Ciego de Ávila
Con la escritora
avileña Ileana Álvarez
A flor de tierra, a ras de piel
Texto y foto: Ortelio González
Martínez
CIEGO
DE ÁVILA.— Cada vez que Ileana Álvarez González escribe le parece que
asiste a su propio nacimiento. Yo creí sabérmela casi de memoria
después de varias jornadas de práctica estudiantil en el periódico
avileño Invasor, cuando ella era estudiante de Filología de la
Universidad de Santa Clara, allá por el año 86.-
Por entonces, el talento se escondía en unas 100 libras de peso y
poco más de un metro de estatura. ¡Y ya ve, el tiempo cambia y los
seres se van "metamorfoseando"! Ileana no es la misma; sus letras,
tampoco.
—¿Desde cuándo supiste que ibas a ser escritora? ¿Quién te motivó?
"Tuve una conciencia clara de mi vocación a raíz del dolor que me
causó la enfermedad de mi padre y luego su muerte. Tenía una relación
muy especial con él. Era un hombre de inteligencia preclara, especie
de filósofo natural, que reflexionaba con hondura y, a la vez, con
sencillez sobre la vida cotidiana y el destino del hombre común: Sus
padecimientos durante meses y su muerte cuando apenas era una
adolescente me dejaron desolada, confusa, llena de ira. Entonces vino
la literatura, que me salvó, me protegió de la angustia y también de
la locura. El primer poema que escribí se lo dediqué a mi padre".
—¿Cómo redactas y a qué hora sueles hacerlo?
"Generalmente escribo directamente a la computadora. A veces anoto
algunas ideas, frases, en una libreta y a partir de ahí fluyen las
asociaciones y cobra vida el texto".
—Tus libros son todos de poesía y ensayos. ¿Por qué no has
incursionado en la narrativa, el teatro, la novela, el cuento¼
?
"Me encanta la narrativa, la leo tanto o más que la poesía. Es
savia para mis propios textos poéticos. Sé que tengo muchas historias
que compartir con los demás, de mi propia vida, de mis sueños;
historias que se me aparecen y que andan por ahí anotadas en algún
cuaderno y hasta caminando como fantasmas por la casa para hacerme
recordar que esperan por mí. Me excuso en el ‘no tengo tiempo
suficiente’, los niños, el trabajo, la cotidianidad, qué cocino...
pero en realidad es miedo. No creo que haya vencido ese miedo
totalmente al enfrentarme a la poesía y el ensayo, pero llevo años
transitando sus territorios y eso me da cierta confianza. Creo que en
mis dos últimos libros Consagración de las trampas y Los
inciertos umbrales he dado muestra de que ya voy saltándolos al
incursionar en la prosa poética; muchas personas me han dicho que esas
prosas son como pequeños cuentos".
—¿Qué te ha aportado a la escritura ser editora?
"Aprender sobre todo del ser humano que es el escritor, sus
contradicciones, su complejo mundo interior. Esto te ayudará a
enfrentarte a su obra, a conocer ciertos resortes. No quiere decir que
te conviertas en un psicólogo, ni nada por el estilo, pero el diálogo
escritor-editor sólo fluye si hay una apertura hacia el ser del otro.
En mí se da la doble condición de editora y escritora, pero nunca
edito mis propios libros. La alteridad es necesaria para lograr con
coherencia esa relación. Aunque claro, ya en la fase final de mi
trabajo sobre el texto, la editora que hay en mí se despierta y hace
de las suyas, para bien, creo. El editor ve cosas que tú no ves,
perfecciona rasgos, elimina determinados elementos con los que estabas
encariñado, pero que realmente restaban o no aportaban nada. Es un
trabajo hermoso, porque tiene mucho de generosidad al convertirte
muchas veces en coautor y no figurar en la cubierta".
28 de febrero del 2007
Fernando Díaz Martínez, de Ciego de
Ávila Guajiro que escribe
ORTELIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ
CIEGO
DE ÁVILA.— El niño iba descalzo por un sendero de su pueblito humilde:
Los Perros, allá por el municipio avileño de Chambas. Tendría unos 10
años cuando fue sorprendido por la idea de escribir y se lanzó al
mundo de las letras, con décimas y poemas inconclusos que todavía
guarda en un lugar impreciso.
