozobra ante las noticias sobre los crímenes de la dictadura. El 8 de diciembre fue testigo de cómo arrastraban a ocho cadáveres de los hombres del Granma. Las fuerzas de la tiranía lo interrogan. A duras penas se libra de ellas. El 10 encuentra a Calixto García, Carlos Bermúdez y Calixto Morales. El 13, en El Mamey, contacta a otro grupo más, entre los cuales se hallan Almeida, el Che, Camilo y Ramiro. Al día siguiente, al fin, ve a Fidel, quien poco antes había sostenido una larga conversación con su padre. Relata: "... al llegar me identifiqué: ‘Yo soy Guillermo García’. El respondió: ‘Yo soy Fidel Castro’, y añadió: Ah, aquí estuvo tu papá, yo ya te conocía perfectamente. Oye, es el campesino más inteligente que he conocido, sagaz para todas las cosas, pero dile que no diga que habló con Fidel, pues corre el riesgo de que le corten la cabeza’. Y me contó lo que estuvo hablando con él". Más adelante, otro momento de íntima intensidad: "Al informarle sobre todos con los que había hecho contacto, que ya sumaban más de veinte, me preguntó: ‘¿Y a Raúl no lo has encontrado? ¿Tú crees que haya muerto?’. ‘Sé que no ha muerto —contesté—, pero yo personalmente no lo he encontrado (... ) No había visto a Raúl y sus compañeros porque cuando llegué a casa de Neno Hidalgo ya se habían marchado. ‘Sin embargo —añadí— tengo noticias de que pasó por toda la red organizada por los campesinos’. Entonces me habló con mucho sentimiento de su hermano". Guillermo escucha atentamente a Fidel. Recibe un torbellino de ideas. "Nunca antes había escuchado un pensamiento político y militar tan claro", confiesa. El 18 de diciembre se produce el histórico encuentro de Fidel y Raúl. Cuentan los fusiles. Fidel pronuncia una frase inolvidable: "¡Ahora sí ganamos la guerra!" El 5 de enero del nuevo año Guillermo ingresa ya de manera permanente a la tropa rebelde. Sin saberlo todavía se convierte en uno de los protagonistas esenciales de nuestra historia más reciente. Como habrá notado el lector, Encuentro con la verdad no solo es la narración de un momento decisivo en la vida de un combatiente. Es también reflejo de una toma de conciencia. |