Julieta García Ríos y Alina Perera Robbio
Lo primero agradable
en este diálogo fue tener la sensación de que en el pequeño hogar
del municipio capitalino de La Lisa el tiempo entreteje soledades,
júbilos y centelleos de la memoria, justo al ritmo que el dueño
imagina y quiere.
El otro detalle que nos llamó la atención desde el inicio mismo
del encuentro con Nicolás Chaos Piedra, fue la majestuosidad de dos
sillones de caoba que nos hicieron reparar en nuestra fragilidad de
mortales. Son piezas que a él lo acompañan desde hace más de 30
años, de cuando trabajaba en el Escambray al frente del programa de
desarrollo de la zona donde, por orientaciones permanentes de Fidel,
nacieron comunidades, presas, lecherías y caminos.
Balanceándonos a gusto sobre los sillones de madera oscura,
conocimos por voz de Chaos Piedra que aquellos días en las montañas,
que llegaron a sumar más de 12 años y que fueron para él los
mejores de su existencia, acontecieron poco tiempo después de haber
vivido emotivas jornadas como delegado al VIII Festival Mundial de la
Juventud y los Estudiantes celebrado en 1962, en Helsinki, Finlandia.
Chaos no olvida que aquellas horas de trabajo en el Escambray
también fueron las de dar inicio a la restauración de Trinidad como
ciudad colonial, en el antiguo territorio de Las Villas. "Fue
allí donde materializamos la idea de la primera semana de la cultura
en Cuba, y lo hicimos durante la inauguración del primer museo de la
localidad".
Nacido hace 62 años en Ranchuelo, Villa Clara, Nicolás creció en
una familia de comunistas. De pequeño escuchaba decir que algún
conocido estaba preso, que otros estaban en huelga, que habían puesto
carteles en contra del gobierno... así transcurrió su infancia hasta
que llegó la adolescencia y sus ideas políticas se fueron
consolidando de tal modo que en Ranchuelo tomó parte en acciones para
apoyar, el 30 de noviembre, el desembarco del yate Granma. Con 14
años estuvo preso y fue permanentemente perseguido por ser comunista.
"Tengo en mi memoria —dijo Chaos— el momento del golpe de
estado de Fulgencio Batista. Aquello constituyó un trauma para mi
familia; nos preguntábamos: ¿Qué pasará con Cuba? Recuerdo que
clausuraron el periódico Hoy; mi padre era periodista de ese diario.
En ese mundo se desarrolló mi niñez".
—¿Dónde estaba usted cuando triunfa la Revolución?
—Cuando se produce la liberación del pueblo yo estaba dentro de
todo ese movimiento de insurgencia. El Ejército Rebelde tomó
Ranchuelo el 25 de diciembre de 1958, y nosotros nos movilizamos para
apoyarlo. Andaba de miliciano con mi revólver. En algún momento nos
descuidamos y un grupo asaltó el Ayuntamiento y la Jefatura de
Policía del pueblo. Quemaron documentos importantes que más tarde
hubieran ayudado a hacer justicia. Nos atrincheramos en distintos
lugares con cocteles molotov. A mí la Juventud Socialista me orientó
que entrara al local de la Logia de los Masones. Los últimos días
del año 58 los pasamos en el techo de la Logia cargados de cocteles
molotov para defendernos por si llegaban los guardias".
—Los masones jamás se enteraron de eso…
—No. Ellos andaban en su mundo y nosotros en el techo…
—En julio del año 62 Cuba envía a Helsinki una delegación de
más de 400 jóvenes para participar en el VIII Festival Mundial de la
Juventud y los Estudiantes. ¿Cómo es que a usted lo eligen delegado?
—Al triunfo de la Revolución fui jefe del Departamento de
Instrucción del Ejército Rebelde, en el escuadrón de Sancti
Spíritus. Allí enseñaba a leer a los combatientes que habían
bajado de la Sierra Maestra; conversaba mucho con ellos. Así estuve
cerca de un año hasta que se hizo una tabaquería en Ranchuelo. Yo
había estudiado en la Escuela de Comercio, estaba en tercer año de
Contabilidad y me pidieron que fuera para esa fábrica como segundo
jefe y en calidad de contador. Estuve en el cargo durante 1961 y 1962;
trabajaba en toda la actividad del movimiento juvenil, principalmente
en la fusión de los jóvenes rebeldes con los miembros del Movimiento
26 de Julio. Al constituirse la Asociación de Jóvenes Rebeldes
(AJR), seguí trabajando en el proceso de unidad desde la tabaquería.
