Cargada de mochilas ansiosas por llenarse de libros,
ávida de nuevos sueños, historias cercanas y de lejanas
costas, fantasías, cuentos y misterios casi inexplicables,
toda la familia se va a la Feria Internacional del Libro.
Le espera el amplio recinto de La Cabaña, que ya no se
siente igual si no tiene a los miles de niños corriendo
sobre sus adoquines, pidiendo a los padres aquel libro para
colorear, un helado de fresa o alguno de esos extraños
pájaros de papel que sobrevuelan sus cabezas, susurrándole
al viento que la sabiduría y el conocimiento comienzan en
las páginas en blanco y negro.
A unos les parecen demasiados días los que se dedican a
esta fiesta de la Poesía, otros quisieran al menos una
semana más de cantos, atardeceres frente a la habana
silenciosa, reencuentros con amigos que solo se ven en esas
jornadas. Pero todos coincidimos en que la Feria
Internacional del Libro se ha convertido en uno de los
espacios preferidos por todos los cubanos.
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