Pudiera hablarse del "misterio de la calle
Obispo", un encantamiento que hace volver sobre sus pasos a
todo aquel que la transita una vez. Así en todos los tiempos
a partir de los días de la colonia, en que la Puerta de
Monserrate se abría a la estrecha senda de mil ciento dos
varas cubanas ––doce cuadras de singularidades labrando una
fisonomía en el día a día-–, hasta divisar el caminante el
mar que corre lejos, hacia la bahía.
Hemingway sucumbió ante la personalidad de
la calle Obispo y en su Islas en Golfo dedicó
abundantes páginas a describir oficios y olores a lo largo
del trayecto. Se saboreó aquella aproximación literaria.
Pero la calle, a la que también se le llamó de San Juan y de
Los plateros y hasta Weyler (el sanguinario que a todo le
ponía su nombre) necesitaba un homenaje como el que le rinde
Reinaldo Montero en su libro Bajando por calle del Obispo,
de ediciones Boloña, y profusamente ilustrado con fotos y
grabados correspondientes a las diversas etapas tratadas.
Dueño de una envidiable información y del
imprescindible sedimento cultural, Montero capeó cualquier
tentación de descripciones turísticas y creó una eficaz
pieza literaria en la que imaginación e historia se funden
para hablar no solo de la calle Obispo, sino también de la
historia y la cultura del país. Así, un personaje en función
del "nosotros mismos" se convierte en descubridor fantasmal
de hechos y personajes sin que se imponga un orden
cronológico en este recuento matizado por todos los géneros
imaginables.
Además de describir lo que aquello fue,
Montero ofrece muchas veces sus propios puntos de vista
sobre el aquello: "En este momento la calle tiene
adoquines de madera, de quiebra-hacha, los han acumulado por
primera vez aquí, en calle del Obispo, a ver si amaina el
fragor de los carruajes. Y a la casona de la condesa
Josefina, la asedia cierto caballero. ¿Quién? Un edificio se
empina, suplanta la casona. Hotel Ambos Mundos, dice la
fachada. ¿Y cuáles serán esos dos mundos? La palabra
ambos se acerca bastante a joint, ¿o no? Dentro
del hotel está escribiendo un boy-scout que no se
hace esas preguntas, ni esa ni ninguna, en realidad escribe
en La Habana como escribiría en Singapur. Y dos mundos topan
con la entrada de Estados Unidos en la guerra. Cosa que
interesa aún menos al boy que será man y