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Grinor sabe muy bien de lo que habla

PEDRO DE LA HOZ

Cuando estuvo por primera vez en una librería en Estados Unidos, hacia la medianía de los años sesenta, Grinor Rojo se sintió algo perdido. Centenares de títulos de tapas rutilantes se hallaban situados en una estantería de lujo bajo el rubro Fiction. En una esquina, arrinconados en un área pequeña habitaban autores como Franz Kafka y Carson McCullers al amparo de otro rótulo; Literatura.

Foto: YORDANKA ALMAGUERGrinor Rojo, destacado intelectual chileno.

"Lo que me pareció absurdo entonces, privilegiar esas narraciones que llamamos lectura de aeropuerto o de playa, esas que se compran antes de montar un avión o pasar el tiempo en la arena y luego se olvidan, se ha convertido en una verdadera plaga" , explica Grinor. "Aunque no tengan esos rótulos, en mi país se da una situación semejante. Las transnacionales han impuesto la literatura fácil, hecha a base de fórmulas, para que el lector no piense demasiado. Padecemos la imposición del mercado. Menos mal que existen esas pequeñas editoriales que todavía defienden a los autores que tienen mucho que decir y respetan al lector".

Rojo es uno de los más lúcidos críticos y teóricos de la literatura de la escena latinoamericana actual. Su participación en la XVIII Feria Internacional del Libro Cuba responde tanto a la condición de Chile como País Invitado de Honor como a la dedicatoria del evento a los 50 años de Casa de las Américas, institución que lo acaba de tener como jurado de su certamen literario y lo ha distinguido con el Premio Honorífico Ezequiel Martínez Estrada de ensayo por su libro Globalización de las identidades nacionales y postnacionales, ¿de qué estamos hablando?

Otros importantes títulos suyos son Muerte y resurrección del teatro chileno 1973-1983 (1985), Poesía chilena del fin de la modernidad (1993) y Diez tesis sobre la crítica (2001). Desde 1995 trabaja en la Universidad de Chile, donde se halla al frente del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos.

"Una historia que vale la pena contarse bien es la del llamado boom de la literatura latinoamericana — puntualiza , pues se olvida quién puso de moda el término, el uruguayo Emir Rodríguez Monegal, con aviesas intenciones. Otro uruguayo de mucha más ética intelectual, Ángel Rama, puso las cosas en su lugar. La literatura latinoamericana de los 60 no caía del cielo ni podía reducirse a cuatro o cinco autores; venía de atrás, contaba con nombres y obras originales" .

"Con esto quiero decir —señala que el trabajo de la crítica puede ser determinante a la hora de establecer jerarquías. Es una lástima, sin embargo, que en muchos de nuestros países las políticas culturales, o mejor dicho, la ausencia de ellas, no tomen en cuenta el papel de la crítica y la teoría como entes mediadores entre la producción literaria y el receptor. Ahora mismo estoy pensando en la necesidad de que haya una edición crítica de las obras completas de Rubén Darío, y que en mi país, donde existen las de Neruda gracias al extraordinario trabajo en solitario de Hernán Loyola, se haga una labor semejante con las obras de Gabriela Mistral o Pablo de Rokha" .

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