Hasta la edad media, con la aparición del Cantar
de mío Cid, no se puede hablar de literatura española propiamente
dicha. Hasta ese momento, se sospecha de la existencia de una poesía
románica popular en aquellos estratos que no fueron totalmente
asimilados por al-Andalus.
La literatura medieval española se caracteriza
por el desarrollo de temas profanos y religiosos en diversos géneros
literarios con claras influencias de las ricas culturas judía e
islámica, que florecieron en la península Ibérica en aquel periodo.
Las obras más antiguas en lengua española son
unas breves composiciones líricas de tema amoroso, composiciones
escritas en lengua romance que datan de mediados del siglo XI. A
continuación en el tiempo, se sitúan los poemas épicos compuestos por
los juglares, que los recitaban o cantaban en las plazas públicas o en
los castillos. Los temas principales de estas epopeyas eran las luchas
que enfrentaban a los caudillos de los diversos reinos cristianos de
la península Ibérica contra los moros que habían conquistado la
península a comienzos del siglo VIII, así como las rivalidades
suscitadas entre los nobles castellanos y los de los otros reinos
cristianos.
La épica española reflejaba la influencia de la
poesía germánica, árabe y sobre todo francesa, pero se distingue de
sus modelos en que aborda los acontecimientos históricos de la época,
en lugar de temas antiguos o mitológicos.
En el siglo XIII, los escritores cultos
comenzaron a refundir en verso castellano las vidas de los santos, las
leyendas moralizadoras y otros relatos antiguos, comunes en latín.
La prosa literaria castellana surge con fuerza
en la persona de Alfonso X el Sabio.
Durante el siglo XV la producción literaria
española aumentó de un modo espectacular y floreció la literatura
satírica e histórica. Las historias de los poemas épicos estaban
reunidas en los romanceros, colecciones de romances que se cantaban
con acompañamiento instrumental. Con las modificaciones introducidas
por los juglares, el romancero adoptó su forma definitiva, ocupándose
también de los acontecimientos de cada época.
La poesía barroca, que se caracteriza por la
proliferación de metáforas y otros recursos retóricos típicos del
renacimiento, alcanzó sus cotas más altas en el siglo XVII.
Hacia 1550 surgen varios géneros literarios
hasta entonces desconocidos. Entre ellos se encuentran la novela
pastoril, la novela morisca y la novela picaresca. Tanto las novelas
pastoriles como las moriscas presentan imágenes idealizadas de la
naturaleza humana.
En contraposición a esa visión deformada de la
naturaleza humana, la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, y en
especial Don Quijote de la Mancha (1605-1615), presenta una
imagen completa de la humanidad, que refleja tanto su grandeza como
sus debilidades. La influencia de Don Quijote de la Mancha se
extiende a lo largo de los siglos. Cada periodo sucesivo de la cultura
europea ofrece su propia interpretación de la novela y la considera un
modelo para nuevos tipos de narrativa.
Las obras no narrativas próximas al ensayo
fueron uno de los principales logros de la literatura española del
siglo XVII. Sus obras representativas emplean el estilo denominado
conceptismo que se caracteriza por su extraordinaria concisión.
Durante el reinado del ilustrado Carlos III
(1759-1788), la influencia francesa en España condujo a la adopción de
formas artísticas neoclásicas y a una nueva manera de ver e
interpretar el mundo. Estas tendencias no llegaron a ser aceptadas por
el pueblo.
Los neoclásicos españoles demuestran por lo
general un conocimiento muy limitado del arte del siglo de oro; su
poesía lírica refleja influencias tanto extranjeras como de ciertos
poetas renacentistas españoles.
Un género característico de este siglo y que
alcanzó cierta relevancia es la fábula, narración en verso o prosa con
fines didácticos.
La invasión napoleónica (1808) y el régimen
absolutista (1814-1833) de Fernando VII coartaron la actividad
literaria durante las tres primeras décadas del siglo XIX.
