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Mi
hija fue la Revolución
Un joven cubano fue quien defendió
que la Federación Mundial de Juventudes llevara además el
calificativo de Democráticas. Lo hizo en la reunión constitutiva de
esa organización. Él, comunista desde los 17 años, consagró casi
todo su tiempo a construir la sociedad siempre soñada
Julieta García Ríos y Alina Perera Robbio
Arquímides Poveda Godinez nos ha entrado, para siempre, por el
corazón y la memoria. Es comunista desde los 17 años. Hoy tiene 84.
Hace unos días nos recibió en su casa, tan sencilla como él. Y aun
cuando en La Habana hacía un calor que invitaba al desmayo aunque
estuviéramos sentadas, este arquitecto nos mantuvo en vilo: nos
llevó de la mano por la fascinante historia de la seudorrepública
cubana, por las atrocidades del fascismo y los escombros de la II
Guerra Mundial, por nuestra Revolución y la fuerza de sus líderes.
Llegamos a casa del sabio comunista, autor de cuatro libros de
corte histórico, en busca de sus memorias sobre la Federación
Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD), de la cual fue fundador, y
sobre Festivales en los cuales tomó parte (el IV y el XI). Pero sus
vivencias son tan numerosas e intensas, que esta conversación de más
de tres horas tomó derroteros insospechados, y lo que aquí
estampamos es apenas un breve esbozo de todo lo
escuchado.
—¿Cómo usted se convirtió en fundador de la FMJD?
—En 1942 me inscribí para pelear en la Segunda Guerra Mundial en
contra de las fuerzas fascistas. Cuba abrió una oficina de
inscripción de voluntarios. Estaba yo estudiando Arquitectura, y no
matriculé para el siguiente año, convencido de que de un momento a
otro partiría a la guerra. En 1944, viendo que no me llamaban, volví
a matricular.
"A pesar de que yo era comunista y de que entonces había gran
aversión hacia quienes profesábamos esa ideología, en 1944 salí
electo presidente de la escuela, y secretario de propaganda de la
Federación Estudiantil Universitaria (FEU).
"En el año 45 fui reelecto presidente de la escuela y esa vez
ocupé el cargo de Secretario General de la FEU. Por tal motivo
integré la delegación que asistió a Londres para fundar, el 10 de
noviembre de 1945, la FMJD. Por cierto, tuve una activa participación
en darle el nombre a la misma. Yo defendí, y como tal se aprobó, la
palabra ‘democráticas’, en nombre de los 50 millones de muertos
que acarreó la cruzada fascista, en nombre de los derechos de la
humanidad.
"Estos fueron los acuerdos que tomó la FMJD: Preparar a la
juventud contra toda manifestación de fascismo, luchar por la
autodeterminación de los pueblos, por el control de la energía
atómica, contra la discriminación por el color de la piel, creencias
religiosas e ideas políticas, por la paz, la libertad, la democracia,
la independencia y la igualdad, por el alto estándar educacional, y
por estrechar relaciones de trabajo con organizaciones culturales.
"De la FMJD surgió la idea de celebrar los Festivales con el
propósito de unir a los jóvenes de todo el mundo para intercambiar
experiencias, conocer sus culturas, hábitos, sus músicas y
costumbres".
—¿Cómo fueron los días posteriores al evento?
—Jóvenes que representábamos a la FEU continuamos hacia Praga,
para una reunión preparatoria con vistas a fundar la Unión
Internacional de Estudiantes (UIE). Camino del evento, yo decidí
atravesar toda Alemania en tren, en un viaje que resultó muy
interesante. Aquellos vagones llevaban repatriados checos, casi todas
mujeres, que habían estado confinados en campos de concentración
nazi.
"Recuerdo que el tren se detuvo en medio de la noche, pensé
que estábamos en la espesura de un bosque, y en verdad se trataba de
una estación alemana que la guerra había devastado. Sobre una
columna, un cintillo exigía: ‘Muerte al nazi’. Ese fue mi primer
impacto al entrar en Alemania.
"A Praga llegamos el 17 de noviembre de 1945. Estando allí
tomamos parte en la Conferencia Preparatoria. En eso la delegación de
Yugoslavia recibe de parte del Mariscal Tito una invitación para que
cuatro jóvenes pudieran estar en Belgrado el 29 de noviembre, día en
que se crea la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Me
escogieron para ir en representación de la juventud de América
Latina, y así llegué a Belgrado, donde pude tener una conversación
con el Mariscal. Le pregunté cómo fue posible que los partisanos
yugoslavos hubieran resistido siete grandes ofensivas del ejército
alemán, y que tuvieran liberadas las tres cuartas partes del país en
el momento en que llegaron allí las fuerzas del Ejército Rojo. Tito
me dijo: ‘Lo logramos porque teníamos manos, corazón, y un Partido
Comunista’. Esa frase me caló muy hondo".
