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Obispo de mis encantos

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Hay temas y personajes para los que uno siempre quisiera un libro. La calle Obispo es un tema y al mismo tiempo una amalgama de piedras y atmósferas humanas que muchos recordamos como si fuera un personaje.

Vista actual de la habanera calle Obispo.

Pudiera hablarse del "misterio de la calle Obispo", un encantamiento que hace volver sobre sus pasos a todo aquel que la transita una vez. Así en todos los tiempos a partir de los días de la colonia, en que la Puerta de Monserrate se abría a la estrecha senda de mil ciento dos varas cubanas ––doce cuadras de singularidades labrando una fisonomía en el día a día-–, hasta divisar el caminante el mar que corre lejos, hacia la bahía.

Hemingway sucumbió ante la personalidad de la calle Obispo y en su Islas en Golfo dedicó abundantes páginas a describir oficios y olores a lo largo del trayecto. Se saboreó aquella aproximación literaria. Pero la calle, a la que también se le llamó de San Juan y de Los plateros y hasta Weyler (el sanguinario que a todo le ponía su nombre) necesitaba un homenaje como el que le rinde Reinaldo Montero en su libro Bajando por calle del Obispo, de ediciones Boloña, y profusamente ilustrado con fotos y grabados correspondientes a las diversas etapas tratadas.

Dueño de una envidiable información y del imprescindible sedimento cultural, Montero capeó cualquier tentación de descripciones turísticas y creó una eficaz pieza literaria en la que imaginación e historia se funden para hablar no solo de la calle Obispo, sino también de la historia y la cultura del país. Así, un personaje en función del "nosotros mismos" se convierte en descubridor fantasmal de hechos y personajes sin que se imponga un orden cronológico en este recuento matizado por todos los géneros imaginables.

Además de describir lo que aquello fue, Montero ofrece muchas veces sus propios puntos de vista sobre el aquello: "En este momento la calle tiene adoquines de madera, de quiebra-hacha, los han acumulado por primera vez aquí, en calle del Obispo, a ver si amaina el fragor de los carruajes. Y a la casona de la condesa Josefina, la asedia cierto caballero. ¿Quién? Un edificio se empina, suplanta la casona. Hotel Ambos Mundos, dice la fachada. ¿Y cuáles serán esos dos mundos? La palabra ambos se acerca bastante a joint, ¿o no? Dentro del hotel está escribiendo un boy-scout que no se hace esas preguntas, ni esa ni ninguna, en realidad escribe en La Habana como escribiría en Singapur. Y dos mundos topan con la entrada de Estados Unidos en la guerra. Cosa que interesa aún menos al boy que será man y old man¼ ".

Amada por muchos, la senda de los encantos tendrá más incondicionales aún después de leerse las revelaciones literarias de Bajando por calle del Obispo, presente en nuestra Feria del Libro.

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