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22 de enero de 2010 Dostoievski en los círculos del infierno Arte y Literatura presentará en la Feria Internacional del Libro Cuba 2010, dedicada a Rusia, una nueva edición de la novela Crimen y castigo PEDRO DE LA HOZ
A partir de ese momento se desencadena una pugna interior en el joven, un debate entre la redención y la culpa, entre el nihilismo de su conducta y el infierno que lo devora. Para muchos Crimen y castigo (1866) es la obra maestra de Fiodor Dostoievski (1821–1881). Otros consideran, quizás con mayor equilibrio valorativo, que a la hora de ponderar el legado del gran novelista ruso habría que poner a la par obras como Memorias del subsuelo (1864), El jugador (1866), El idiota (1869) Los endemoniados (1872) y Los hermanos Karamazov (1880). El crítico George Steiner caracterizó a Dostoievski como un "metafísico de los extremos". La notable novelista británica Virginia Woolf afirmó que "entre todos los grandes escritores no hay uno solo que sea tan sorprendente, tan desconcertante", y dijo que habría mucho que aprender de su capacidad para transmitir "esos maleables y complejos estados del ánimo" y "conducirnos hacia ese laberinto del alma a través del cual avanzamos a tientas". Suele situarse a Crimen y castigo como un texto inaugural del realismo psicológico. También se le ha encumbrado como precursor de una literatura que explora la filosofía de la existencia, y en tal sentido se trenzan coordenadas para arrimar a Dostoievski tanto a las brasas del pensamiento de Nietzsche como al terreno por el que después transitaron Camus y Sartre. Pero también se respira a lo largo de esta novela, cuya progresión dramática, sin lugar a dudas, marcó un hito en el desarrollo de los recursos constructivos del género, la atmósfera de una ciudad y un país en el que la condición humana se hallaba atribulada por una sociedad en crisis. Solo que la fibra artística de Dostoievski —y en esto fue un adelantado— le hizo rehuir de la tendencia sociológica que terminaría por limitar la escuela realista rusa, y que mucho después, pondría un corset a una parte considerable de la literatura soviética. La fusión orgánica entre la subjetividad del personaje y la objetividad del entorno figura entre los grandes méritos literarios de Dostoievski. A guisa de ejemplo vale la pena reproducir el siguiente párrafo del capítulo inicial: "El calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la visión de los andamios, de la cal, de los ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor especial tan conocido por los petersburgueses que no disponen de medios para alquilar una casa en el campo, todo esto aumentaba la tensión de los nervios, ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas, abundantísimas en aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se tropezaban a pesar de ser día de trabajo, completaban el lastimoso y horrible cuadro. Una expresión de amargo disgusto pasó por las finas facciones del joven. Era, dicho sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla que rebasaba la media, delgado y bien formado. Tenía el cabello negro y unos magníficos ojos oscuros. Pronto cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una especie de embotamiento, y prosiguió su camino sin ver o, más exactamente, sin querer ver nada de lo que le rodeaba". Si Alexei Remízov escribió "Dostoievski es Rusia, no hay Rusia sin Dostoievski", también pudiera decirse que sin él notables y diversos autores, como el alemán Thomas Mann, el norteamericano William Faulkner, el japonés Yushio Mishima y el argentino Ernesto Sábato, no hubieran sido los mismos. |