Amigos, lo que parecía imposible
Vivencias de un
delegado estadounidense en el Festival. Su admiración por los cubanos
María
Julia Mayoral y Ricardo López Hevia (foto) Enviados especiales de
Granma
CARACAS.—A Jorge Merino
le sorprendió la pregunta. Otro delegado al Festival, un muchacho que
por sus rasgos parecía oriundo de una nación árabe, sin ninguna
frase de presentación le increpó: "¿Por qué tú me odias?"
Recibí
su pregunta sin molestarme, cuenta Merino, quien se reconoce como
chicano nacido en Los Ángeles. "Podía entender la duda y el disgusto
porque el Gobierno de mi país usa una política de terror contra el
mundo y en especial contra los pueblos árabes".
Después de todo, piensa,
el incidente fue bueno; "el delegado de Libia pudo entender que muchos
estadounidenses estamos en contra de la política guerrerista de W.
Bush; y hemos terminado siendo amigos".
Más de una vez fueron
juntos a sesiones de debate donde Merino con gusto sirvió de
intérprete y compartieron la mesa en restaurantes donde hallaron
comida apropiada para sus hábitos. Con los días la repulsa inicial
fue desapareciendo al punto de que en el grupo de los delegados libios
"me empezaron a recibir con un beso en la cara; para mí es extraño
que otro hombre me salude de ese modo, pero era una forma de decirnos:
nosotros no somos enemigos, estamos por las mismas causas".
En Estados Unidos,
comenta, también a los descendientes de mexicanos, a los negros, a
los latinos nos quieren tratar como a inferiores; personas como yo,
que somos ciudadanos norteamericanos, no nacimos chicanos; esta
condición la asumimos para expresar que llevamos sangre indígena en
nuestras venas, una identidad que nadie nos puede quitar.
Amante del hip-hop,
Merino, quien trabaja en un taller automotor en la zona de Crenshaw,
asegura que en el Festival pudo contactar con otros jóvenes dedicados
a hacer ese tipo de música, cuyas letras de contenido social pueden
ayudar a hacer conciencia, "algo muy necesario porque, por ejemplo, en
Estados Unidos nos educan para ser consumidores, no nos enseñan a
pensar críticamente, no esperan que lo hagamos y si lo logramos no es
bien visto".
Así, dice, nos mantienen
como a máquinas trabajando, consumiendo, tomando créditos para
mantenernos en el ruedo, aunque nos endeudemos más.
Al sistema imperialista
neoliberal norteamericano, definido por las políticas aprobadas en el
llamado Consenso de Washington, opina, no le conviene que se
desarrolle la conciencia crítica de los jóvenes estadounidenses, y
de hecho han conseguido que el cuestionamiento de los problemas sea
muy fluctuante entre nosotros.
La falta de libertades se
expresa incluso en la difusión de la música, comenta Merino. Las
grandes corporaciones dueñas de las estaciones de radio, ilustra,
impiden la difusión de las creaciones con contenidos progresistas,
las cuales como regla solo pueden abrirse paso en emisoras locales. El
hip-hop, precisa, está convirtiéndose en un vehículo de protesta,
pero son muy pocos los artistas comprometidos con las denuncias que
salen a la luz pública.
CUBA EN EL CORAZÓN
"La
experiencia más linda de mi vida", así define este joven
estadounidense su visita a Cuba en abril del 2004. "Me conmovió el
amor que sienten ustedes por su país, el apego a su Presidente, a su
ideología; hasta la gente con inconformidades por algunos precios de
las cosas, la situación del transporteÁ está dispuesta a pelear por
la soberanía de su Patria; de eso me hablaron muchachos a quienes
conocí en el Malecón de La Habana, taxistas que andan en carros
antiguos de su propiedad y algunos llegados a la ciudad sin todos los
papeles en regla para residir allí".
Quisiera volver a Cuba
cuando tenga una oportunidad, asegura, pero no sé cuándo, debido a
las nuevas prohibiciones aprobadas por el presidente Bush. Un interés
similar, concluye, sentí por venir a Venezuela, porque me interesa
conocer cómo jóvenes de distintas naciones ven los problemas y se
organizan, pues el movimiento social en Estados Unidos todavía no
avanza lo suficiente.
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