Pese a que el siglo de oro español había servido
de inspiración y modelo a escritores románticos de otros países,
España no alumbró autores románticos significativos hasta la década de
1830. El romanticismo fue introducido con éxito en el teatro español
por Ángel Saavedra, duque de Rivas, con Don Álvaro o la fuerza del
sino (1835). Para muchos, sin embargo, la obra de Espronceda se ve
superada por la de Gustavo Adolfo Bécquer,
La prosa romántica de más calidad se encuentra
en los escritos de los costumbristas, autores que describieron al
pueblo y sus costumbres desde una nueva perspectiva y que a menudo
desarrollan su labor desde las páginas de los periódicos. La
narrativa, por el hecho de aparecer también en los periódicos,
experimenta un crecimiento de lectores, especialmente la novela de
folletín que aparece por entregas o capítulos a lo largo de varios
días o semanas en la prensa.
En la segunda mitad del siglo XIX, se produce un
cambio en el pensamiento y la cultura españoles que tuvo su traducción
en un nuevo movimiento literario: el realismo.
Durante la última década del siglo XIX España
entró en una fase desacostumbrada de actividad creadora.
Pese a que los miembros de la generación del 98
poseían estilos muy diferentes, tenían en común una actitud crítica e
interrogativa, una conciencia de la necesidad de liberalizar y
modernizar España, y una noción sentida y profunda de la idiosincrasia
española.
En el siglo XX la corriente literaria iniciada
por la generación del 98 se trunca durante la Guerra Civil
(1936-1939), cuando la mayoría de los intelectuales fueron silenciados
u obligados a tomar el camino del exilio. La literatura recuperó su
vigor después de la II Guerra Mundial, con una generación nueva que
tomó el relevo de la desaparecida.
El contacto con corrientes vanguardistas, con lo
mejor de la tradición simbolista y la lectura de los clásicos
castellanos y la lírica tradicional enriquecerá el lenguaje y la
visión de una brillante generación de poetas, conocida como la
generación del 27, que floreció a finales de la década de 1920 y
durante toda la de 1930
La Guerra Civil española provocó la ruptura y
aislamiento de los poetas españoles con el resto de la intelectualidad
europea. Los poetas exiliados continuaron su obra fuera de España y
otros se entregaron a un exilio interior que les permitía expresar sus
sentimientos con una cierta libertad y sin temor a represalias por
parte del régimen.
En la década de 1950 aparece una serie de poetas
que dan una gran importancia al sentido social de la poesía y a los
valores de la vida cotidiana. Con estos puntos en común surge,
alrededor de Carlos Barral, el llamado ‘grupo de Barcelona’. Este
grupo aglomerará a los poetas más ilustres de estos años.
El mismo proceso que llevó la poesía posbélica
se dio en la narrativa. Pero en este caso las influencias foráneas
desde James Joyce a William Faulkner, John Dos Passos, Franz Kafka o
André Gide supusieron innovaciones temáticas y estilistas, cuyo
resultado fue una rica diversidad de obras y autores, de tal manera
que se puede afirmar que de "los cinco millones de procedimientos que
hay para contar una historia —según Henry James— se están empleando
todos.
Entre los autores importantes de la narrativa
actual, sin que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe
citar a Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza , Luis Mateo Díez; Juan
Eslava Galán; Adelaida García Morales, Arturo Pérez-Reverte, Almudena
Grandes,
Entre los narradores más actuales cabe destacar
a Luisa Castro, Suso de Toro, Clara Sánchez, el autor de novelas de
viajes Javier Reverte, Carlos Ruiz Zafón o la prematuramente
desaparecida Dulce Chacón, que dejó un legado literario comprometido
con las mujeres, los inmigrantes y los desfavorecidos. Además, el
panorama narrativo español abre sus puertas cada día a nuevos autores.
En el terreno del ensayo, Julián Marías,
discípulo de Ortega y Gasset, hizo algunas contribuciones importantes
al género durante la posguerra. Américo Castro o Dámaso Alonso son
algunos de los críticos literarios más destacados. Entre la multitud
de eminentes ensayistas contemporáneos se encuentran José Gaos, Pedro
Laín Entralgo, José Ferrater Mora, María Zambrano, José Luis López
Aranguren y Ricardo Gullón.