Noticias del día / Viernes 12 de febrero

Con ganas de recomenzar

Esta de ahora es la Feria de Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura 2003

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Si para todos lo cubanos, de uno a otro confín del archipiélago, la Feria Internacional del Libro se traduce en una fiesta, para Reynaldo González (Ciego de Ávila, 1940), quien hace siete años fue proclamado Premio Nacional de Literatura, esta de ahora lo será todavía más. Los organizadores decidieron dedicar la jornada al prolífero escritor, que compartirá ese honor con la historiadora María del Carmen Barcia, por lo que Reynaldo tendrá casi que apelar al don de la ubicuidad para acceder a homenajes, presentaciones de títulos, conversatorios con los lectores; toda una serie de comparecencias públicas que lo acercarán más a los lectores.

Como un anticipo de esos encuentros, Granma conversó con el notable intelectual.

¿De qué manera has logrado multiplicarte en la escritura a lo largo del tiempo?

—Desde el principio entendí la literatura como una posibilidad de desdoblamiento, siendo el mismo. Eso en la obra narrativa. Escribí una primera novela, Siempre la muerte, su paso breve, que resumía asuntos más o menos autobiográficos, aunque no tanto, porque se trataba de mi generación pero desde un enfoque coral. Luego afronté la prueba de narrar lo ajeno, con el testimonio La fiesta de los tiburones, donde lo literario quedó en la organización del relato y en conservar el gracejo del habla popular, que aprecio con pasión. Después la prueba de contar una historia que ocurría en otro continente y en el siglo XV, sobre la intolerancia inquisitorial, la persecución al individuo y sus goces, la novela Al cielo sometidos. Todavía me sorprende la mantenida aceptación que le han tributado los lectores. Mientras, los libros de ensayos, que han sido mis universidades, la forma de hallar respuestas a mis preguntas. Hasta ahora escribí más ensayos que novelas, y continué mi trabajo periodístico y como editor de libros y revistas. Si a eso te refieres como multiplicación, lo es. Han mediado cerca de cincuenta años de escritura y setenta de vida. Se dice fácil.

¿Cuál consideras la principal virtud de un escritor? ¿Y el mayor defecto?

—No es una virtud, son tres: la laboriosidad, la constancia y la exigencia de que cada obra sea diferente. Creo que el mayor defecto se colige: es todo lo contrario. Llamarse escritor por haber escrito me parece una falacia. Si al carpintero y al albañil les exigimos permanencia y eficacia en el trabajo, no debemos escapar de esos designios. Es de rigor mantenerse vivo, informado, esquivar la reiteración que solo lleva a más de lo mismo. De joven escuché una máxima: las personas inteligentes hablan de asuntos; los tontos de sí mismos. Existe un vergonzante conformismo en lo hecho y en devolverse con impudicia a lo vivido. Es tedioso y tendrá que ver con muchas cosas, no con el oficio de escritor.

¿Qué libro te gustaría escribir y todavía no has hecho?

—Una novela que compendie asuntos que marcaron el perfil del cubano, sin que los personajes se conviertan en calendarios explícitos, algo muy socorrido. Tengo lo vivido y lo escrito como ejercicios de formación. Ahora me siento con ganas de recomenzar.

¿Confesarías tus afinidades literarias? ¿Y las fobias?

—Mis afinidades literarias son tantas como mis intereses, una suma de curiosidades y de inconformidad que me lleva a buscar siempre otros temas y formas. Saludo a quienes pueden hacer toda la vida lo mismo y de la misma manera, pero no los comprendo. Yo me asfixiaría. Del trabajo literario me tienta la variedad, plantearme siempre problemas y objetivos que van de lo formal a lo temático. De ahí mis saltos entre géneros. Y dentro de ellos, la búsqueda de novedades, de enfoques, retos que yo mismo me planteo. Así como no tengo fobias sobre personas, sí las cultivo en la literatura: hacia el rebuscamiento retórico, los lugares comunes, la solemnidad impostada y el aburrimiento.

¿Cómo quisieras que los lectores se enfrentaran a tu escritura?

—Como un diálogo donde ellos tienen sitio protagónico. Me interesa un lector activo, cuestionador, que a la página escrita le exija información y el normal respeto a la inteligencia. Cuando escribo me sumerjo en ese diálogo, le tiendo trampas, busco elementos que rompan la rutina e impidan lo previsible.

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