Para Jorge Enrique Mastrapa, la feria es poder
adquirir el añorado título La paz en Colombia. Lucy Araújo
disfrutará presentar Ovejas y demonios de su colega Antonio
Borrego. Ares se tornará página entre quienes estudian en la
Academia Provincial de Artes Plásticas y a Vivian el Diccionario
le dejará la esperanza de que sus nietos ganen vocabulario y
ortografía.
En cambio, para Daynar Cutiño Ortiz (nueve años,
cuarto grado, vecino de La Guayaba), la Feria pudo ser apenas una
abstracción o anhelo, por el lugar donde vive y por las dificultades
que enfrenta Elisa (su mamá) para atender sola el hogar y cuatro de
sus seis hijos.
Por eso sintió que el caballo Palmiche le galopaba
dentro del pecho cuando los trabajadores sociales y una "tía" de la
escuela, lo llevaron junto a otros niños a llenarse los ojos y la
imaginación de cuentos, relatos, magos, payasos y canciones.
Al final, el grupo es llevado a la librería. Daynar
ni parpadea. Sus ojos devoran cuanto ejemplar hallan delante. ¿Cuál
preferirías llevarte a casa? —dice una voz. El ceño se le anuda ante
el "peso" de no traer ni un centavo en el bolsillo. De haberlo
sabido...
¡Escoge un libro; la Feria te lo regala! ¿Estaré
soñando? Descubre que no y toma el que más le gustó desde el
principio: Manuelita Sáenz, una mujer toda mujer. Feliz
coincidencia en el entorno del 8 de marzo. Por eso, apenas llegue se
lo mostrará a su mamá, le dará un beso y se tenderá, dichoso, sobre
el piso, a leer y releer la historia que dentro de muchos años aún
contará, "cuando sea grande y escriba para los niños o cuando sea
maestro".