Dos
historias principales trajo a Cuba el escritor, poeta, ensayista y
periodista Manuel Rivas (A Coruña, 1957). Una, la de un fuerte
sentimiento gallego inflamando sus venas; otra, la de una simbólica
novela, El lápiz del carpintero, que alude a la Guerra Civil
Española, pero con más lirismo que crudeza.
Esa hermosura volcada en 112 páginas por la editorial cubana Arte y
Literatura fue, precisamente, ponderada en la Fortaleza de San Carlos
de La Cabaña por la narradora cubana Laidy Fernández de Juan, quien al
presentarla ilustró que la leyó disfrutando de una canción de Serrat
de fondo, una botella de vino y algunos Ducados, cigarrillos españoles
"que más se parecen a los Populares". "No suelo recordar los títulos
de las crónicas en los periódicos", observó. Pero luego dijo que nunca
olvida ese sugerente libro llegado a ella hace más de una década
gracias al colega de creación literaria Eugenio Marrón.
Rivas recordó cómo el lápiz de carpintero de su abuelo —"un objeto
que trabajó, dibujó mucho"— deviene en figura alegórica conductora de
la trama. "Es en el fondo el viaje de la conciencia", según observa el
autor, uno de los más renovadores en las letras gallegas durante los
últimos tiempos.
La obra trata de enfrentar al lector "a la tragedia española de
1936, pero de modo diferente. Aquí, el amor, que llena todos los
espacios de la frustración, es un arma que acompaña a sus personajes
en un recorrido angustioso, pero a la vez vivificador", resalta la
editora en el prólogo.
"Todo lo que nos dejó ese conflicto bélico, toda la larguísima
dictadura posterior, para nosotros es un espacio de penumbras —confesó
el novelista. Yo no viví la guerra, viví muchas de sus consecuencias.
Cuando uno se interesa por eso es que está pensando en la condición de
la humanidad."
Progenitor de una obra escrita fundamentalmente en gallego, sus
trabajos periodísticos están reunidos en Galicia. El bonsái
atlántico, Toxos e flores y El periodismo es un cuento
(1997); tiene versos en la antología poética El pueblo de la noche
(1997); y las narraciones en Un millón de vacas (1990, Premio
de la Crítica española), Los comedores de patatas (1992); En
salvaje compañía (1994, Premio de la Crítica en Galicia) y ¿Qué
me quieres, amor? (1996, Premio Torrente Ballester y Premio
Nacional de Narrativa en ese año).
Un tema que lo "apasiona" es Cuba "porque para nosotros era parte
de nuestro paisaje ponerse en Galicia a mirar hacia el mar y pensar en
la Isla como la tierra prometida. En la mesa del abuelo había muchas
cartas e imágenes de Cuba, era un pedazo de nosotros al otro lado del
mar".
Manuel Rivas considera la poesía "célula madre de la literatura" e
invoca al escritor búlgaro de origen judío y expresión alemana, Elias
Canetti, al rememorar su reflexión: "El escritor tiene que ser
custodio del sentido de las palabras". A propósito compara el
quebranto medio-ambiental con el del lenguaje: "Yo vivo el deterioro
del medio ambiente. Creo que el lenguaje es parte orgánica de nuestro
cuerpo, nos modela, nos forma, es parte de la historia de los pueblos,
hay que protegerlo como a los bosques amazónicos¼
".
Confirma su estremecimiento ante el idioma de sus orígenes. "Para
mí redactar en gallego también tiene que ver con la ecología. En la
escuela, en la universidad, nunca me enseñaron en esta lengua, más
bien era un lastre, una especie de castigo. Escribir en gallego es
recuperar palabras heridas".