"El año 1962 fue intenso. Me eché sobre los hombros, como
aquel que dice, el movimiento que desató el VIII Festival. Me propuse
trabajar para que Ranchuelo fuera uno de los mejores de la provincia.
Así que reuní a todos los pintores del pueblo para hacer vallas
anunciadoras, carteles, mensajes en las vidrieras… Por todas partes
dibujábamos la flor del Festival".
—Por lo que escuchamos, Ranchuelo era un pueblo muy movido…
—No recuerdo si dieron algún reconocimiento, pero sí sé que
fuimos de los más destacados en la provincia en todo el movimiento
preparatorio del VIII Festival. Entonces no contábamos con el apoyo
de la televisión ni de la radio que hay ahora, y había que gastar
las suelas para movilizar a la gente.
"Cuando llegó el momento de elegir un delegado en la
tabaquería propusieron mi nombre. Nunca imaginé que iría a
Helsinki. No era algo en lo que había pensado. Siempre creí que el
elegido sería otro compañero que era zapatero y excelente joven, a
pesar de que no era militante de la UJC. Él y yo fuimos los dos
delegados por Ranchuelo".
—¿Qué recuerda de los momentos previos a la partida para
Helsinki?
—Imagínate… yo era un guajirito de Ranchuelo que nunca había
estado en La Habana. Nos alojaron en el hotel Habana Libre. Allí nos
daban charlas y conferencias.
—¿Cómo fue la travesía a Helsinki?
—La hicimos en un barco soviético. Fue única. En un barco
pierdes la noción del tiempo. Conversé con muchos jóvenes que iban
en él. Entre nosotros había combatientes muy destacados en la lucha
contra bandidos. La delegación también estaba compuesta por
artistas. La travesía resultó una verdadera escuela.
—¿Qué importancia tuvo, a su juicio, el VIII Festival?
—El VIII Festival para nosotros significó un salto político muy
grande, pues consolidó mucho la unidad tanto dentro de la Juventud
como del Partido. A Helsinki iban los mejores escogidos entre los
trabajadores, en las unidades militares, en las zonas campesinas, en
los centros estudiantiles.
"En 1962 Cuba sonaba mucho en el mundo. Ya habíamos obtenido
la victoria en Playa Girón, ya habíamos declarado el carácter
socialista de la Revolución, las riquezas del país estaban en manos
del pueblo, todas las empresas habían sido nacionalizadas. Era una
realidad inédita que dejaba a la gente estupefacta.
"La contrarrevolución mandó a algunos de sus emisarios para
entorpecer nuestra presencia en el Festival. Trataron de provocarnos y
se metieron en el desfile, pero nuestros músicos que iban delante
acabaron con aquello a banderazo limpio y a bongozazo".
—¿Cómo fue el regreso a Cuba?
—Llegando a la Isla, en medio de un mar revuelto, después de una
travesía atropellada, un avión procedente de Estados Unidos empezó
a darle vueltas a la nave. Incluso podíamos ver al piloto. Como ves
la historia se repite: el enemigo y los métodos son los mismos.
—¿Los días del Festival obraron cambios sustanciales en usted?
—Desde luego, porque yo tenía una dimensión local, quizá algo
nacional de las cosas, pero el Festival me abrió el diapasón de
análisis que a partir de 1962 fue más universal. Sin duda la
experiencia me ayudó para otros momentos, como cuando en 1965 asumí
el cargo de Primer Secretario de la UJC en la antigua provincia de Las
Villas, por lo cual también formé parte del Comité Nacional de la
organización.
—¿Puede decirse que Nicolás es fiel al movimiento de los
festivales?
—Sí, y les confieso que sentí una gran satisfacción cuando
supe que el próximo Festival será en Venezuela, pues por razones de
trabajo visité en varias ocasiones ese país en la década de los 90.
Me relacioné mucho con los habitantes de esa nación llena de
contrastes.
"Pienso que la batalla de Chávez es colosal. Él estaba preso
en el tiempo que visité su país. Recuerdo que entonces los
venezolanos, que gustan mucho de escribir ideas en las paredes,
ponían en edificaciones de distintos estados: "Chávez vive,
Chávez Nuestro...".
No me sorprendió que ganara las elecciones porque desde que estaba
en prisión tenía mucho arraigo entre la gente.
"A mí me alegra mucho que se haya escogido a Caracas como
sede del Festival, porque el momento histórico que allí se vive es
muy similar al de 1962 en Cuba: el enemigo quiere asfixiar,
inútilmente, a una Revolución; tampoco puede con Chávez, como no
han podido con Fidel.
"Tengo la certeza de que los anfitriones serán insuperables.
Desde ahora sé que Caracas será una gran fiesta".