—¿Recuerda algo especial del fascismo?
—Cerca de Belgrado vi un campamento con prisioneros nazis.
Llegué hasta allí.
—¿Y qué le contaron los prisioneros?
—Narro muchas cosas en un libro que no ha salido a la luz. Yo
pregunté a aquellos hombres si en verdad todos eran fascistas, y uno
me contestó que él lo había sido, aunque su familia nunca
simpatizó con esa ideología. Dijo tener un profesor que era de las
SS y que les obligaba a decir que Hitler era mejor que Jesucristo.
Aquel joven habló sobre el fanatismo que padeció Alemania, sobre
cómo algunos hijos llegaron incluso a delatar a sus padres, quienes
eran asesinados porque no simpatizaban con Hitler. Mientras él
contaba estas verdades, otros prisioneros le miraban con enojo.
"Después de muchos percances y peripecias logré llegar a
Cuba en 1946".
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Poveda y su esposa fueron arrestados a menos de un mes de
haber regresado del IV Festival Mundial de la Juventud y los
Estudiantes |
—¿Y qué hay de su participación en el IV Festival Mundial de
la Juventud y los Estudiantes?
—Eso es muy interesante porque me enorgullezco de haber sido
capaz de ir al Festival y regresar a Cuba, a sabiendas de que me
apresarían. El IV Festival fue en el año 53. Para esa fecha ya
estaba casado y graduado como arquitecto. Mi esposa y yo salimos de la
Isla cuatro horas antes del asalto al Cuartel Moncada. Pudimos salir
por puro milagro, a través de una línea holandesa recién
inaugurada. Llegamos a París, y de ahí, a Rumania, donde se celebró
la cita.
"Al regreso, de paso por Italia, no nos quedaba mucho dinero.
Con motivo del asalto al Moncada todas las organizaciones
revolucionarias habían quedado disueltas o en el clandestinaje. No
podíamos pensar que pudieran mandarnos algo de dinero. Apareció la
posibilidad de trabajar con el arquitecto Luiggi Pichinatto, uno de
los más famosos del mundo en aquella época. En eso llegó algo de
dinero de Cuba. Y tuve que decidir entre quedarme en Italia trabajando
con el famoso arquitecto, o regresar.
"Ya mi cuñada me había advertido que el Servicio de
Inteligencia Militar (SIM) había estado buscándome por la casa. Los
compañeros italianos me preguntaban que si estaba loco, por querer
regresar a Cuba cuando yo sabía que la policía política del
régimen me estaba buscando, y que en Italia tenía trabajo seguro y
bien remunerado. Me pusieron como ejemplo a los cubanos que salían al
exterior para proteger sus vidas. Para mí resultaba inconcebible que,
mientras mi familia y mis compañeros de lucha estaban pasando
difíciles momentos, yo estuviera viviendo la dulce vida. Por eso
regresé, y por eso, antes del mes de haber llegado a Cuba, nos
apresaron a mi esposa y a mí".
—¿Para usted, cuál fue la principal diferencia entre lo vivido
durante el IV Festival, y lo vivido en el XI?
—Cuando el IV Festival, había que vivir esa época para saber lo
que era el anticomunismo. Hasta algunos familiares te retiraban el
habla si sabían que profesabas esa filiación política. Por eso,
participar en el XI, en La Habana de 1978, como Delegado de Honor, era
sentir que muchas de las cosas por las que habíamos luchado podían
hacerse realidad. Estaba viviendo un Festival sin problemas, sin
peligros, no tenía que cuidarme de nadie. Por esos días era
embajador de Cuba en Corea".
—¿Dónde le sorprende el triunfo revolucionario?
—A mí no me sorprende porque el Partido me había encomendado
algunas tareas relacionadas con lo que haríamos en el Vedado habanero
para apoyar la guerra en la Sierra. Yo andaba con unos planos que
tenían señalados lugares donde realizaríamos algunas acciones... Y
en eso se fue Batista.
—Y ahí empezó una etapa…
—De muchas emociones. De reencontrarme con Fidel, con quien
compartí las luchas universitarias, y de conocer de cerquita a
hombres como el Che y Camilo. De este último fui su ayudante.
—Disculpe una pregunta un tanto personal: ¿Usted y su esposa
tuvieron hijos a quienes contar tantas vivencias?
—No. Pudimos haberlos tenido y lo evitamos, porque la vida de
nosotros fue una vorágine constante. Cuando triunfó la Revolución
siempre lo posponíamos. Mi esposa y yo no teníamos problema alguno
para concebirlos. Pero parece que al final no nos alcanzó el tiempo.
Les confesaré algo: Mi hija fue la Revolución. A esa causa tan
hermosa dediqué casi toda la existencia. ¿Y habrá algo más valioso
que haber hecho realidad tus anhelos de los 17 años?
Tomado de Juventud Rebelde
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