FRANCIA
Las canciones de gesta son poemas largos que
relatan las proezas de los caballeros cristianos compuestas
posiblemente por trovadores errantes, conocidos como juglares, para
entretener a peregrinos o a las cortes feudales. Los autores de las
canciones se inspiraban en tres fuentes principales, por lo que los
poemas se clasifican en tres grupos: los ciclos francés, bretón y
clásico.
El ciclo
francés trata principalmente de héroes franceses que ponen sus armas
al servicio de la religión. La figura central es Carlomagno, que se
convierte en el héroe del cristianismo.
Al mismo
tiempo existía una literatura más popular basada en historias breves
en verso. Al principio estas obras trataban sólo temas religiosos, que
indicaban la preponderancia de la Iglesia sobre la vida y el arte.
Pero poco a poco estos textos fueron haciéndose cada vez más profanos.
La
corriente didáctica y alegórica llegó más lejos aún, en el siglo XIII,
con el Roman de la Rose, una obra de unos 22.000 versos en la
que la rosa simboliza el amor y la amada; el deseo del poeta es entrar
en el jardín y conseguir la rosa.
La
poesía de los trovadores provenzales hizo su aparición a principios
del siglo XII y tuvo en la figura de Guillermo de Aquitania su primer
gran representante.
Durante
los siglos XIV y XV se desarrollaron nuevas formas poéticas. Guillaume
de Machaut, aunque fiel a las formas poéticas del amor cortés,
introdujo muchas novedades, sobre todo en el plano formal. La poesía
del siglo XV francés tiene a sus más destacados representantes en
Charles d’Orléans y François Villon.
Excepto
por su interés histórico, la prosa no tuvo mucha importancia en la
literatura francesa antes del siglo XVI. Los relatos de aventuras
consistían meramente en versiones en prosa de las canciones.
En el
siglo XVI la literatura francesa sucumbió a la arrolladora influencia
del renacimiento italiano. Los versos de Petrarca y los conceptos
clásicos, en especial los de filosofía platónica, fueron aceptados con
entusiasmo. Se adoptaron en la corte de Margarita, reina de Navarra,
que se convirtió en el centro de la cultura francesa de la época.
Las
nuevas ideas del renacimiento y en especial el nuevo concepto del
humanismo hicieron su primera aparición en los escritos de François
Rabelais. Uno de los escritores en prosa más importantes de Francia,
Rabelais destacó por su vitalidad e ingenio y su fe ilimitada en la
capacidad del espíritu humano.
El siglo
XVII, conocido por el gran siglo, es la época clásica de la literatura
francesa. Estuvo marcado por el largo reinado de Luis XIV, con el que
Francia alcanzó la cima de su poder y la hegemonía política y
cultural. A esta época le siguió la Ilustración en el siglo XVIII, en
el que el poder francés perdió fuerzas y la energía intelectual de la
nación buscó el cambio y la reforma.
La
Academia Francesa fue en su origen una sociedad privada de eruditos
que se transformó en 1635 en una corporación estatal, ante la
insistencia del cardenal Richelieu. Los académicos propusieron la
preparación de un diccionario, una gramática y un manual de retórica.
Se terminó y público sólo el diccionario.
El siglo
XVIII, época de la Ilustración, se llamó así porque la mayor parte del
esfuerzo intelectual se concentró en disipar la superstición y el
oscurantismo de la Iglesia y de otras doctrinas institucionales.
Estuvieron entre sus precursores François de Salignac de la Mothe
Fénelon, Bernard le Bovier Fontenelle, y Pierre Bayle.
La
encarnación del espíritu de la Ilustración fue Voltaire. En Cartas
inglesas o filosóficas (1734) atacó los métodos de los que se
valía la Iglesia, desde su punto de vista, para explotar la debilidad
humana. También atacó los sistemas teístas y optimistas de filósofos,
teólogos y reformistas, en particular a los del filósofo alemán
Gottfried von Leibniz. En su tiempo Voltaire fue considerado, en
primer lugar, como filósofo, y sus obras eclipsaron, hasta pasado el
tiempo, sus sátiras clásicas, como la novela Cándido (1759).
Los
racionalistas franceses rechazaban la escolástica y exponían los
nuevos conceptos mecánicos, siendo incluidos también en la
Enciclopedia, una obra diseñada para abarcar y sistematizar todo
el conocimiento humano.
La
ficción en el siglo XVIII, cuando no es una fantasía filosófica como
en las obras de Voltaire, se escribía con el espíritu de La
princesa de Clèves.
A pesar
de que ahora se recuerda a Jean-Jacques Rousseau sobre todo por
Confesiones (1782), tuvo un efecto revolucionario en el
pensamiento político de su tiempo con El contrato social
(1762), en el que la relación del individuo con la sociedad se concibe
como un contrato, por el que el individuo pierde algunos derechos
personales, a cambio de obtener la igualdad legal y asistencia mutua.
Los dirigentes de la Revolución Francesa se consideraron sus
discípulos. Ejerció también una influencia revolucionaria en materia
de educación, con Emilio (1762), y en ficción inauguró el
romanticismo con Julie, o la nueva Eloísa (1760).
Es digna
de mención, finalmente, la obra de André Chénier, que murió en la
guillotina a los 31 años de edad. Su poesía, se distingue por una
belleza pura. Algunos estudiosos aseguran que Chénier es el mejor
poeta francés del siglo XVIII.
En el
periodo de reacción que sucedió a la Revolución Francesa, los
principales escritores fueron el conde Joseph de Maistre, que trataba
en sus libros, de modo nostálgico, las glorias del Antiguo Régimen,
y el vizconde François René de Chateaubriand, que pregonaba una vuelta
a la religión, que con su individualismo, celebración ditirámbica de
la naturaleza y énfasis de los valores estéticos de la religión ayudó
a introducir el movimiento romántico.
