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Noticias del día / Martes 16 de febrero Todo comenzó en un coffee house Margaret Atwood, la más reconocida escritora canadiense, esta tarde en la Feria PEDRO DE LA HOZ
De su memoria no se borrarán jamás los días en que tuvo su bautismo de fuego en los coffee houses de los tempranos 60. Cuenta cómo en medio del humo de cigarrillos —todavía no era una ordenanza la prohibición del tabaco en lugares públicos— se hacía difícil llamar la atención de los parroquianos. No pocas veces la lectura de poemas se interrumpía por el estruendo del agua al tirar la cadena de evacuación de los inodoros. Cuando logró publicar su primer libro, firmó los ejemplares en el sótano de una tienda, en medio de la sección dedicada a la venta de ropa interior para hombres. Pero no se arredró. Una tras otra salieron sus criaturas: poemas, volúmenes de cuentos, novelas. Su poemario inicial, Doble Perséfona, le valió la medalla E.J. Pratt en 1961. Hace apenas dos años mereció el Premio Príncipe de Asturias, en España, por la obra de toda una vida. Su más reciente novela, The year of the flood (2009), puso el dedo en la llaga del cambio climático y el desenfreno tecnológico. A los jóvenes recomienda prepararse físicamente para escribir. "Porque al principio —dice— duele la cabeza, duelen los brazos, todo duele". Este martes, a las 4:00 p.m., la Atwood sostendrá, en la sala Nicolás Guillén, de La Cabaña, un encuentro con los lectores, guiada por la colega Magda Resik, antes de que la editorial Arte y Literatura presente la colección de cuentos El quetzal resplandeciente y otros relatos. Aunque su novelística es de primera línea —basta leer El asesino ciego y en especial El cuento de la criada para admirar su altura literaria—, en la narración breve la escritora canadiense ha conseguido condensar sus virtudes en la composición. Un volumen como Dancing girls causó en 1977 una verdadera sensación por la sutileza y la economía de medios para sugerir líneas argumentales. El propio cuento que da título al libro preparado por Arte y Literatura es elocuente. En El quetzal resplandeciente construye una parábola sobre los difusos linderos entre la dicha y la desgracia. Por demás, Margaret Atwood es una mujer que se interesa por hacer mejor el reino de este mundo, pero considera que nada de ello es extraordinario. Una vez le preguntaron cómo se veía a sí misma como autora y respondió: "A partir de Keats, Shelley y Byron, la imagen del escritor es la inmediatamente posromántica, uno tiene que ser un genio loco o morir joven, tener algún tipo de adicción, o al menos una vida sentimental escandalosa para calificar. Cuando los escritores escriben sus biografías tratan de destacar lo extraños que son. Si no hay alguna adicción severa, empieza a parecer sospechoso. Creo que a mí me faltan rarezas para ser interesante". |