CAMAGÜEY.—
Veinte libros después de su primer encuentro con los lectores, Roberto
Méndez Martínez sigue insistiendo. La poesía, el ensayo y la novela
son los recursos de este camagüeyano, ilustre y diáfano, para
invitarnos a crecer frente a la página impresa.
Tibia aún la noticia de su proclamación como Premio de Ensayo Alejo
Carpentier y en medio de la Feria del Libro que ocupa su atención, el
escritor acepta el diálogo sobre el libro, su destinatario, el ensayo
y, por supuesto, el volumen reconocido: Lluvia, patria, laurel.
Asedios a la lírica de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
—Es una revisión integral de la poesía de la Avellaneda. Ella,
figura consagrada en la literatura cubana e inclusive disputada por
las letras españolas, resulta entre nosotros muy poco conocida por su
poesía; se habla más de su personalidad, sus amores, su voluntad de
emancipación femenina, su epistolario, sin embargo hasta se ha llegado
a decir que lo menos bueno de la Avellaneda es su poesía. El libro
pretende demostrar lo contrario y hace un recorrido por los temas
tratados por la Avellaneda, las fuentes históricas y literarias que
influyen en su obra y los aportes fundamentales no sólo en el sentido
formal: su virtuosismo métrico, su enorme capacidad para la escritura,
lo novedoso y yo diría hasta vanguardista en la poesía de la
Avellaneda. Es una lectura distinta.
Hablemos desde el otro lado de los libros. Habitualmente, la
atención se centra en la evolución de los escritores y de la
literatura, pero ¿cómo ve, entre ferias, la evolución del lector
cubano?
—El lector cubano es un lector de avidez y de búsquedas muy
distintas. En una Feria uno encuentra a quienes buscan narrativa, a
quienes buscan libros para sus hijos, pero también a los interesados
en literatura político-social, a los lectores de poesía¼
se nota cómo, a pesar de las quejas en el mundo por la supuesta
disminución de la lectura y el temido retroceso del libro, esas no son
las circunstancias de Cuba.
¿También piensa así sobre el ensayo?
—El ensayo es un género de asimilación lenta porque implica
pensamiento a cierta altura. Un ensayo de alguna complejidad no es
exactamente el libro para el ómnibus en la mañana; exige un tiempo y
eso quizás a veces lo haga parecer en desventaja ante la narrativa,
sin embargo las estadísticas serían más elocuentes. En Cuba no hay
fronteras para la publicación de ensayos y en los últimos años se han
publicado muchos y muy buenos, de cubanos y extranjeros, ¡y esos
libros se agotan!
Pocos géneros se avienen con semejante pertinencia a la Batalla de
Ideas como la del ensayo, el cual parece, por definición, una batalla
de ideas escrita. ¿Se aprovechan todas sus posibilidades?
—La Batalla de Ideas es sobre todo educación en el pensamiento. Se
ha publicado mucho y bueno al calor de ella, especialmente los textos
del llamado Plan Especial, en torno a la Feria; donde en ocasiones
escapa algo a un nivel más local, en la promoción del ensayo y la
atención a los ensayistas. Ediciones Ácana, de Camagüey, ha hecho una
buena labor al publicar ensayos de autores del territorio, sobre todo
en el perfil de la identidad local. En cambio, en todas partes falta
difundir más ese libro, llevarlo hasta los lectores. A veces uno ve al
ensayista como el más gris de los escritores y nota mayor divulgación
de la obra de narradores o poetas, como si el ensayo fuera un género
de segunda. Nunca olvidemos a ese autor de todos los tiempos, y el más
grande de nuestros ensayistas: Martí.