Durante
el siglo XIX surgieron numerosos grupos literarios. Los primeros
fueron los románticos, seguidos por los realistas, parnasianos,
simbolistas y naturalistas.
A pesar
de sus ideas políticas radicales, las novelas de Madame de Staël
fueron un anticipo de las preocupaciones y métodos de los románticos
de la generación siguiente.
Los
románticos se aventuraron a romper las reglas y sustituir la
contención clásica por la emoción exaltada. El componente más
productivo y militante de esta corriente fue Victor Hugo, que, utilizó
el escenario de tribuna para exponer sus ideas románticas.
El
conflicto entre el pensamiento revolucionario y reaccionario tras la
restauración de la monarquía francesa en 1815 se vio reflejado en la
literatura.
A Honoré
de Balzac se le considera un autor puente entre las dos corrientes, la
romántica y la realista. Se asemeja a los escritores románticos por su
gran fuerza, variedad y carencia de forma. Pero su disposición
materialista, observación minuciosa y preocupación por el detalle, le
convierten en el primer realista. Su ambiciosa obra La comedia
humana, escrita en veinte años, consta de novelas y relatos
breves. Los personajes de esta obra pertenecen a casi todas las clases
sociales y profesiones, y representan el panorama social de la Francia
del siglo XIX.
En
prosa, varios escritores buscaron efectos simbolistas. Entre ellos,
Remy de Gourmont, crítico literario, Édouard Dujardin, cuya novela
Han cortado los laureles (1888) es un ejemplo temprano de
expresión del fluir de la conciencia, y Henri de Régnier, un destacado
poeta simbolista.
Al final
del siglo XIX algunas de las tendencias realistas, que tuvieron en la
obra de Flaubert su máximo ejemplo, llevaron a la corriente llamada
naturalismo, que hacía especial hincapié en el entorno y la herencia
como principales determinantes de la acción humana.
El
naturalismo fue adoptado como principio fundamental y técnica
literaria por Émile Zola, el escritor más significativo de este
movimiento.
Contrario al materialismo de Taine y también al individualismo
romántico de Michelet está la obra del crítico e historiador Ernest
Renan.
La
literatura en Francia en el siglo XX se ha visto profundamente
afectada por los cambios que han conmovido a toda la vida cultural de
la nación.
El
relato realista de la I Guerra Mundial aparece no sólo en Francia,
sino también en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos.. Todos los
horrores de la I Guerra Mundial aparecieron en toda su crudeza en
El gran rebaño (1931) de Jean Giono, cuyas obras muestran un
pacifismo militante y una antipatía por la hegemonía de las máquinas.
En los
últimos años de la I Guerra Mundial surgió en Francia, Alemania,
Suiza, España y muchos otros países, un movimiento de jóvenes poetas y
pintores que dieron lugar a las vanguardias artísticas. En rebelión
contra todas las formas artísticas tradicionales, iniciaron su
andadura declarando su intención de destruir el arte.
Algunos
novelistas emplearon maneras diferentes de expresión, no surrealistas,
para describir el espíritu de aquellos tiempos. André Malraux, que
había vivido la revolución y la contrarrevolución, refleja una vida
sobre la que siempre se cierne la muerte en sus novelas La
condición humana (1933), sobre la revolución en China; La época
del desprecio (1935), sobre el movimiento marginal anti-nazi en
Alemania, y La esperanza (L'Espoir, 1938), sobre la
Guerra Civil española.
Entre
los poetas más destacados de este siglo está Saint-John Perse. Su
Anábasis (1924) describe paradójicamente al poeta separado y al
mismo tiempo muy involucrado en la actividad humana. La actitud
oficial de los simbolistas fue la reserva; la de los surrealistas, la
agresividad.
En la
década de 1940, bajo el liderazgo del filósofo, dramaturgo y novelista
Jean-Paul Sartre, una dimensión negativa y pesimista desarrolló el
movimiento filosófico y literario llamado existencialismo. La tesis
general } de Sartre plantea básicamente que la existencia humana es
inútil y frustrante, y que el individuo es solamente un cúmulo de
experiencias personales
En la
década de 1950, dos escuelas de literatura experimental surgieron en
Francia. El teatro del absurdo y el antiteatro cuyo claro ejemplo son
las obras del rumano de nacimiento Eugène Ionesco, de Samuel Beckett y
de Jean Genet.
A la vez
que el antiteatro, surgió la antinovela o nouveau que ha llamado mucho
la atención, principalmente las novelas y teorías de Sarraute, Claude
Simon, Alain Robbe-Grillet y Michel Butor. Al igual que los
dramaturgos, los nuevos novelistas se oponen a las formas
tradicionales de la novela psicológica, enfatizando el mundo puro y
objetivo de las cosas. Las emociones y los sentimientos no se
describen como tales; más bien, el lector debe imaginarse como son,
siguiendo la relación entre los personajes y a través de los objetos
que tocan y ven.
Una
nueva escuela de crítica literaria, el estructuralismo, basada en
parte en el trabajo del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss,
surgió en Francia a partir de la década de 1960. El máximo exponente
de esta escuela fue Roland Barthes.
Entre
los escritores que han dominado el panorama literario más reciente
destacan los miembros del OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle,
‘taller de literatura potencial’), como Georges Perec, Raymond Queneau
y Jacques Roubaud, o escritores de la talla de Michel Tournier,
Jean-Marie Gustave Le Clézio, Philippe Sollers y Marguerite Duras.
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