Acusado el Plan
Colombia y sus progenitores
María
Julia Mayoral y Ricardo López Hevia (foto), enviados especiales de
Granma
CARACAS.—
El Plan Colombia, ahora con el nombre de Iniciativa Andina, es
supuestamente la estrategia mediante la cual el Gobierno de los
Estados Unidos enfrentaría en su primera etapa la producción de
narcóticos, como marihuana, cocaína y amapola; pero todo eso es un
cuento, asegura el obrero colombiano y defensor de los derechos
humanos Gerardo Cajamarca Alarcón, uno de los participantes en el
Tribunal Internacional Antimperialista, en el XVI Festival Mundial de
la Juventud y los Estudiantes.
En
estos momentos, advierte, ya la marihuana no es una prioridad para la
Casa Blanca porque EE.UU. se ha convertido en uno de sus principales
productores; es decir, ahora parece que no es delito.
"Esa
`guerra' contra la droga y el terrorismo no es más que un pretexto.
Entre los verdaderos objetivos del Plan Colombia está imponer un
modelo económico basado en el neoliberalismo, dentro de una
concepción abarcadora que se llama Área de Libre Comercio para las
Américas (ALCA), y los más interesados en imponerla a sangre y fuego
son las grandes transnacionales, detrás de las cuales están los
intereses de Washington".
Quise evidenciar frente a
este Tribunal y frente a la opinión pública del mundo, sobre todo
los jóvenes, que las transnacionales, están asociadas a ese proyecto
guerrerista, y estamos hablando —precisa Cajamarca Alarcón— de
empresas no solo interesadas en el petróleo de Colombia y de la
Cuenca del Amazonas, la cual incluye a territorio de Perú, Colombia,
Brasil y Venezuela, sino de compañías con estrategias a gran escala
que presionan desde Estados Unidos para el desarrollo del Plan
imperialista.
"Si
realmente fuera para combatir el terrorismo y la droga, entonces, qué
hacen grandes empresas petroleras propiciando en el Senado de Estados
Unidos que aprueben cerca de 4 000 millones de dólares para el Plan".
Esa es una evidencia concreta, opina, de que ni al Gobierno ni a los
tecnócratas diseñadores del proyecto les interesan en nada la salud
pública y el problema de las drogas.
"¿Por
qué si hablan de luchar contra los dos flagelos internacionales,
Coca-Cola, por ejemplo, es una de las compañías que agencia el Plan?
La respuesta es sencilla: tiene intereses específicos y una relación
también con la coca, pues esas empresas sí tienen derecho a comprar
las hojas de coca a través de testaferros por miles de toneladas cada
año."
Las grandes empresas,
cuestiona Cajamarca Alarcón, sí tienen esa prerrogativa; pero a
nuestros indígenas de Ecuador, Colombia o Bolivia se les quiere
prohibir mascar o "mambiar" la hoja de coca, que es un recurso
histórico, milenario, incorporado a su cultura. "Además, ellos no
inventaron la cocaína, la hoja de coca es apenas un ingrediente más
del producto industrial".
Una parte de esos
componentes químicos, añade, son fabricados por las transnacionales.
"Sin embargo, a quién se le ha ocurrido ir a bombardear a alguna de
esas poderosas firmas, las cuales incluso han impuesto la aprobación
de leyes para introducir sus productos alimentarios en nuestros
países, dejando a los pequeños agricultores en la ruina".
A inicios de los años
noventa, comenta, en mi país se llevó a cabo un proceso de apertura
económica como antesala del ALCA, con el argumento de que ello
traería prosperidad y progreso. En 1990 se importaban unas 700 000
toneladas de alimentos; 15 años después de esas grandes promesas, se
están comprando en el exterior 10 millones de toneladas; ello
equivale a multiplicar en más de 10 veces la importación de la
comida consumida por los colombianos, y esas mercancías son compradas
a Estados Unidos y a transnacionales ubicadas en México. Esto,
asevera, es un evidente ejemplo de la penetración imperialista, pues
tampoco tenemos soberanía desde el punto de vista alimentario.
Nosotros, explica, hemos
planteado en Estados Unidos que el Plan Colombia no resuelve el
problema de la producción de cocaína, aunque estamos en contra de su
fabricación. "El Plan solo ha traído muerte y desolación. Hemos
hablado con senadores en EE.UU. para que presenten enmiendas y paren
la guerra y la fumigación de nuestras selvas, las cuales constituyen
un patrimonio de la humanidad".
Acaban de aprobar, indica,
la fumigación de siete parques naturales que producen el 71% del agua
dulce de mi patria, lo cual contaminará nacimientos de agua en
detrimento del Orinoco, del Amazonas, y esto también perjudicará a
Venezuela, a Perú. Es decir, estamos enfrentados a una catástrofe
ambiental.
Ya que no hemos sido
escuchados por el Gobierno de Estados Unidos ni por las cortes en
Colombia, las cuales están a disposición del imperialismo, acudimos
a este Tribunal Antimperialista —concluye Cajamarca Alarcón—,
como una forma de llegar a la opinión pública, y para que aquí los
jueces, los fiscales y el jurado de conciencia, primero analicen
nuestros planteamientos y pruebas, juzguen y posteriormente condenen
al Plan Colombia y a quienes lo diseñan: a los culpables de la
guerra, ya sean los tecnócratas que se esconden en el Fondo Monetario
Internacional, los militares del Pentágono, los paramilitares y las
transnacionales.
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