Alguien dijo que a un hombre se le sabe el oficio si se le mira con
detenimiento. Si vas adonde hay muelles y mar, los pies desnudos
aparecen; si te encuentras con un ganadero, o campesino, el sombrero
lo delata¼ pero yo digo que no es tan así.
Nada de esto tiene validez ante Fernando Díaz Martínez, el guajiro
que escribe, según se autodefine.
Llegas y lo ves en su cooperativa de créditos y servicios Cruce de
la Trocha, muy cercana a la ciudad capital, y no lo vinculas con los
libros; si lo observas en la biblioteca, entonces, no lo identificas
como un hombre de campo.
Casi sin apartarse de la faenas del campo, estudió Historia y
Ciencias Sociales, trabajó en los sectores de Educación y Cultura en
los municipios de Florencia y Venezuela, respectivamente, hasta llegar
a la Casa de la Cultura de la capital avileña.
Fue en 1993 cuando, ante la enfermedad de su padre, se vio obligado
a retornar a la tierra. Estaba preparado para tal encomienda, la cual
considera como una de "las lindas oportunidades que me dio la vida".
Pero como ahora todo el pueblo está de Feria, él anda de fiesta,
"sin dejar abandonados a los animales de la finca", asevera.
El sueño de escritor dio sus primeros frutos en 1989, cuando la
editorial Oriente, de Santiago de Cuba, publicó su libro Camilo por
los montes surcados. "Es un texto que trata sobre la historia del
legendario Comandante y la formación y desarrollo del movimiento
revolucionario en el norte de Las Villas, sus operaciones en Yaguajay.
Me llevó cinco años de investigación".
"Todos los libros nacen de un parto diferente", dice mientras
comienza a hablar de uno que lo llena de regocijo: Polo Montañez.
"Fue el primero que se escribió sobre el Guajiro Natural. Salió en
el 2005 y lo presentaron en la Feria del Libro en Ciudad de la Habana
ese año, y está a la venta en la actual. Como en aquella ocasión, ha
tenido buena acogida.
"Lo escribí porque él era un campesino igual que yo. Está dividido
en seis capítulos, con fotos, ocho décimas de distintos poetas del
país e incluye siete canciones, algunas inéditas, como Distancia,
dedicada a Caridad, la madre de Junior Borrego Pérez, su único hijo."
El libro nos da a Polo tal y como fue, un cubano de raíz y de
corazón, defensor de la identidad nacional.
Ciego de Ávila anticipa un
banquete literario
Ortelio González Martínez
CIEGO DE ÁVILA.— Un millar de títulos de autores
cubanos y extranjeros y más de 500 000 ejemplares inundarán las calles
de esta ciudad y Morón con el inicio, aquí hoy, de la XVI Feria
Internacional del Libro Cuba 2007.
En la avenida Independencia, principal arteria avileña,
el público podrá adquirir los textos, de los cuales 300 000
corresponden a novedades literarias, algo inédito en comparación con
anteriores ediciones.
El programa, en la ciudad cabecera, incluye un área de
eventos teóricos, situada en la sala Enrique Sosa, del Museo de Artes
Decorativas, en la cual se realizarán las conferencias Cuando las
actitudes devienen mercancías (El Arte de Santiago Guerra);
Alfonsina Storni, poesía y modernidad; Muerte de Narciso,
lenguaje y transfiguración del mito, y La familia en la
literatura infantil.
Durante la fiesta del libro se efectuarán mesas
redondas, conversatorios, presentaciones de revistas especializadas en
temas culturales, coloquios y premiaciones de concursos.
Los niños tendrán su espacio con la apertura del
Pabellón Infantil, en la casa de la cultura José Inda Hernández, donde
habrá obras de teatro representadas por el proyecto La Edad de Oro,
acciones relacionadas con las artes plásticas, agrupaciones danzarias
y encuentro de los pequeños con autores de libros.
Un área interactiva estará abierta al público en los
bajos del edificio de 12 plantas para la navegación por el sitio web
de la Feria y por otras páginas digitales relacionadas con la cultura
cubana.
En la Ciudad del Gallo se habilitará una plataforma,
en la intersección de las calles Martí y Callejas, destinado a la
presentación de espectáculos y, al igual que en Ciego, las actividades
se extenderán a centros de trabajo y estudiantiles de todas las
enseñanzas. |